Durante muchos años pudieron beneficiarse del cobro de intereses a altas tasas sin que el Gobierno cumpliese con la obligación constitucional de proteger a los ciudadanos. Recordemos que el Gobierno de Guatemala tiene entre sus obligaciones la protección de la propiedad privada de todos los guatemaltecos. Y tal y como aceptaron los banqueros, había estado ausente. La primera reacción de los banqueros fue amenazar al Gobierno y al pueblo. «Dejaremos sin tarjetas de crédito a más de 500 000 guatemaltecos» y «quienes ganen menos de Q12 000 perderán su acceso a las tarjetas de crédito», entre otros, fueron los comentarios que dieron a los medios de comunicación escritos, radiales, de internet y de televisión. En este mundo patas arriba en el que vivimos, los banqueros no solo aceptaron que ellos irresponsablemente habían ofrecido tarjetas de crédito a más de medio millón de guatemaltecos, sino que aceptaron públicamente que sus decisiones llevaron a la pérdida de sus ahorros a miles de guatemaltecos que se vieron ahogados y acosados por usureros inmorales e inescrupulosos que les cobraban altas tasas de intereses.
Desafortunadamente, los defensores libertarios a la Tortrix no tardaron mucho en defender a los banqueros. Su defensa se queda corta, como casi siempre, y cayó en vano, pues ignoran que las definiciones de la biblia del libre mercado no son útiles si no se explican en el contexto y en las circunstancias únicas donde son requeridas. Diferenciar sobre el significado de términos como crédito, libre albedrío, impuesto, etcétera, es irrelevante si estos no se contextualizan y problematizan en un entorno social único y particular. Así, argumentar que el consumidor libremente decidió aceptar una tarjeta de crédito cae en saco roto cuando se ignoran los miles de factores socioeconómicos y políticos que afectan la toma de decisiones individuales y su suma colectiva en situaciones de pobreza, ignorancia, analfabetismo funcional y consumismo compulsivo, entre otros problemas.
A lo largo de la historia, la usura ha sido determinante en el fracaso, la conquista y la derrota de pueblos enteros. La avaricia de afanosos empresarios e inmorales prestamistas ha sido la causa de guerras y de odios irracionales que fueron determinantes para el genocidio de los judíos y que, aún hoy en día, son la causa de prejuicios irracionales y antivida que atentan contra la integridad de muchos pueblos en el mundo. Un caso muy peculiar y poco conocido en estas latitudes es el de unas tribus africanas que fueron exterminadas en el siglo XX por motivo de acusaciones de usura y que condujeron a la masacre de más de cien mil personas en el continente africano.
En los países más desarrollados del Norte global, el uso de una tarjeta de crédito dejó de ser una necesidad hace mucho tiempo. La mayoría de los usuarios no utilizan el crédito, sino solamente el dinero que realmente tienen mediante el uso de tarjetas de débito. Utilizar el crédito se ha vuelto una actitud arcaica e incluso difícil de realizar en esos países. Los ciudadanos del Norte entendieron que el crédito debe ser un instrumento de último recurso y para necesidades en las cuales se está en la capacidad de generar más ingresos y de poder cumplir con las obligaciones crediticias.
En nuestros países del Sur global, la dinámica ha sido otra. Desde los años 1980 la liberalización de nuestras economías abrió las puertas al abuso y al libertinaje de un pequeño grupo de empresarios corruptos que se han enriquecido a costa de la poca propiedad privada de los ciudadanos ignorantes y necesitados de mecanismos de crédito que el Gobierno ha sido incapaz de proveer. Obviamente, estos empresarios no son todos, y afortunadamente son mayoría los emprendedores que sí han generado más riqueza y han apoyado al enriquecimiento generalizado de los guatemaltecos.
La dinámica anterior no es única en Guatemala. Toda América Latina se ha visto inmersa en grandes deudas de sistemas de crédito que empezaron a causar alarmas entre los legisladores. Grandes avances a favor de los intereses de los consumidores y el establecimiento de reglas justas y claras se han realizado en países vecinos ante la inminente crisis que se vislumbraba. En el caso de Estados Unidos, la protección de los intereses de los ciudadanos llegó tarde, y con la crisis financiera del año 2008 más de 951 000 millones de dólares eran adeudados por los tarjetahabientes estadounidenses. ¡La deuda de los estadounidenses en tarjetas de crédito equivalía a más de 106 veces el presupuesto anual de Guatemala!
La amenaza que nos dieron los banqueros la semana pasada fue sin duda una advertencia. Curiosamente, esta advertencia resultaría siendo una gran solución a muchos de los problemas que aquejan actualmente a las clases medias de Guatemala. Los banqueros nos dicen: «Aprendan a vivir sin crédito y verán que hay muchos gastos que no deberían realizar sin antes ahorrar». Concluyo citando a Ludwig von Mises, uno de mis autores favoritos y uno de los libertarios más inteligentes y elocuentes, quien dijo:
Tan solo el ahorro, la acumulación de nuevos capitales, ha permitido sustituir paulatinamente la penosa búsqueda de alimentos a que se hallaba obligado el primitivo hombre de las cavernas por los modernos métodos de producción. Tan trascendental mutación fue posible gracias al triunfo de aquellas ideas que sobre la base de la prosperidad privada de los medios de producción proporcionaron garantía y seguridad a la acumulación de capitales. Todo avance por el camino de la prosperidad es fruto del ahorro. Los más ingeniosos inventos serían prácticamente inútiles si los factores de capital precisos para su explotación no hubieran sido previamente acumulados mediante el ahorro.
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