El transfuguismo se refiere a cuando alguien abandona la agrupación política por la que fue electa y se une a otra. Esta realidad, evidencia el escaso o nulo vínculo que existe entre los partidos políticos y sus cuadros electos, pero también refleja el limitado o nulo nexo de los partidos con la ciudadanía, ya que no les importan las decisiones del electorado.
En la pasada legislatura, más del 50% de los diputados cambiaron de partido. En casos particulares, hasta en tres ocasiones. En la actual, la situación no ha sido muy diferente: la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) entró con 51 diputados, pero a junio de 2010 contaba con 33 y actualmente tiene 40. La Gran Alianza Nacional (Gana) obtuvo 37 y los fue perdiendo progresivamente: a junio de 2010 registraba 26 diputados y hoy por hoy, 17. En este contexto, las bancadas Guatemala y Libertad Democrática (Líder), son producto de este fenómeno. La Guatemala se creó por divisiones en la Gana y la Líder, por la fragmentación en la UNE.
A pesar de que existen partidos que se muestran más sólidos —tales como el Patriota (PP), el Unionista (PU) y el Frente Republicano Guatemalteco (FRG, hasta los primeros meses del 2010) —, han sufrido alguna pérdida que evidencian la debilidad de los vínculos entre los diputados y las organizaciones por las que fueron electos. El caso del FRG es interesante, ya que era considerado un partido con disciplina, así como con vínculos fuertes de sus principales figuras con el partido. Sin embargo, no tardó en desmembrarse, justamente a través de las supuestas figuras más sólidas.
¿Por qué ocurre esta situación? En época no electoral, por intereses personales, por deseo de sobresalir, se buscan espacios donde tener más posibilidades y beneficios. En época preelectoral o electoral, la principal motivación es asegurar la reelección, y cuando el partido que los llevó al hemiciclo ya no tiene muchas posibilidades o no da los espacios esperados, pues se buscar otro.
¿Dónde queda entonces la voluntad del elector que los llevó al hemiciclo? Pareciera más bien que esta no tiene ninguna importancia. El transfuguismo descarado e inescrupuloso, como se da en Guatemala, deteriora al sistema, pues los electores votan por una organización política, no por el representante. Por lo tanto, al migrar a otro partido, traiciona en alguna medida la voluntad popular expresada en las urnas. En este sentido, el cambio de partido es una suerte de fraude para con los electores, ya que se alteran correlaciones de fuerza que no son producto de las elecciones sino de los juegos políticos, haciendo aun más difícil que las y los ciudadanos se sienta identificados o representados con el actuar de sus representantes.
Hasta la fecha, no existen restricciones en la legislación que eviten esta situación.
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