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Uno de los muchos grifos públicos presentes en Sacatepéquez, que según los comunitarios, la mayoría de veces están secos./ Simone Dalmasso

La guerra del agua en las Tierras Olvidadas

Es como si tuviéramos una palangana subterránea con agua, en la que todo mundo está poniendo sus pajillas y estamos succionando, pero nadie se está preocupando por llenar la palangana.
La vida necesita agua. Hay organismos que viven sin oxígeno, pero no hay ningún ser vivo que viva sin agua. La vida misma requiere del agua.
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La guerra del agua en las Tierras Olvidadas

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Una palangana vacía, un taladro industrial, un gobierno que mira a otro lado, vecinos haciendo coperachas y absurdas cantidades de dinero desencadenan una crisis medioambiental en el tercer mundo. El ingeniero guatemalteco Raúl Maas, experto en temas de medio ambiente del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad Rafael Landívar, habla al respecto.

—¿Por qué cree que el gobierno y las municipalidades no buscan invertir en la infraestructura del agua?

—Porque no genera votos. Tal vez habría que plantearlo en dos planos distintos. El gobierno central, digamos,  dentro de sus prioridades no tiene los temas ambientales. Si uno mira las agendas, sobre todo de los candidatos a presidente cuando están en campaña, se da cuenta que hablan de trabajo, de salud, de educación, pero el tema ambiental no está en sus prioridades.

En el discurso de los candidatos a alcalde municipal, sí. Porque a nivel local sí se percibe el problema del agua. En el imaginario social hay una idea ya bastante arraigada de que el tema del agua es un tema que tiene que atender el alcalde. Entonces sí hay una diferencia entre los dos contextos: el del gobierno central y el del gobierno municipal.

Y el gobierno municipal, de alguna manera, sí tiene dentro de sus prioridades llevar agua a los hogares.

El tema central con el agua es que es un bien escaso. Es decir, en cualquier parte del país hay escasez de agua, en términos de agua para abastecimiento para consumo humano. ¿Conoce alguna comunidad, alguna colonia, que tenga agua las 24 horas del día, los 365 días del año? Eso sería genial, pero, me atrevería a decir, que en el 99% de los hogares eso no sucede.

Nuestra única fuente de agua son las lluvias. Y las lluvias tienen una dinámica natural y, por lo general, el agua está disponible en lugares donde la naturaleza la ha puesto. Llevar el agua de donde está a donde las personas la necesitan requiere mucha energía. Esa puede ser energía eléctrica, energía de la fuerza de la gravedad o energía solar, hay muchas formas. Pero llevarla de donde está a donde se necesita es costoso. Y requiere desarrollo de infraestructura. En los últimos 30 a 40 años, se ha sabido muy poco de la construcción de infraestructura para llevar agua.

Lo que se hace generalmente es construir pozos, perforar. El agua se mueve superficialmente y se mueve subterráneamente. Hay algunas regiones donde hay abundante agua subterránea, entonces lo que se hace es perforar pozos. Sobre todo en los valles, como en el valle de la ciudad de Guatemala.

—¿Cuál sería el problema de los pozos?

—Para mover el agua del depósito subterráneo a la superficie, y luego a una parte más alta, desde la cual pueda moverse por gravedad, se necesita energía. Y el costo de la energía es muy alto. Además perforar los pozos también es costoso: la construcción del pozo, equiparlo para que el agua pueda subir desde donde está a donde se necesita mediante una bomba, y hacer que eso funcione permanentemente es más costoso todavía.

Los residenciales, por ejemplo, le ofrecen a uno el pozo, pero una vez vendieron toda la lotificación, se lavan las manos y que miren los condóminos cómo lo manejan. Eso genera muchos problemas.

—El agua se vuelve entonces un recurso disponible solo para el que puede pagarlo…

—De alguna manera hay algo que nos ha llevado a que cada uno resuelva el problema como pueda. Es decir, hemos empezado a transitar de demandar la responsabilidad que tiene el gobierno municipal y el central de asegurar una adecuada dotación de agua para consumo humano, a que cada uno mire cómo se las arregla.

Hay «un algo» allí en el imaginario colectivo que nos ha llevado a que cada uno resuelva su problema. Incluso las colonias que tienen abastecimiento municipal, si no les llega agua, contratan cisternas para que vayan abasteciendo. Es decir, se ha generado todo un mercado paralelo de abastecimiento de agua, dada la incapacidad que tienen los gobiernos municipales y el central de cumplir con su mandato y asegurar un acceso permanente y adecuado en calidad y cantidad para cada uno de los habitantes del país.

En las comunidades rurales hacen una colecta de dinero, ven dónde hay nacimientos de agua, los van a comprar y luego instalan toda la tubería para llevar el agua a su casa. Pero, es una respuesta de la comunidad ante la escasez del bien. Es decir, no van a la Municipalidad o a las oficinas de gobierno a pedir que les ayuden. Detectan el problema, conforman un Comité de Agua y salen a buscar los nacimientos. Compran los nacimientos, compran la tubería y desarrollan infraestructura para llevar agua a sus casas.

Es una respuesta colectiva para atender esa necesidad ante la limitada capacidad que tiene su gobierno municipal y su gobierno central de atender esta situación.

En la medida que el recurso se ha ido haciendo cada vez más escaso, los espacios para que se desarrolle la corrupción van creciendo. El agua se ha convertido en un bien costoso. Cuánto cuesta realmente poder acceder a agua de calidad, en abundancia, en el tiempo justo que uno lo necesita. Los precios se han disparado.

Una vez se ha convertido en un bien escaso, empiezan las disputas y surgen los grupos que asumen el control sobre el bien y son los que manipulan los precios, el acceso, y se convierte en una mercancía.

—Vemos que ha incrementado sustancialmente el número de pozos en la ciudad, ¿quién los autoriza?

—Hay un agujero negro. En lo formal, no hay nada que regule la construcción de pozos. Lo único que existe es tener la dicha de vivir o tener posesión de un espacio territorial donde hay agua abajo. Y, si se tiene la plata, construye el pozo, pone la bomba y hace la infraestructura para meterle energía y bombear el agua. Así, ya se puede vender.

De hecho, Empagua opera de esa manera. Vive construyendo pozos: pide préstamos, construyen los pozos, compran la maquinaria y el equipo, invierten en la energía y empiezan a distribuir el agua.

Igual lo hacen los privados. Se sabe que los centros comerciales construyen su pozo, pero, como tienen más agua de la que consumen, la conectan al sistema de Empagua y le venden agua a Empagua, como venden las conexiones de energía eléctrica. Así, también hay compra-venta de agua de las empresas propietarias de esos centros comerciales, de esos pozos y de esa infraestructura, a la Empresa Municipal de Agua o empresas municipales.

Entonces volvemos a lo mismo: es una especie de ley de la selva. El que tiene el control sobre el bien, es el que lo mercadea y lo pone a disposición de los que la necesitan. ¿Hasta cuándo? Pues, hasta que se seque su depósito subterráneo.

—¿Podrían secarse pronto?

—Es alarmante cómo los niveles de las aguas subterráneas han ido bajando anualmente, porque no hay condiciones para que se estén recargando.

Es como si tuviéramos una palangana subterránea con agua, en la que todo mundo está poniendo sus pajillas y estamos succionando, pero nadie se está preocupando por llenar la palangana. Cada vez es más recurrente escuchar que los pozos se secan.

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¿Y que implica que se secó el pozo? Está la bomba succionando, pero el nivel de agua va bajando. Es como si se tomara agua embotellada con una pajilla: se va tomando, pero llega un momento en que la pajilla ya no alcanza a llegar hasta el nivel de agua. Entonces, se mete más la pajilla o se queda sin agua. Coloquialmente dicen que el pozo se seca.

Llegará otro que pondrá una pajilla más larga, pero, si no nos preocupamos por recargar los acuíferos subterráneos, la crisis se va a ir acrecentando y va a ser prácticamente inmanejable con repercusiones políticas muy fuertes.

Un tema de ingobernabilidad, un canibalismo en torno al agua o algo por el estilo: un escenario apocalíptico, o post apocalíptico. Lo plantean como quién tiene el agua, tiene el poder. Y, no es una cosa del futuro.

El arranque de los conflictos en Palestina fue porque los israelitas tomaron el control de las montañas del Golán. ¿Por qué? Porque ahí había agua. Recurrentemente dicen que no se van a retirar del Golán. Lo toman en la Guerra de los Seis Días, asumen el control del agua, y no se van a mover de ahí. ¿Por qué? Porque es el agua.

Es decir, quien controla el agua, tiene el control del desarrollo de las sociedades. No es una cuestión de futuro: esta cuestión siempre ha estado presente y hoy lo vemos de una manera más marcada.

—¿Y existen soluciones, para el caso de que se llegara a vaciar esa palangana? ¿Hay instituciones o investigaciones sobre qué va a pasar y cómo se puede rellenar esas palanganas?

—Técnicamente, se han planteado muchas cosas. El problema es que los suelos están impermeabilizados. Naturalmente, cada vez que llueve en un terreno sin presencia humana, la vegetación disminuye la velocidad de caída de las gotas de lluvia, y el agua se filtra en los suelos. Agarra sus caminos que geológicamente tiene a su disposición y así se han recargado estos depósitos subterráneos a lo largo de millones de años.

El problema es que nosotros hemos impermeabilizado y pusimos cemento sobre los suelos. Ahora, cada vez que llueve, no hay infiltración. Llueve, el agua se mueve sobre el cemento, y ¿a dónde va a dar? A las reposaderas y drenajes. ¿Y los drenajes qué son? Tubos de cemento, de PVC o de acero que conducen el agua a un río, una quebrada. Entonces, toda esa agua que cae, que debería infiltrarse, que debería recargar los depósitos subterráneos, la estamos conduciendo a través de los tubos.

¿Qué es lo que se ha sugerido? Se habla de cosechar agua. Es decir, que toda esa agua que cae, no dejemos que escurra, sino que la guardemos y la tengamos ahí, para su posterior uso con previo tratamiento.

También se ha sugerido que el asfalto o el concreto sea más poroso y amigable con las lluvias. En vez de escurrirse, se infiltre. Y hay materiales desarrollados bajo esa lógica.

Otra opción menos cara es que ya no usemos planchas de concreto, sino adoquines. Las residenciales, en vez de tener planchas de cemento, deberían tener adoquines. Eso facilitaría que ya no haya tantas correntinas, sino que haya más infiltración. En las juntas de cada adoquín, se va metiendo el agua.

Técnicamente, hay soluciones. El punto es que, mucho de esto, pasa por decisiones políticas. Muchas de esas decisiones están permeadas por intereses económicos.

Técnicamente hay salidas, pero el amarre político y económico es lo que, de alguna manera, complica las respuestas.

—¿Este es un tema que la Ley de Agua podría tratar, si algún día se llegará a autorizar?

—Este es un tema central. La estructura de leyes, de normas y de instituciones en el país adolece de una norma de aplicación nacional sobre cómo se gestiona, regula, maneja el agua. Eso es evidente.
No hay una institución que sea responsable del agua, así como tenemos una institución que se encarga de los bosques, una institución que se carga de las áreas protegidas. ¿Quién se encarga del agua?
No hay institución, no hay ley, no hay normas. Habrán algunos reglamentos, pero están muy dispersos. Hay un espacio muy ancho para hacer cualquier cosa con el agua porque realmente no hay nada específico que la regule.

—¿Por qué no hay regulaciones?

—Porque el agua es un factor fundamental para la vida, para el bienestar de las personas y, en Guatemala, es fundamental para la producción agroindustrial.

Entonces, hay un acoplamiento muy marcado entre el uso del agua y la generación de riqueza en el país. El 70% del Producto Interno Bruto, es decir, el indicador que mide la riqueza de un país, depende del uso del agua. Esto quiere decir que los principales productos que generan riqueza en este país, como el azúcar, café, cardamomo, banano, palma de aceite: todos dependen del agua.

Hay una articulación muy estrecha entre la generación de riqueza y el agua. La generación de energía eléctrica también está marcada por el agua. Entonces, la pregunta es: ¿por qué no hay una Ley de Aguas? Tal vez sea por eso.

Por eso es por lo que cada iniciativa de ley que ha entrado al Congreso no ha pasado. De 1950 hasta la fecha, se han presentado más de 50 iniciativas de ley y ninguna ha pasado.

Hay una mano invisible que ha vetado la posibilidad de que haya una norma que regule el uso del agua en el país. ¿Cuál es el anzuelo de las inmobiliarias para enganchar a los compradores? El agua. Y como nadie regula la construcción de pozos, está ahí para el que pueda y quiera. Eso es parte de las articulaciones. Es parte de ese juego de poderes económicos y políticos que han marcado el rumbo de la sociedad guatemalteca.

—Por último, puesto que las soluciones no nos las va a dar el gobierno, ¿la solución más factible para las comunidades es que autogestionen su agua?

—Esa ha venido siendo la tendencia, que cada quien mire cómo se salva. Dados los decrecientes niveles de agua subterránea, la contaminación del 99% de los cuerpos de agua con heces fecales, y la degradación general del entorno natural, y los impactos del cambio climático la disponibilidad de agua se está haciendo crítica.

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Porque ahora ya hay una enorme competencia entre agua de consumo humano, agua para producción agroindustrial, agua para que se sigan conservando todos los otros procesos ecológicos. La vida necesita agua. Hay organismos que viven sin oxígeno, pero no hay ningún ser vivo que viva sin agua. La vida misma requiere del agua.

Tenemos que ponerle más atención y priorizar esto, que es un problema de seguridad humana. Ya es complicado vivir en armonía, ni siquiera hablemos del futuro. Es una cuestión de presente. Ese es el punto.

Una Ley de Aguas es necesaria, pero igual puede que no pase nada. No es solo la Ley de Aguas: hay que hacer muchos cambios y arreglos sociales, económicos, y políticos para que haya más armonía y más posibilidades de que se pueda cumplir con ese sueño de los primeros dos artículos de la Constitución: asegurar el bienestar de las personas en función del bien común.

Esos son los artículos fundacionales del Estado guatemalteco, pero en este momento estamos bastante lejos de alcanzarlo. Y, si no priorizamos un tema como este, la brecha entre el objetivo y la realidad se va a ir haciendo más ancha.

Entonces, tenemos que pensar en la Ley de Agua y en algo más. Hay que estar más sensibilizados y empoderados de la problemática socio ambiental que implica la mala gestión que estamos haciendo de los recursos hídricos.

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Este texto fue elaborado como parte del Programa de Formación Dual de Plaza Pública dirigido a jóvenes periodistas.

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