Entre los grupos excluidos de la dinámica política, están los migrantes y particularmente las mujeres migrantes. Ellas constituyen un 28 por ciento del millón y medio de personas que han migrado a Estados Unidos, y aportan con su trabajo a las remesas que, según el Banco de Guatemala, representan un 11 por ciento del PIB. Sin embargo, este peso en la economía no se visibiliza y menos aún se traduce en un reconocimiento a sus derechos como ciudadanas.
El Estado no ha establecido, hasta ahora, los mecanismos para garantizar los derechos a elegir y ser electas a las ciudadanas guatemaltecas, ni dentro ni fuera de las fronteras. Este es un síntoma de la democracia restringida que existe en el país, donde persisten limitaciones legales, institucionales, económicas, históricas y culturales que impiden la participación plena de las mujeres, a quienes aún se ve como ciudadanas de segunda categoría o, como en el caso de las migrantes, ni siquiera son visibles.
Diversas voces, entre otras el Grupo Articulador, que reúne a organizaciones sociales y académicas que trabajan la problemática migratoria, la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala, y Mujeres Abriendo Caminos, iniciativa pionera en la lucha por los derechos de las migrantes que surgió en el 2007 en Los Angeles, California se han pronunciado para que las y los migrantes voten en las elecciones generales, y que ejerzan el derecho a postular candidaturas para contar con representantes que velen por sus intereses y demandas en el Congreso de la República. En esas postulaciones, plantean, debe incluirse a mujeres e indígenas.
Mujeres migrantes con más conciencia de sus derechos
Azalea Vásquez Ryckman, de Mujeres Abriendo Caminos, quien migró hace 15 años a Estados Unidos plantea que “la participación de las mujeres migrantes aún es pobre porque no se reconoce su presencia ni el trabajo que realiza. Muy pocas veces es escuchada”. Recalca que “tener derecho al voto es de suma importancia, porque somos una mayoría que aporta de muchas formas al país, sobre todo por medio de las remesas. Pero además, muchas mujeres han entendido más el proceso político cuando salen del país, la visión les cambia y la conciencia también. Por eso el voto es importante para la mujer porque ayudaría a procesos de cambio y reconstrucción con una visión más amplia, justa y democrática”.
Desde Miami, Florida, Blanca Mendoza de la Fundación Guatemalteca Hispanos sin Fronteras y de la Organización Iq-balam reitera: “las mujeres tenemos los mismos derechos para elegir y ser electas, porque la igualdad está contenida tanto en la Constitución de la República como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos ¿por qué negarnos ejercer ese derecho a las mujeres migrantes? Nosotras somos agentes de cambio y progreso tanto para nuestro país de origen como para el país de destino. Por eso, en las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos se deben garantizar nuestros derechos dentro y fuera de nuestro país”.
Estas ideas se inscriben en la propuesta de una ciudadanía transnacional, que además contempla la equidad de género y etnia, una perspectiva incluyente que va más allá del país de origen de la población migrante, y que “se instaura en un plano binacional, o si se quiere, multi o transnacional”. Un debate en el que las voces de las mujeres migrantes no pueden faltar.
* Ana Silvia Monzón es socióloga, investigadora y comunicadora social. Coordinadora y profesora de la Maestría en Estudios de Género y Feminismo en FLACSO-Guatemala. Cofundadora de las iniciativas de comunicación Voces de Mujeres, Red Mujeres al Aire, Mujeres Abriendo Caminos y Mujeres Convocando (TV Maya). Participa en el Consejo Editorial de La Cuerda. En el 2010, ganó un premio regional convocado por la Universidad Centroamericana y el PNUD de El Salvador, por su tesis doctoral “Mujeres, ciudadanía y migración en el contexto de la migración internacional hacia Estados Unidos”. Ha publicado artículos, ponencias y ensayos. Es optimista y feminista por instinto de conservación.
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