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Dos mujeres trans, trabajadoras sexuales, esperan en una de las calles del Trébol, en la zona 7 en Ciudad de Guatemala, en octubre 2022. Cristina Chiquín

Las mujeres de El Trébol resisten organizadas

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Las mujeres de El Trébol resisten organizadas

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Ellas se unen para hablar de sus problemas, de sus vidas y de sus miedos, se acompañan durante las noches en las que buscan clientes, se abrazan ante la muerte violenta de alguna de sus compañeras y se prometen estar allí cuando la otra la necesite. Ante la violencia que sufren a diario y con policías que lejos de ayudar son parte del problema, las mujeres trans que trabajan en El Trébol lo ven claro: lo único que tienen es a sus compañeras y organizarse ha sido la respuesta.

El Trébol es un sitio ruidoso. Concurrido. Allí se puede encontrar desde un par de calcetines, una película pirata o electrodomésticos, hasta una habitación de hotel alquilada por horas. Este lugar que une las zonas ocho, siete y doce de la ciudad de Guatemala, también une a un grupo de mujeres trans, trabajadoras sexuales, que a diario luchan por sobrevivir en medio del crimen organizado y otros tipos de violencia.

De acuerdo con un informe  de The Task Force for Global, hasta  2015 había alrededor de 4,800 mujeres trans trabajadoras sexuales en Guatemala. Estas mujeres se enfrentan a desigualdad y discriminación, así como a actos de violencia que van desde agresiones verbales, abuso físico y sexual, hasta transfemicidios.

Ante esta realidad, Janeth Contreras junto a otras compañeras, decidieron conformar el colectivo Mujeres Trans Trabajadoras Sexuales de El Trébol, para organizarse y defenderse de la transfobia. Iniciaron en 2009 con menos de diez integrantes, ahora son más de veinte y constantemente reciben a nuevas socias.

Dentro del quehacer cotidiano de las integrantes del colectivo están las reuniones de formación e información sobre derechos humanos, así como reuniones de coordinación con el movimiento LGTBIQ+, también proporcionan condones y educación sexual.

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Janeth tiene 57 años y ejerce el trabajo sexual desde los 22. Ha visto cómo la violencia arrebata las vidas de sus compañeras. Lamenta los asesinatos de cinco de ellas, a causa de  la transfobia. Esa fue una de las razones para unirse y procurarse seguridad entre ellas.

Las noches en El Trébol son desafiantes, las integrantes del colectivo se reparten en diferentes áreas, pero siempre se acompañan en pares o en grupos más grandes para cuidarse entre sí. Cuando el sol se oculta, empiezan a llegar a sus puestos de trabajo, algunas van ya maquilladas, otras terminan de arreglarse en la calle. Están atentas, saben que el agresor podría ser cualquiera.

Alexca quien es parte del colectivo, comenta que solo gracias al apoyo entre compañeras logran sobrellevar la discriminación y las humillaciones que sufren.

Las diversas luchas

Aparte de la lucha contra la violencia, ellas también luchan por la salud integral y por pensiones para las adultas mayores que no cuentan con seguridad social. Juanita, una trabajadora sexual de 70 años, murió durante la pandemia del COVID-19 en 2022 porque no recibió atención médica a tiempo. Ese año también perdieron a Chayo, una compañera de 24 años que decidió suicidarse debido a la falta de empleo y a la discriminación que sufría a diario.

Muchas de las integrantes del colectivo tienen otros trabajos aparte del trabajo sexual. Janeth  elabora arreglos florales y coronas que vende cerca del cementerio La Verbena, también hace trabajos de confección y costura. Otras venden comida o son operarias en maquilas, muchas se han empleado como  meseras en comedores de ferias en donde les pagan Q30 diarios. Constantemente reciban maltrato y discriminación por sus empleadores y necesitan tener varios empleos para poder sobrevivir.

Cada vez que se reúnen tienen la oportunidad de compartir, son compañeras de trabajo, pero también amigas y algunas se sienten como hermanas. Ríen, cantan, hablan de sus problemas, sus amores y desamores, así como oportunidades y sueños.

Todas se sientan alrededor de Janeth, quien dirige las reuniones y comparten de una forma más tranquila que como cuando lo hacen cuando están en las calles del Trébol. El local donde se reúnen, que también es una casa de alquiler de cuartos de habitación, se llena cada dos semanas con la presencia de las integrantes del colectivo. Mientras afuera el trajín del lugar continúa su marcha, ellas aprenden y se acompañan durante varias horas. Las adversidades parecen disminuir entonces.

«Nos llevamos como que fuéramos primas, hermanas, a mí me tratan como que fuera su mamá o su tía, me respetan mucho y por eso es que he dado la cara por ellas, porque hemos sufrido demasiado. Nos indigna que alguna de nosotras viva violencia, entonces estamos todas para apoyarnos cuando pasa esto; tenemos nuestras diferencias, pero lo solucionamos con diálogo», dice Janeth.

Nancy Sucul y la violencia del Trébol

A Nancy Sucul de 23 años y de origen q’eqchi, sus compañeras la recuerdan con cariño. Cuando llegó a la capital era un hombre gay, pero junto a ellas sintió la libertad de mostrarse como transexual. Les contó que en Cobán su familia la rechazaba y que por eso había decidido migrar.  Llegaba con ganas de superarse y de estudiar. Trabajó en el mercado como cargadora y después empezó a vender verduras.

Así como Nancy, muchas de las integrantes que han salido de entornos de rechazo encuentran en el colectivo un espacio de familia y amistad. Nancy halló con las mujeres del Trébol también un apoyo para rehabilitarse del alcoholismo. Ella, como muchas de sus compañeras, sufría de adicciones debido a sus difíciles historias de vida.

El dos de julio de 2022, después de haber atacado en varias ocasiones física y verbalmente a Nancy, Bersavi Revolorio Najarro la asesinó. Los ataques transfóbicos habían durado meses, al punto de haberle provocado la pérdida de dentadura. Ese dos de julio, en una de las calles del Trébol, Revolorio le disparó en la boca a Nancy

«Ella no estaba drogada ni en estado de embriaguez, nos consta porque nosotras estábamos con ella y por cinco minutos que nos separamos, él llegó y la mató, le dio un balazo en la boca. Tratamos de auxiliarla porque aún estaba con vida cuando la encontramos, aún caminaba desorientada a pesar de la herida. Ella misma se subió sola a la ambulancia, pensamos que iba a vivir, pero antes de llegar al hospital falleció», cuenta Janeth.

La muerte de Nancy indignó a las integrantes del colectivo. Durante el proceso, aparte de tener que vivir con el dolor de la ausencia de su compañera, tuvieron que enfrentarse a la falta de reconocimiento de la identidad de Nancy y a que en la investigación se usara su nombre de nacimiento: Ismael Absalon Sucul Tut.  Gracias a la lucha del colectivo, en el acta de defunción se registró su nombre elegido: Nancy Sucul.

Después de la muerte de Nancy, Carolina quien ejerce el trabajo sexual en el Trébol desde hace cuatro años, comenta que tienen temor de que les pase lo mismo, viven con miedo a la espera de que se haga justicia. Como querellantes del caso, Janeth Contreras  teme represalias contra alguna de las integrantes.

«Nos sentimos vulnerables y en peligro ya que Bersavi Revolorio Najarro no debe de estar solo, él está en prisión y debe de tener más odio a nosotras y más conmigo porque yo salí en las noticias y además yo como coordinadora del colectivo soy la parte acusadora en este proceso, ya que es mi deber velar por mis compañeras y que la muerte de Nancy no quede impune», afirma Janeth.

Bersavi Revolorio Najarro fue hallado culpable en enero de 2023  por el  Tribunal Décimo Unipersonal, se le impuso una pena 21 años por el asesinato de Nancy. Sin embargo, en la sentencia no se reconoce como transfemicidio debido a que no está tipificado en el código penal. La pena es por homicidio en contra de la identidad biológica de Nancy. 

Otras agresiones

La muerte de Nancy no es la única que ha sufrido el colectivo. Otras mujeres han sido asesinadas violentamente. En 2019 fue asesinada Joselyn, en 2018 Nancy Vásquez y, ese mismo año, Paola Fajardo.

Otro problema al que se enfrentan es al no reconocimiento de su identidad, en los procesos jurídicos o médicos donde se usan sus nombres impuestos biológicamente y sus nombres de identidad son usados como alias. Esto molesta al colectivo.

Además, comentan que algunas veces la Policía Nacional Civil las asedia y criminaliza.

«Lo que quieren es vernos presas a todas, aunque seamos inocentes, porque tienen el uniforme creen que pueden estar agrediéndonos, nos piden documentos, nos toman fotografías y no tienen derecho a hacerlo. Los clientes no entran porque les da miedo que la policía mire, nos ha bajado mucho el trabajo, nos sentimos atrapadas. Tenemos miedo de que cuando nos registren nos metan droga o armas para detenernos. No tienen derecho hacerlo y se lo hemos dicho, pero nos golpean si decimos algo», dice  Janeth.

Se consultó a la vocería de la PNC sobre el accionar de sus elementos y denuncias que hayan tenido de parte de las mujeres trabajadoras sexuales en el Trébol, pero hasta el momento no se obtuvo ninguna respuesta.

Las integrantes del Colectivo Trébol, se han mantenido organizadas dentro de un espacio donde se les vulnera. Eso no las ha detenido, están organizadas y luchan por sus vidas, derechos e identidad.

«El colectivo nos tiene unidas y luchamos para que los crímenes que hay en contra nuestra no queden en silencio y en impunidad. Queremos luchar por nuestros derechos porque todos tenemos derechos». dice Alexca y completa: «estamos juntas como una familia, cuando estoy triste cuando tengo un problema, me refugio con ellas porque siento que ellas son parte de mi familia».

 

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Esta fotogalería fue realizada con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa ¡Exprésate! en América Latina.
 
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