Sin justicia no puede haber amor

Porque es cierto: sin justicia no puede haber amor. Y la frase no refiere, me parece, únicamente al amor de pareja o al amor que se pueda sentir por los padres, hijos, hermanos, familiares cercanos u amigos. La frase refiere también, y quizás más imperiosamente, al amor que debiéramos sentir no por el otro sino a través del otro. Ese amor que nos construye no desde la entrega desinteresada sino desde la posibilidad de reciprocidad.

Porque el amor que realmente vale, el amor que alimenta y perdura, el Amor con mayúscula, nunca es individual o personal, nunca tiene como objeto un ser de carne y hueso. El Amor es más bien el espacio que se crea y se cultiva entre dos, tres, diez, mil, un país entero. El Amor es ese ente que no es de nadie pero es de todos. Es esa tercera persona no jurídica e inmaterial que se construye entre dos, tres, diez… para volverse depositaria de los deseos y sueños comunes, de la ternura y el respeto mutuo, de la reciprocidad y la complicidad.

Es ahí, en ese espacio inmaterial que no es de nadie pero es de todos, donde habita la Justicia. Y, a nivel social, a nivel de la comunidad, a nivel de ese intento insensato llamado estado-nación, sin Justicia no hay ni puede haber amor y, por ende, no puede existir ese sentimiento de reciprocidad y respeto mutuo, de vivir a través del otro, de constituirse como sujeto en y desde lo común.

Pero la Justicia no es subsumible a aquello que algunos llaman Estado de Derecho. Si hay algo que la historia del estado moderno, y en particular el guatemalteco, nos muestra claramente es que Estado y Derechos parecieran ser categorías antagónicas. Claro, eso no quiere decir que un entramado de leyes razonables que sea respetado por todos no sea útil o deseable para la convivencia. Pero ley y Justicia no son sinónimos.

La Justicia, en todo caso, es el intento perpetuo y siempre fallido de llenar el vacío en el centro mismo de cualquier comunidad. Y digo ‘siempre fallido’ porque la Justicia no es un algo definible, universal e inmutable que podamos alcanzar siguiendo una receta previamente establecida o una serie de axiomas categóricos como los del libre mercado, el libertarianismo, el comunismo y el nacionalismo, entre otros. La Justicia es, más bien, el intento perpetuo de construir ese ente inmaterial que somos todos y ninguno partiendo del entendimiento pleno y coherente de que somos seres incompletos y vulnerables incapaces de vivir y sentir y pensar y jugar y amar sino es a través de otros. Porque mi boca nunca es realmente mía; y tampoco lo que pienso, lo que siento, lo que recuerdo, deseo, sueño y añoro.

Y hay que intentarlo. No porque, como dicen por ahí, haya que morir en el intento, sino porque solo es posible vivir intentándolo. Porque en última instancia no solo no puede haber Amor sin Justicia, sino tampoco Justicia sin Amor. Sin una u otra no hay sentido posible más que el sinsentido de este ente esquizofrénico, violento y “rebonito” que llamamos Guatemala.