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Una movilidad que no nos cueste la vida

Estudios han demostrado que los barrios con una alta actividad peatonal tienden a ser más seguros, ya que la presencia constante de personas actúa como un disuasivo natural contra la delincuencia.
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Una movilidad que no nos cueste la vida

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La movilidad urbana es un desafío cada vez más apremiante en un mundo donde la población urbana crece exponencialmente y los recursos naturales se vuelven más escasos. Ante este panorama, es crucial replantear nuestra forma de desplazarnos en las ciudades si queremos evitar que la movilidad se convierta en una amenaza para nuestra seguridad y calidad de vida. Es necesario adoptar un enfoque que priorice la eficiencia, la seguridad y la equidad en el acceso a los diferentes medios de transporte.

La movilidad urbana es un desafío cada vez más apremiante en un mundo donde la población urbana crece exponencialmente y los recursos naturales se vuelven más escasos. Ante este panorama, es crucial replantear nuestra forma de desplazarnos en las ciudades si queremos evitar que la movilidad se convierta en una amenaza para nuestra seguridad y calidad de vida. Es necesario adoptar un enfoque que priorice la eficiencia, la seguridad y la equidad en el acceso a los diferentes medios de transporte.

Una premisa fundamental es que para lograr una movilidad más eficiente, debemos invertir en aquellos medios de movilización que transporten a más personas ocupando menos espacio y gastando menos recursos. Esto implica fomentar el uso del transporte público, como autobuses, trenes y tranvías, sobre el transporte privado, como automóviles y motocicletas. No solo reduciríamos la congestión del tráfico, sino que también disminuiríamos la contaminación atmosférica y la huella de carbono asociada al transporte individual.

La seguridad ciudadana no se logra simplemente concibiendo a todas las personas como potenciales usuarios de carro o moto, asumiendo que todos pueden o desean conducir esos vehículos, congestionando así las calles. Al contrario, es importante crear entornos urbanos que fomenten la presencia de peatones y promuevan la interacción social.

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Por otro lado, nadie debería de estar en riesgo por transportarse; sin embargo, las estadísticas indican que la mortalidad por hechos viales en el país es alarmante. Estudios han demostrado que los barrios con una alta actividad peatonal tienden a ser más seguros, ya que la presencia constante de personas actúa como un disuasivo natural contra la delincuencia. Por lo tanto, es crucial diseñar ciudades con varios centros urbanos compactos y espacios peatonales atractivos que fomenten la movilidad activa y la cohesión social.

Además, debemos cuestionar la idea de que todos puedan y deban poseer un automóvil o una motocicleta y analizar los factores que los obligan a hacerlo. La construcción de vías y la planificación urbana no deberían centrarse exclusivamente en el tráfico de vehículos de combustión privados, sino también en mejorar las condiciones de los medios de transporte público y las áreas peatonales. Esto no solo sería más sostenible desde el punto de vista económico y ambiental, sino que también promovería una distribución más equitativa del espacio público.

Una ley de movilidad integral es esencial para organizar a todos los sectores y entidades responsables de la movilidad urbana. Esta ley debería tener como objetivo principal garantizar la seguridad y la equidad en las calles, no solo en las grandes ciudades, sino también en las ciudades emergentes que tienen la oportunidad de construir una infraestructura urbana más sostenible desde el principio. Imaginemos ciudades donde la diversidad de opciones de transporte nos brinde la libertad de elegir cómo desplazarnos: caminar, andar en bicicleta, tomar el autobús o el tren, o conducir un automóvil o una motocicleta. La verdadera libertad de movilidad radica en poder elegir el medio que mejor se adapte a nuestras necesidades y valores.

En resumen, una movilidad que no nos cueste la vida es aquella que prioriza la eficiencia, la seguridad y la equidad en el acceso a los diferentes medios de transporte. Para lograr este objetivo, debemos invertir en transporte público, crear entornos urbanos seguros y atractivos para los peatones, cuestionar el paradigma del automóvil como única opción de movilidad y promulgar leyes que garanticen una planificación urbana sostenible y equitativa. Solo así podremos construir ciudades donde la movilidad sea un derecho para todos y no una amenaza para nuestra vida y bienestar.

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