Algunas de ellas son la ley contra las maras, la ley contra el terrorismo, la ley antiaborto y contra el matrimonio entre homosexuales y la iniciativa a favor de restaurar la pena de muerte. Con estas propuestas, a veces uno quisiera que los diputados no tuvieran iniciativa.
Por ahí por mediados de 1996, un amigo se enamoró perdidamente de una danesa que visitó Guatemala. Al parecer, fue tal el flechazo que le propinó la chica a este pobre paisano que, cuando ella se regresó a su tierr...
Algunas de ellas son la ley contra las maras, la ley contra el terrorismo, la ley antiaborto y contra el matrimonio entre homosexuales y la iniciativa a favor de restaurar la pena de muerte. Con estas propuestas, a veces uno quisiera que los diputados no tuvieran iniciativa.
Por ahí por mediados de 1996, un amigo se enamoró perdidamente de una danesa que visitó Guatemala. Al parecer, fue tal el flechazo que le propinó la chica a este pobre paisano que, cuando ella se regresó a su tierra natal, mi amigo no tuvo más remedio que seguirla. Los jóvenes enamorados fueron a parar a la casa de los padres de la muchacha. La familia vivía en un pueblito cualquiera en las afueras de Copenhague (como decir Retalhuléu por acá).
Los días pasaban gustosos para aquellos tórtolos, que vivían entre la cama y la cocina. Un día ocurrió que la chica le confesó a mi amigo su intención de entregarle lo más preciado para ella, su adorable trasero de 20 años. No hace falta describir la cara de bienaventurado que puso mi amigo al escuchar aquella promesa de amor.
Sin embargo, por disposición de la chica, ella debía platicar antes con su madre para que la señora le explicara las técnicas necesarias en tan delicado arte.
Así se hizo. Para sorpresa de mi amigo, la señora requirió que el latin lover chapín se hiciera presente en la conversa. Mi amigo cuenta que llegó un poco apenado a la cocina, donde estaban su suegra y su amante. Allí, con la mayor tranquilidad, paciencia y destreza, la señora les explicó en detalle cómo debía realizarse la acción para que la práctica fuera placentera y no causara daños a ninguna de las partes, en especial a la chica (y específicamente en su recinto posterior). Sin prejuicios, con leguaje sencillo y con mucha sensatez, aquella matrona pueblerina les explicó las artes del sexo anal.
Guatemala está a años luz de ser esa sociedad danesa rural del siglo pasado. Pero, viendo lo creativos que están algunos diputados y en apego a ese espíritu medieval imperante en el actual Congreso guatemalteco, me atrevo a sugerirles a los padres de la patria que evalúen aprobar una ley para prohibir el sexo anal.
Considerando la falta de educación sexual en la población. Considerando que todo lo que sabe la mayoría de la población lo ha aprendido de videos porno de mala calidad. Considerando que la mayoría de los hombres aún no manejan el arte del coito vaginal. Considerando que los padres de familia no quieren asumir la sexualidad como algo normal y prefieren mirar a otra parte antes que conversar con sus hijos para brindarles la información y el apoyo correspondientes. Considerando que muchas madres no tenemos la madurez ni la sensatez de aquella campechana danesa del siglo pasado para enseñarles a nuestros hijos las artes del sexo anal. Considerando que la mayoría de los hombres no han experimentado una cornada embustera en su propia retaguardia como para medir las consecuencias.
El Congreso de la República acuerda una ley para prohibir taxativamente el difícil arte de dar por detrás a sus compañeras sexuales. Quienes infrinjan esta ley podrán ser denunciados ante los tribunales correspondientes so pena de muerte. Esta norma queda vigente hasta que los varones no dominen con gracia y efectividad el sexo vaginal.
Firman los padres de la patria.
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