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“El neoliberalismo y descuidar la seguridad nos tienen mal”

Los partidos deben decidirse a retomar el poder, la dirección política del país. Tienen que reiniciar un proceso encaminado a formar dirigentes, permitir la reelección presidencial, evitar el transfugismo, etcétera.
Se reduce el Ejército, lo cual era correcto, siempre y cuando hubiera habido una enorme inversión en la Policía para que fuera un proceso inversamente proporcional, pero ocurrió lo contrario.
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“El neoliberalismo y descuidar la seguridad nos tienen mal”

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Por su experiencia en política desde hace más de cuatro décadas, Vinicio Cerezo
(Ciudad de Guatemala, 1942) pareciera que ya tuviera ensayadas las respuestas: no titubea, medita poco, no se exalta y sonríe en frecuencia. Siempre va al grano: comparte las que considera causas de la inseguridad actual, a la vez que critica al empresariado y a la clase política, al tiempo que expone posibles fórmulas para corregir el rumbo.

El primer presidente de la era democrática —1986-1991— atiende en su despacho de la zona 13 capitalina, rodeado de cuadros (desde un doctorado honoris hasta un amarillento cartel, de 1978, donde se promueve como candidato a alcalde), órdenes conferidas por gobernantes latinoamericanos y una espada de la escuela de cintas negras, recuerdo de su maestro Julio García.

En la actualidad, Cerezo se dedica a atender la Fundación Esquipulas para la Integración Centroamericana, creada en 2008 y que para el 14 y 15 de junio organizó el II Foro Regional Esquipulas “Pensar Centroamérica”, al que asistieron los gobernantes de Guatemala, Honduras y República Dominicana.

El país ya es foco de atención internacional permanente debido al avance del narcotráfico. Es evidente la preocupación de expertos civiles y militares colombianos, mexicanos, estadounidenses.

No solo Guatemala, también Honduras y El Salvador. Incluso, Costa Rica está empezando a ser víctima de una fuerte campaña de penetración de dinero no absolutamente legal y de grupos que aprovechan su cercanía con Panamá y Colombia.

La larga frontera con México nunca la hemos vigilado, controlado ni atendido correctamente, salvo durante mi Gobierno, por razones de carácter político-militar, pues era usada por la guerrilla para ir a campamentos de descanso, de entrenamiento.

Al firmarse los acuerdos de paz, se envió el mensaje de que los problemas de seguridad habrían terminado y los presidentes no pusieron énfasis en eso. Había una concepción, más bien política, contra el Ejército, de desmantelar la fuerza que se consideraba políticamente negativa. Sin fortalecer a la Policía, el país se quedó con niveles muy bajos de seguridad.

Digo eso porque lo que estamos viviendo ahora es consecuencia de haber descuidado el tema de la seguridad y por la imposición de la teoría económica neoliberal.

¿Lo segundo se “legalizó” con la reforma aprobada durante el gobierno de Ramiro de León Carpio, donde se abstuvo el 85 del electorado?

Esa fue una de las consecuencias del autogolpe de Jorge Serrano Elías —en mayo de 1993— y su posterior relevo, pues ese hecho abrió las puertas para que todo se echara a perder. Las modificaciones a la Constitución —enero de1994— fueron terribles para el sistema económico de Guatemala. Posterior a esa reforma se le dio el poder total a un pequeño grupo de empresarios.

A partir de la etapa del presidente de León Carpio, los gobiernos fueron influidos, definitivamente, por la teoría neoliberal de desmantelamiento del Estado. Eso incluyó disminuir la atención a la Policía y bajarle la capacidad operativa al Ejército. En consecuencia, el Estado se quedó sin la capacidad punitiva para controlar la seguridad e imponer la ley y el orden en el país.

Quien mejor aplicó esas fórmulas neoliberales, dicen algunos expertos, fue la administración del presidente Álvaro Arzú.

De él en adelante se inicia un proceso de privatización y desmantelamiento del Estado que lo debilita. Después, con el presidente Oscar Berger, se reduce el Ejército, lo cual era correcto, siempre y cuando hubiera habido una enorme inversión en la Policía para que fuera un proceso inversamente proporcional, pero ocurrió lo contrario: la Policía no creció, se desmanteló al Ejército y se le quitó la capacidad operativa. Esa factura la estamos pagando en este momento.

¿Y qué se debe hacer para revertir los efectos de esas políticas y así rectificar en el punto de la seguridad?

Es un tema muy complicado, aunque la respuesta es obvia: hay que iniciar un proceso inverso de fortalecimiento del Estado en algunas áreas para el cumplimiento adecuado de sus deberes (seguridad, presencia territorial en servicios e infraestructura, además de promover desarrollo económico y social).

Aunque sin dejar fuera al empresariado.

Es indudable que la empresa privada tiene un papel muy importante en el crecimiento económico. Sin embargo, el desarrollo económico de todos aquellos sectores sin oportunidades ni crédito ni conocimiento tiene que ser respaldado por el Estado.

Hubo un poco de ceguera de futuro de parte de los grupos económicos, especialmente monopólicos, porque ahora también están siendo víctimas de la violencia, de los secuestros, de la pérdida de su papel hegemónico en la cuestión económica del país. El narcotráfico y el crimen organizado no solo utilizan las mecánicas del sector privado para funcionar, sino que condicionan y obligan a algunos grupos de ese sector a permitirles operar.

Ahora el poder económico ya no es fundamental para la toma de decisiones políticas, al punto de que no tiene un candidato presidencial.

Pero se sigue oponiendo a la reforma tributaria, como ocurrió cuando usted era presidente y le organizaron un paro empresarial.

Lo obtuso de su visión los conduce a seguir manteniendo posiciones ideológicas que están fuera de época. Ellos pelearon por la libertad económica del neoliberalismo, pero no aceptaron las responsabilidades sociales que eso implica. La peor consecuencia de esa falta de visión, de quitarle al Estado la capacidad de cumplir con su función en diversos aspectos de la vida social, hace que la gobernabilidad en el país sea muy difícil.

El sistema tributario debe ser modernizado: que paguen más los que más tienen, además de que se deben suprimir las mecánicas legales que permiten la evasión.

Muchas de las reformas, como la tributaria, pasan por el Congreso. ¿Usted cree que van a ocurrir en la próxima legislatura, donde se mantendrán y ampliarán los clanes familiares, los personajes que defienden intereses corporativos y algunos políticos vinculados a actividades ilegales?

Los partidos deben decidirse a retomar el poder, la dirección política del país. Tienen que reiniciar un proceso encaminado a formar dirigentes, permitir la reelección presidencial, evitar el transfugismo, etcétera. Los partidos podrían reformar la ley electoral y obligar al Estado a financiarlos para no depender de los grupos privados.

El sistema, insisto, debe corregirse o está condenado a ser sustituido por una burocracia financiada por los sectores empresariales. Las personas que incursionan en política y son financiadas por una compañía van a trabajar para esta, no para el Estado, ni para el partido ni para la gente.

Una de las consecuencias de ese sistema con tantas deficiencias es que la ciudadanía rechace la actividad política y a los políticos.

La gente cada día más se suma al rechazo del sistema, porque no está recibiendo lo que esperaba. Por eso considero que hay temas fundamentales para los políticos: contar con un proyecto histórico, tener objetivos nacionales que compartir con otros partidos para poder establecer acuerdos de políticas de Estado y darse cuenta de que el papel fundamental de un político es trascender históricamente. No es llenarse de plata ni volverse multimillonario.

Desde la fundación que presido estamos tratando de propiciar un acuerdo interpartidario sobre ciertas políticas del Estado e insistimos en algunos conceptos. Por ejemplo, los partidos deben ejercer el poder político en función de objetivos nacionales y desarrollar campañas de formación. Los partidos deben tener autoridad moral y capacidad para poder orientar los destinos del país.

¿Y cree que se puede lograr?

En los últimos años, los partidos han tenido miedo. Por quedar bien con los grupos de poder económico para obtener financiamiento para sus campañas electorales, los partidos no han ejercido el poder político, si no que han funcionado para otros grupos de interés.

Si los partidos no establecen esos acuerdos que he mencionado, será el fracaso del sistema. La ruta de regreso, lamentablemente, está en manos de los políticos. Digo lamentablemente, porque están centrados una lucha de corto plazo de ver quién gana las próximas elecciones.

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