Normalmente, las formas ficcionales que se escriben sobre la realidad representan un recurso de la producción simbólica literaria que coadyuva a la comprensión política de hechos específicos que han tenido especial relevancia.
En otras ocasiones no hace falta la distorsión con elementos imaginados, sino la contundencia de los hechos reunidos y sistematizados a partir de evidencia empírica montados sobre una tesis decisiva. En ambos casos, las expresiones letradas buscan el objetivo de apoyar la denuncia de determinado acontecimiento político, sea por la impunidad que se cierne sobre los hechos, y por lo tanto la imposibilidad de justicia, o sea por el resarcimiento como efecto de recrear de manera pública sobre lo acontecido.
Recuérdese, por ejemplo, el impacto que tuvo en ensayo periodístico F. Goldman con su Arte del asesinato político en el año 2009, a pocos años de sucedido uno de los hechos criminales más complejos, con aristas en distintas esferas del poder del Estado, como lo fue el asesinato del obispo Juan Gerardi Conedera. El autor recrea, a través de la oscuridad y la sordidez de los hechos relacionados con el magnicidio, una versión de estos que va más allá de lo que pudieron la justicia y sus recursos. El recurso literario también actúa como lente para releer una realidad asumida socialmente, pero la variación de esta permite botar mitos al suelo y, de esta forma, un nuevo ángulo desde el cual observarse a sí mismo.
La lectura imaginada de los acontecimientos alrededor de la firma de la paz que se permite Mario Roberto Morales en Jinetes en el cielo es una mirada alternativa que denuncia de manera implacable la intricada red de intereses individuales y sectoriales de los protagonistas de la conclusión formal del que sería uno de los eventos de la historia reciente, con más secuelas en todos los ámbitos de la vida de los guatemaltecos.
Los hechos de la realidad como veta para el material literario resultan casi inagotables en un país como este, en el que se impone la sensación de que todo está por hacerse. Es más, resultan seguramente imprescindibles las plumas de las mentes geniales que han imaginado la realidad a través de pequeñas variaciones que a su vez permiten otro efecto político del que socialmente hemos asumido. Sin embargo, la roca no se agota, pero requiere el momento adecuado para clavar el pico que revele esa nueva mirada.
A veces es necesario que pase mucho tiempo antes del momento pertinente para que un hecho sea abordado o ficcionado por un autor atrevido. Otras veces, el desafío es de tal magnitud que solo el elegido podrá escribir sobre un hecho normalmente sensible. La tentación de muchos que a su vez han sido parte del hecho que quieren revelar a través de una producción literaria les ha significado una obra desautorizada o poco creíble porque su propia condición, implicada, los inhibe de presentar una versión, aunque esta sea ficticia.
Me parece que algo parecido ha sucedido con Hombres de papel, relato ficticio sobre la relación íntima entre Asturias el nobel y Asturias el guerrillero, el padre y el hijo. Oswaldo Salazar nos ha permitido una mirada interna de un referente relevante de la literatura hispanoamericana que a su vez se constituyó en referente nacional en el ideario simbólico de la construcción de identidad nacional. Seguramente la prosa de Salazar irrumpe en la mítica figura para revelar sus luces y sus oscuridades, como las de cualquier humano.
Aún hay muchas obras no escritas, quizá porque no les ha llegado su momento o quizá porque el temor de los fantasmas y de las pasiones que se levanten es muy grande. Aún no se ha escrito, en mi opinión, la gran novela romántica de la guerra reciente. En su momento, alguien hará una obra maestra sobre la épica de la guerra. Llegado su tiempo, alguien escribirá el relato en clave de novela noire sobre los hechos enredados que llevaron al general presidente que terminó como simple ladrón especializado y encerrado en los muros de su propia ambición. Aún más desafiante, se necesitará una pluma que desmitifique completamente las prácticas del movimiento guerrillero y deje expuesto con crudeza que dos enemigos enfrentados en una guerra recurren al final del día a las mismas prácticas.
Solo esas narrativas aún no escritas irán proveyéndonos de nuevos referentes simbólicos que a su vez permitirán una nueva legitimidad política para afianzar la identidad nacional.
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