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La noche del fraude electoral y los canapés en Bejucal

«No me digan nada ahora, porque ahora hay que estar serios. Estamos arrechos. No podemos estar riéndonos»
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La noche del fraude electoral y los canapés en Bejucal

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Langostinos, trozos de sashimi, pizzas de sushi, mini pizzas con pesto y tequeños precedieron, dentro del Comando Con Venezuela, el anuncio electoral que dio a Maduro una victoria cuestionada dentro y fuera del país.

En el Comando Con Venezuela hubo una señal de que algo andaba mal antes de que el ente comicial anunciara los resultados de las presidenciales y de que estos se interpretaran como un fraude electoral. Justo después de que el dirigente de Un Nuevo Tiempo, Omar Barboza, pidiera al Consejo Nacional Electoral la transmisión del 100% de las actas desde los centros de votación, las bandejas cargadas de canapés comenzaron a salir de la cocina hacia el área externa de la Quinta Bejucal, sede del partido Vente Venezuela en Altamira, al este de Caracas, donde estaba la prensa.

A las bocas de periodistas y fotógrafos llegaron langostinos, trozos de sashimi, pizzas de sushi, mini pizzas con pesto, tequeños. «Al menos no estamos esperando con hambre», dijo una comunicadora en tono de broma.

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Segundos después, otra reportera comentó que, más temprano, apenas habían repartido unas cuantas empanadillas y pasteles de hojaldre. Nada más. “Ahora parece que están repartiendo los pasapalos con los que iban a celebrar”, remató. La interpretación era correcta.

Menos de 10 minutos después de aquella frase, Elvis Amoroso, presidente del CNE, anunciaba la victoria de Nicolás Maduro por 51%. En ese momento, en aquella sala, lo único que se escuchaba era la alocución del rector electoral repetida en las pantallas de varios teléfonos. El fondo era el silencio. No había ruido en la calle, ni puertas adentro de la quinta.

La noche en Bejucal había estado precedida por la bulla. Afuera, un camión ponía a todo volumen todo un playlist de canciones que invitaba a bailar, a celebrar, sobre todo a quienes entre las 7 y las 9 pm se habían agolpado en las aceras para aguardar alguna palabra de sus líderes políticos. Adentro, en el jardín convertido en sala de prensa, las agitadas conversas de los periodistas dejaban poco espacio para la concentración. Dentro de la casa, los dirigentes seguían el cierre del proceso electoral, recibían información, y solo salían para dar una que otra declaración pública. Acto seguido, volvían a su claustro.

Tras las palabras de Amoroso, no tardaron los dirigentes de la Plataforma Unitaria Democrática en montarse en la pequeña tarima del comando. Allí se subieron Freddy Superlano, Delsa Solórzano, Andrés Velásquez, Biagio Pilieri, María Beatriz Martínez, Corina Yoris, Alfredo Ramos y Juan Pablo Guanipa, el exprimer vicepresidente de la Asamblea Nacional que, a lo largo de toda la campaña, se caracterizó por bromear y aprovechar cualquier imagen viral para hacer chistes de la derrota de Nicolás Maduro.

Pero esta noche, tras el resultado, Guanipa no sonreía. Aunque lo conocen por el mote de «tequeño crudo», por piel muy blanca, su rostro se había tornado rojo. «Es hasta el final y este no es el final”, afirmó sobre la tarima de la que poco después se bajó para dar espacio a los voceros principales de la jornada. «No me digan nada ahora, porque ahora hay que estar serios. Estamos arrechos. No podemos estar riéndonos», le contestó a un conocido que quería sacarle un chiste.

Mientras eso ocurría, en el podio también había acción. Una bandera de Venezuela con su base y su asta eran cargadas por los dirigentes de la tarima, quienes evitaban ponerla de pie sin golpear algún micrófono. «Que se vea el tricolor es lo que necesito», gritaba a los dirigentes una mujer que daba instrucciones de cómo debía lucir el pabellón nacional.

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Machado: no es otro fraude electoral

Media hora pasó. Era la 1:04 am del lunes 29 de julio cuando desde el interior de la quinta se escuchó: «ganamos, coño», en la voz de María Corina Machado, la rotunda triunfadora de las elecciones primarias de la oposición, que no pudo inscribirse en la contienda presidencial por haber sido inhabilitada políticamente. Un minuto después de su grito, se abrió la puerta del sótano de donde salió ella junto al candidato Edmundo González Urrutia. A nadie le importó cómo se veía la bandera.

Machado fue la primera en tomar el micrófono. «Queremos decirle a todos los venezolanos y al mundo, que Venezuela tiene un nuevo presidente electo y es Edmundo González Urrutia. Ganamos y todo el mundo lo sabe», pronunció sin titubeos mientras miraba desafiante a las cámaras, como si en ellas encontrase a quienes urdieron la trampa. Aquel gesto era totalmente opuesto al rostro maternal que ella misma mostró tanta veces en campaña, cuando abrazaba y daba la mano a tantos seguidores que le pidieron la reunificación de sus familias durante sus giras.

Con el verbo firme continuó. «Esto ha sido algo tan abrumador, tan grande, que hemos ganado en todos los sectores, estratos y estados del país. En todos ganamos. Y todos los que estamos aquí, lo vimos en las calles», afirmó.

Luego se dedicó a explicar cómo los resultados de las encuestas de boca de urnas y los conteos rápidos coincidían con el triunfo opositor, y cómo su comando había registrado la participación de la gente –que calificó de histórica– hora a hora. Más tarde, reclamó que el ente comicial había obligado a sus testigos a retirarse, y que el proceso se había ralentizado para que el fraude electoral fuese posible.

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A pesar de las tácticas, la data solo arrojaba buenas noticias, según contó. «Tenemos el 40% de las actas. Y todas las que transmitió el CNE las tenemos. Y toda esta información coincide con que Edmundo González obtuvo el 70% de esta elección. Esa es la verdad (…) Es la elección presidencial con el mayor margen de victoria. ¡Felicitaciones, Edmundo!», aseveró Machado.

Durante todo el discurso, Machado mantuvo un tono tan frontal como respetuoso. «Lo que no vamos a permitir es ese chantaje de que defender la verdad es violencia. No. Violencia es ultrajar la verdad», aseveró justo después de apuntar que el deber de las Fuerzas Armadas era hacer respetar el voto. «Eso es lo que esperamos, nosotros los venezolanos, de cada uno de los militares».

Las palabras de González Urrutia, aunque cortas, fueron directas: «aquí se han violado todas las normas, al punto que aun no ha sido entregada la mayoría de las actas. Nuestra lucha continúa y no descansaremos hasta que la voluntad del pueblo de Venezuela sea respetada», acotó.

Tras casi 15 minutos de discurso, Machado y González Urrutia volvieron al sótano junto al resto de los dirigentes. Afuera quedó la prensa, que desmontó sus cámaras, recogió sus cables y micrófonos, subió a sus carros y motos. Nadie se fue con el estómago vacío, pero quizás sí con el sabor amargo que dejó una frase de la líder opositora: «esto no es fraude electoral más. Esto es desconocer y violar groseramente la soberanía popular».

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Escrito por Lorena Meléndez

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