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Génesis Leiva, Alejandra Alvarado, Jasmine Estrada, Alejandra Teleguario y Ana Sofía Maldonado frente a la sede del colectivo feminista que conforman, en Quetzaltenango. María Longo

Decidir por sí mismas: la experiencia de mujeres jóvenes ante la educación en sexualidad

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Decidir por sí mismas: la experiencia de mujeres jóvenes ante la educación en sexualidad

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Cuando la educación se restringe en casa y en la escuela, las estrategias para buscar información y formarse responden a la creatividad y los medios disponibles.
En el occidente guatemalteco encontramos a mujeres jóvenes que en común reconocen la Educación integral en sexualidad (EIS) como un medio para encontrar su voz. Su formación, en algunos casos autodidacta y motivada por sus circunstancias, les ha permitido reconocer y no callar agresiones, verse al espejo con amor y respeto, sin temor a la diversidad y al placer y apoyarse entre sí.

Una mujer con voz y opinión

En la foto de perfil de WhatsApp de Danna Calderón está ella frente al espejo. Ahora, puede tomarse fotos y le agrada verse. No hablar abiertamente durante su niñez tuvo repercusiones en su autoestima.

«Me creó rechazo hacia mi cuerpo, sentía que verlo era algo malo. Al no tener EIS una deja de identificarse consigo misma. Eso me causó mucha inseguridad con mi pareja, no sabía qué me gustaba, tuve que descubrirme, amarme y respetarme. Aprender que el placer no es pecado».

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Danna se ha formado preguntando e indagando. Es curiosa y autodidacta. Aprendió sobre EIS y sobre su cuerpo. Comprendió que verse no es algo malo. A los 20 años lo hace con alegría. Se conoce y sabé qué le da placer.

Los fines de semana Danna trabaja como mesera en un café de la ciudad. De lunes a viernes estudia ingeniería mecánica. De su época de escuela recuerda tres colegios distintos. En ninguno recibió EIS. Solo recuerda una ocasión en la que separaron a los niños de las niñas para escuchar una escueta explicación sobre su anatomía.

Cuando era niña, Danna no hablaba de sexualidad en casa. Limitaba la tradición familiar y la religión. Ahora ella y su madre creen en la importancia de la espiritualidad, pero se permiten cuestionar ciertos dogmas.

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«Danna miró una vez a las monjas y me preguntó por qué ellas no podían estar en el púlpito como el padre. Fueron cosas de Dannita las que nos llevaron a varios porqués. No ser religiosas y ser más espirituales nos hizo crecer como personas. Donde está marcada la religión, la sexualidad se ve como algo malo o que se habla en voz bajita», dice Leticia Aceituno Urquizu, madre de Danna.

Después de separarse de su esposo, Aceituno se permitió hablar con libertad con Danna y su hermana. «Que los errores que yo cometí no los cometan. Que piensen en su futuro, que piensen primero en ellas y vivan su vida. Cuando se inicia una vida sexual no responsable, se afecta a los hijos. Quiero que tengan claro el concepto de maternidad, que no sea por presión social» dice.

A los 18 años, Danna decidió que tendría su primera experiencia sexogenital. Habló con su pareja y acudió al centro de salud. Se sintió juzgada y aunque la atendieron, recibió poca información sobre los beneficios y contraindicaciones de cada anticonceptivo. 

Por lo que ha vivido, está convencida de que la sexualidad no debe ser un tema ausente en  los hogares y que en las escuelas debe ser una materia más. «Que puedan tener libertad para hacer preguntas y obtener respuestas. Porque aunque los hombres tengan un poco más de libertad para hablar o conocer, la mayoría ve la sexualidad como penetración y nada más».

La Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO) define la EIS como un proceso de enseñanza y aprendizaje que debe tener un plan de estudios y basarse en aspectos cognitivos, psicológicos, físicos y sociales de la sexualidad. No es solo una clase de anatomía, ni una de métodos anticonceptivos.

En Guatemala el compromiso de impartir EIS depende de los Ministerios de educación (Mineduc) y Salud (MSPAS). En 2008 se firmó la declaración ministerial «Prevenir con educación», Guatemala la ratificó en 2010 a través de una carta acuerdo que se ha prorrogado hasta 2025. A la fecha, no se recibe en todos los establecimientos educativos, ni se cuenta con una materia especializada dentro del Curriculum Nacional Base (CNB).

Ante la falta de EIS en las escuelas, niños, niñas y jóvenes buscan formarse y generan estrategias para suplir esta necesidad. Las organizaciones sociales abren espacios o realizan programas de formación, aunque no son suficientes.

«La EIS debe ser sistemática. No se puede dar un taller hoy y regresar dentro de seis meses» dice Ana Silvia Monzón, secretaria técnica de la Mesa Nacional por la Educación Integral. Indica que las organizaciones sociales cuyo propósito es dar esta educación tienen un radio de acción mínimo con relación a las necesidades y que solo se logrará a través de quienes tienen la obligación.

«Maestros y maestras no tienen las herramientas, no han sido formados para impartir esta materia. Aunque hay elementos en el CNB, no existe un curso de EIS» dice Monzón. Ella señala que los contenidos que se abordan desde cursos como Ciencias Naturales no se vinculan con otros temas como derechos sexuales y reproductivos. «Incluso los adolescentes preguntan por qué para impartir un curso de matemáticas o de estudios sociales se requiere una especialidad, pero no hay una especialidad en EIS», asegura.

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Vivir y aprender con naturalidad

Génesis Leiva estudió en un colegio católico y conservador en Guatemala antes de migrar a Noruega a los 14 años. El primer día de clase notó que había un tema de sexualidad. Pensó que sería una actividad por el inicio del ciclo escolar. Era una materia más.

Sobre la mesa les pusieron modelos anatómicos de genitales que les servirían para aprender la manera correcta de usar un condón. «Todos estábamos avergonzados, éramos de países totalmente diferentes, y religiones muy conservadoras. Entonces aprendí lo esencial: el respeto. Que cada quien puede decidir si quiere o no hablar del tema, pero lo más lindo e importante es que te den el conocimiento», cuenta.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante 2018 en Guatemala de cada 100 adolescentes de 15 a 19 años, 77 fueron madres, mientras que en Noruega la cifra fue mucho menor: 3 de cada 100.

La EIS que Génesis recibió en Noruega continuó en la universidad. Tenían espacios dónde acudir para solicitar condones, hacer consultas sobre infecciones, acceder a charlas con profesionales o recibir atención psicológica. «Tal vez se piensa que es muy liberal, pero se tienen preguntas y dudas, entonces una accede a la atención que es neutra. Nadie te señala por qué lo consultas», cuenta.

Génesis se mudó hace poco definitivamente a Xela y se ha unido con otras mujeres que promueven derechos sexuales y reproductivos en La Colectiva Be RadFem.

Pocos estudiantes guatemaltecos pueden salir del país y recibir formación en el extranjero. Aunque desde hace más de diez años el Estado a través del Mineduc y MSPAS adquirió el compromiso de educar integralmente en sexualidad, aún no existe una materia específica, los profesores no se han especializado en el tema y la EIS no se ha institucionalizado en los centros educativos.

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«Promover abstinencia no es educación sexual»

Alejandra Alvarado es compañera de Leiva en La Colectiva. Su acercamiento a la EIS inició como autodidacta y en 2018 obtuvo una beca para formarse como consejera en métodos anticonceptivos. Es maestra de preescolar y estudia pedagogía. Se siente cómoda cuando habla de sexualidad, pero para lograrlo pasó un proceso de formación.

«Cuando tienes la oportunidad de aprender sobre EIS ya no solo eres alguien que recibe, también replicas. En mi trabajo me ayuda a romper roles de género y no criminalizar las preguntas que me hacen», cuenta Alejandra.

Recuerda que cuando estudió básico recibió dos charlas, una sobre menstruación y otra sobre métodos anticonceptivos. En la primaria apenas le enseñaron sobre reproducción humana, como parte de ciencias naturales. La formación fue mínima.

Alejandra explica que promover únicamente la abstinencia no es educación sexual. Se les dice a los adolescentes que no tengan relaciones sexuales porque tendrán hijos, pero se les deja con dudas y curiosidad. Se estimula el miedo, no el conocimiento ni la toma de decisiones propias y se les deja sin alternativas.

Monzón señala que es un error común en el sistema educativo que los docentes presenten las relaciones sexuales como peligrosas, sin una explicación. «Aunque les digan eso, (los jóvenes) iniciarán relaciones sexuales. Es parte de la vida, pero lo harán sin información. Ahí viene el abuso, el embarazo no deseado», comenta.

Alejandra decidió tener relaciones sexogenitales a los 17 años. Tenía muchas dudas y decidió preguntarle a su madre, quien optó por enseñarle a prevenir embarazos e infecciones de transmisión sexual. Alvarado lo resume como una buena experiencia: estaba tranquila porque no fue forzada a nada. Cuando lo pidió, su pareja sexual se detuvo. Sabían cómo protegerse, utilizaron condón.

En el 2019 el departamento de epidemiología del MSPAS reportó de enero a octubre 4,759 casos de infecciones de transmisión sexual. El 54 % de las personas contagiadas eran mujeres. Según el Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe, Guatemala no cumple a totalidad con la demanda de métodos anticonceptivos. De 100 mujeres que desean usarlos, 20 no tienen acceso a ellos. 

A Alejandra la educación oportuna le ayudó a cuidar y entender su cuerpo. Aprendió a prevenir y tomar decisiones.

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Descubrirse y aceptarse

Mónica Paredes es una mujer trans de 35 años que vive en Xela desde hace 15. Como muchas otras, no escuchó sobre EIS en la escuela ni en su casa. «Crecí con mi abuelita, ella era de mente cerrada y por el cristianismo todo era pecado. En mi casa nunca hubo quien me explicara qué era una relación sexual, en la escuela peor», cuenta.

Cuando tenía 10 años fue violada y amenazada. La agresión se repitió en varias ocasiones durante un año. A pesar de decir lo que le pasaba, su familia no le creyó. Eso la hizo dejar su casa. Escuchó por primera vez sobre derechos sexuales y reproductivos, enfermedades de transmisión sexual y formas de prevenirlas a los 15 años, cuando ya era trabajadora sexual.

Mónica asegura que sabe interpretar las miradas que le dirigen, y comprende que muchas son de curiosidad.  «No me siento intimidada, ni rechazada. Yo me quiero y me amo, la demás personas deben capacitarse para saber sobre la población trans», dice.

Trabajar en la organización Vidas Paralelas le ha ayudado a conocer sobre derechos sexuales y reproductivos para mujeres diversas y para jóvenes, migración y trata de personas. Cuando estudiaba en la primaria a causa de su identidad de género  sufrió discriminación e insultos. Ahora da acompañamiento a mujeres y hombres jóvenes que sufren explotación sexual.

«He aprendido mucho y puedo transmitirlo a compañeras y amigas, o a las juventudes. Es importante que en la escuela se brinde educación sexual porque debe ser por pasos. Además se debe explicar la diferencia entre una relación sexual y una violación, hablar de derechos y obligaciones», dice Mónica.

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«Decisiones propias pero informadas»

En el colegio evangélico al que asistió Jasmine Estrada, la educación en sexualidad se basó en jurar que llegaría virgen al matrimonio, así que debía alejarse de todo lo que pudiera impedirlo. En su hogar se habló lo básico pues, como suele suceder erróneamente, la familia creía que por ser mujer no necesitaba saber tanto como sus dos hermanos mayores.

«Me explicaron un poco sobre sexualidad, pero siempre con la prohibición antes que la explicación. Se me limitaba por ser mujer. Era la princesita, que debe ser sumisa y tranquila, no debía pensar en eso», cuenta.

Jasmine tiene 21 años, estudia derecho y es una mujer independiente. Cuando se acercó a los movimientos feministas se identificó con el activismo para la defensa de los derechos sexuales y reproductivos.

El conocimiento la ayudó a amar su cuerpo y respetarlo por ella misma. Ahora da charlas para compartir ese conocimiento con otras mujeres, para que puedan tomar decisiones propias, pero informadas.

En estas charlas ha escuchado relatos de agresiones sexuales. Muchos agresores están en la familia: tíos, primos, abuelos. Le impacta la romantización con los lazos familiares. La sociedad normaliza algo tóxico hasta con chistes.

En el 2018 la Secretaría Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET) elaboró un reporte estadístico sobre la relación de los agresores y sus víctimas. La institución estableció que el 50 % de los violadores eran familiares o personas cercanas a las víctimas. Padres, tíos, hermanos, primos, abuelos, padrastros y novios.

En el 26 % de los casos, los agresores eran conocidos de las víctimas: amigos, vecinos, líderes comunitarios y pastores. El 17 % de los agresores eran personas extrañas y en el 7% restante no se estableció la relación del violador con la víctima.

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«Es necesario hablar abiertamente»

Belkis González tiene 29 años y siempre está en búsqueda de oportunidades de formación. Participa como voluntaria en NojBot y en el Osar de Huehuetenango. Disfruta también de hacer manualidades.

Belkis no recibió EIS en la escuela de niñas donde estudiaba, pero recuerda una plática donde escuchó que era la culpable de provocar la violencia que recibía. El «papi licenciado» la violentaba. Era el director del hogar comunitario donde Belkis quedaba a resguardo mientras su madre trabajaba. Poco después se dio cuenta que también agredía a su hermana, quien como resultado quedó embarazada a los 13 años.

La mala orientación había provocado el silencio de Belkis. La falta de formación adecuada le impidió identificar pronto la violencia sufrida. Ver el sufrimiento de su hermana la hizo prometerse que ninguna niña se quedaría sin informarse y sin hablar.

El primer taller al que acudió fue sobre reducción de estigma y discriminación para personas con VIH. Ahí empezó su aprendizaje sobre sexualidad sin conocer mucho sobre el término EIS. Mientras se formaba, su mejor amigo le confesó que era gay. A pesar de los procesos de formación, Belkis buscó un guía espiritual para «sacarle el demonio a su amigo». El sacerdote con quien conversó la motivó a aceptarlo.

Belkis sabe que todo lo que hizo y dijo en ese momento era parte de la desinformación. Después de muchos años, la amistad persiste y ese episodio la motivó a formarse y difundir información sobre diversidad sexual. Por lo que ha vivido, Belkis le apuesta a la EIS en las aulas. «Es necesario hablar abiertamente y tomar conciencia», dice.

El Estado a través del Mineduc y el MSPAS no cumple con el compromiso de garantizar EIS a la población joven. Desde el 16 de septiembre se contactó a la Dirección de Comunicación Social del Mineduc solicitando una entrevista o datos sobre EIS. Se enviaron 14 correos electrónicos, en cinco respondieron que atenderían la consulta, pero no enviaron datos. Se llamó por teléfono a la Directora de Comunicación cinco veces, respondió dos diciendo que enviaría respuesta por correo electrónico. Además, hubo cuatro llamadas al teléfono de planta para pedir contactar a la oficina de comunicación social. Nadie respondió.

Los esfuerzos por impartir educación en sexualidad no alcanzan a cubrir las necesidades. Algunas organizaciones intentan suplir esta carencia, pero no tienen el mismo alcance de una estrategia nacional, decidida y comprometida que dé respuestas a las necesidades de una población que, mientras tanto, resulta vulnerable ante la desinformación.

Que las personas aprendan sobre EIS es una experiencia positiva. Educar integralmente en sexualidad es necesario para que niñas, niños y jóvenes puedan disponer de información científica, conocerse a sí mismos, tomar decisiones y hacer planes de vida. Es decir, vivir con mayor plenitud.

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