Oliverio Castañeda de León, en ese entonces secretario general de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), de la Universidad de San Carlos de Guatemala, fue ejecutado extrajudicialmente. El operativo incluyó la participación de varios vehículos y agentes vinculados a los servicios de seguridad del Estado. Su asesinato, que aún permanece en la impunidad, marcó el punto de partida para la ofensiva de la represión contrainsurgente en la capital. Antes de Oliverio habían sido secuestrados, torturados y ejecutados los dirigentes estudiantiles de secundaria Leonel Caballeros y Robin García, en 1977. En 1977 fue asesinado también Mario López Larrave, abogado laboralista.
Diversos sectores de la organización social y popular en el centro nervioso del poder, la capital, fueron diezmados mediante operaciones represivas contra su liderazgo. La ejecución de Oliverio, anunciada por un escuadrón de la muerte formado por los partidos que gobernaban, fue realizada por una unidad estatal dedicada a estos hechos. Los documentos rescatados del Archivo Histórico de la Policía Nacional (AHPN) han mostrado cómo hubo una etapa de vigilancia y seguimiento a Oliverio, a tal grado que se han encontrado fotos de manifestaciones en las cuales se lo enfoca y se muestra que se lo marcó sobre la pierna con una cruz hecha con bolígrafo.
El golpe que la ejecución de Oliverio representó al movimiento estudiantil fue brutal y mostró que la aniquilación de este había arrancado. Y así fue, puesto que pocos días después, el 6 de noviembre exactamente, fue secuestrado Antonio Ciani García, quien asumió la conducción de la AEU luego del asesinato de Oliverio. Por mandato estatutario, Ciani se hizo cargo de la entidad estudiantil y con ello encabezó las movilizaciones de protesta por el asesinato. Al secuestrarlo y desde entonces mantenerlo desaparecido, la estrategia contrainsurgente pensó en la aniquilación de la AEU.
Pero eso no sucedió. No en se momento al menos. Bajo la persecución constante, el grupo a cargo de la asociación estudiantil cumplió su mandato, mantuvo su actividad y ni siquiera cerró sus puertas. Sorteó la vigilancia y el hostigamiento de las fuerzas de seguridad y sus secuaces. Luego inició un movimiento de reforma para garantizar que quien estuviera al frente de la AEU fuese un colectivo, y no una figura individual, a fin de proteger al liderazgo. En ese proceso, mediante asambleas en las escuelas y unidades facultativas, se presentó la propuesta, la cual fue aprobada en una asamblea general de la AEU en la histórica plaza Rogelia Cruz, en abril de 1979.
La persecución se mantuvo. Varios colectivos al frente de la AEU, desde 1979 hasta 1989, enfrentaron persecución, desaparición forzada o ejecuciones. Luego, un período corto de respiro para la recuperación hasta que 20 años atrás la AEU cayó en manos de la mafia. Hoy, con un proceso de rescate en marcha, es de esperar que ese objetivo sea el motor que dinamice un renovado movimiento estudiantil universitario. ¿Habrá diferencias de criterio y de opinión? ¡Por supuesto! No hay que temerles. Hay que aprovecharlas y utilizarlas como mecanismo de riqueza social y como nutriente para el cambio.
De llegar a ese puerto, que significaría el verdadero rescate de la entidad estudiantil, habremos dado pasos iniciales para dignificar la memoria y el ejemplo del joven de 23 años cuya vida fue truncada. Poner de nuevo la AEU al servicio de las causas populares y sociales, de la defensa del territorio, del derecho de los pueblos, de los derechos de las mujeres, las niñas y los niños, de los derechos de todas y todos, será el mejor homenaje a Oliverio. Mientras, seguiremos en la necia pero justa batalla por la memoria, la verdad y la justicia.
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