Si usted vive en Guatemala, en una casa de uno o dos niveles, de mampostería confinada[fn]Práctica constructiva que utiliza bloques de cemento combinado con arena pómez. Los muros se confinan con columnas y vigas, y por lo regular se trata de estructuras con adecuada sismorresistencia, siempre que no se superen los tres niveles y no se cometan errores constructivos.[/fn], y si el terreno donde se ubica la casa no es excesivamente inestable, me atrevería a pensar que su nivel de riesgo ante eventos sísmicos es aceptable. Es decir, podría salir con vida del siguiente terremoto, aunque pierda su casa.
Por supuesto, una casa aparentemente bien construida podría tener una configuración estructural deficiente. O podría fallar en caso de sismo debido a materiales de mala calidad. Concretamente, los bloques (blocs) son un factor de riesgo en Guatemala debido a la ausencia de regulación en su producción.
Tenga presente que no existen los edificios antisísmicos. En cambio, podemos aspirar a habitar estructuras sismorresistentes que, pese a los daños, nos permitan sobrevivir en caso de terremoto. La buena noticia es que los edificios de varios niveles construidos después de 1976 son más seguros que los anteriores[fn]Muchos edificios de varios pisos construidos antes de 1970 son una «peligrosa amenaza latente». Para más información, véase el informe Lecciones reiteradas del terremoto en el occidente de Guatemala el 7 de noviembre de 2012 (2013), de la Asociación Guatemalteca de Ingeniería Estructural y Sísmica (Agies).[/fn]. Sin embargo, es pertinente mencionar que las normas vigentes en Guatemala no son de aplicación obligatoria y general. En contraste, Costa Rica cuenta con códigos de observancia obligatoria desde 1974 y con un proceso de actualización vinculado a la academia, lo que ha contribuido a reducir la pérdida de vidas e infraestructura.
Otra buena noticia es que la Municipalidad de Guatemala adoptó en 2012 las normas para la reducción de desastres (NRD) de la Conred como requisito para emitir licencias de construcción. Pero la gran mayoría de los municipios venden licencias de construcción sin la menor supervisión de planos y obras.
Del mismo modo, Segeplán incorporó las NRD de la Conred en las Normas del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP), pero no debe perderse de vista que muchísimas obras públicas se construyen al amparo de oenegés y fuera del alcance de los escasos mecanismos de regulación.
Pese a lo anterior, no debe olvidarse que el riesgo que ya existe está creciendo conforme las estructuras envejecen.
Al respecto, además de edificios altos anteriores a 1976, otras construcciones en alto riesgo son las casas de adobe y bajareque, que colapsan con facilidad, como ocurrió en San Marcos (2012), en San Miguel Pochuta (1991), en Ixchiguán (1986) y en Uspantán (1985). ¿Dónde ocurrirá el próximo sismo con efectos letales?
Nótese que, después del terremoto del Motagua en 1976, las prácticas constructivas en Guatemala se transformaron. El adobe, que acabó con la vida de miles de personas, fue sustituido por el bloc, y en las construcciones empíricas se incrementó la sismorresistencia. Sin embargo, como se anotó arriba, el riesgo existente no está siendo caracterizado y reducido.
En mi opinión, es indispensable una ley marco de ordenamiento territorial que ofrezca coherencia al conjunto de normas existentes. Del mismo modo, en atención al riesgo sísmico, es necesaria una norma jurídica que establezca la obligatoriedad de aplicar las NRD. Por supuesto, el déficit habitacional existente y la escasa redistribución de la riqueza condicionan que la gente más pobre sea, como siempre, la más vulnerable y menos resiliente. Riesgo diferenciado es el término para esa condición.
Para complementar, deberíamos crear un mecanismo de auditoría social aplicable a cualquier edificación pública, con énfasis en escuelas públicas y privadas, instalaciones de salud, proyectos habitacionales e infraestructura de importancia estratégica. Algo similar a un observatorio del riesgo sísmico, donde usted pueda verificar si la casa que compró cumple con la norma o si la escuela a la que asisten sus hijos e hijas les permitirá salir con vida cuando ocurra el siguiente terremoto. Un sitio web articulado a redes sociales y un inventario público del nivel de riesgo serían un buen comienzo.
Recuerde. Un sismo de gran magnitud es solo cuestión de tiempo. Por esa razón quiero cerrar esta columna citando al doctor en Sismología Héctor Monzón Despang (elPeriódico, 7 de marzo de 2010): «La suerte está echada al entrar a un edificio».
Más de este autor