Este artículo aborda, a modo de esbozo, la condición involuntaria de la intersexualidad humana. Este artículo no aborda explícita ni implícitamente, ningún tema sobre tipos de preferencia sexual.
Para iniciar, me parece apropiada la acotación realizada por Yamuna Menon (2011):
Distinguir entre sexo y género es crítico para entender cómo los cuerpos intersexuales son entendidos cultural y socialmente. Mientras que algunos argumentan que no hay distinción entre sexo y género, el “sexo” es generalmente entendido como determinado biológicamente. Típicamente, el sexo de un individuo lo constituye los siguientes elementos de su cuerpo: lo cromosómico, lo hormonal, y la constitución reproductiva, con una gran dependencia de lo “que uno encuentra entre las piernas”. Aunque no es la definición más sofisticada, la gente puede depender sobre su simplicidad –y lo ha hecho– para determinar el sexo como masculino o femenino.[i]
De hecho, al sociabilizar en cualquier población nos topamos ante esta diferenciación entre extremos de “hombre” y “mujer”, lo que sucede cuando vamos al sanitario y entramos al cuarto que corresponde según el letrero o dibujo. Asimismo, encontramos equipos deportivos divididos entre grupos de hombres y grupos de mujeres.
Como afirma Menon, los exámenes cromosómicos no fueron las herramientas utilizadas para definir el sexo, sino que era la inspección visual el examen tradicionalmente usado para realizar diferenciaciones de sexo. Actualmente el estudio cromosómico es el examen utilizado para determinar el sexo.
Menon afirma lo siguiente en relación al género:
Por otro lado, el entendimiento social de género generalmente no se refiere a la composición biológica o cromosómica, sino a las actitudes culturales o sociales hacia las características del sexo masculino y sexo femenino. Gente exhibiendo características asociadas con los hombres son considerados “masculinos”, mientras aquellas quienes exhiben características asociadas con las mujeres son consideradas “femeninas”.[ii]
Así pues, incluso en la distinción de género, que depende más de lo social que de lo biológico, también se hace la diferenciación entre el extremo masculino y el femenino. Por lo que, como afirma Menon, tanto el sexo como el género están bajo categorías binarias.[iii] Asimismo, en el escrito de Menon se afirma que los seres humanos pueden tener combinaciones cromosómicas, hormonales y genitales distintas a los extremos tradicionales masculinos o femeninos.[iv] Son estos seres humanos llamados intersexuales, por estar inter (entre) los dos sexos o géneros socialmente predominantes. Antes, se les llamaba hermafroditas debido al mito griego del andrógeno Hermafrodito, descendiente de Afrodita y Hermes.[v]
Halagada por la franca confesión hecha por Hermes de que la amaba, Afrodita pasó poco después una noche con él y el fruto de su unión fue Hermafrodito, un ser de doble sexo…[vi]
Menon señala que, aunque es difícil saber con certeza, hay estimaciones sobre el porcentaje de seres humanos intersexuales las cuales van desde el 0.05 hasta el 4%, dependiendo de los autores y estadísticas.[vii]
Hace poco tiempo vimos en clase la película suramericana XXY (2007), la cual trata sobre una adolescente intersexual. Me llamó la atención la reacción de aceptación de l@s estudiantes universitari@s cuando vieron la que podría ser cualquier película típica de adolescentes que, sin embargo, presenta el caso de la protagonista quien presenta esta característica biológica.
Por otro lado, hace poco leí que en Alemania han aprobado la posibilidad de dejar en blanco el sexo de un ser humano cuando nace, en su certificado de nacimiento.[viii] Esto ayudaría a no presionar a los padres del bebé a practicar operaciones quirúrgicas apresuradas con el objetivo de definir como M o F al recién nacido, esto cuando la intersexualidad es genital. Operaciones que han hecho tanto daño a seres humanos que se les ha practicado, con la idea ingenua, de ayudar al bebé al “definirle el sexo”. Operaciones violadoras de la autonomía y de la autenticidad del ser humano intersexual, como afirma Iain Morland (2012):
Aunque la mayoría de comentaristas reconoce que la motivación por la cirugía ha sido benigna, está fundada en una asunción desastrosamente ingenua de que la cirugía genital en la infancia puede eliminar la visible ambigüedad sexual y, por lo tanto puede promover una identidad de género incuestionadamente femenina o masculina para el paciente, criticismos de la cirugía afirman que estos objetivos son improbables y objetables.[ix]
Asimismo, Morland señala que la cirugía es ineficiente por las siguientes razones:
primera, conlleva procedimientos que no curan ninguna enfermedad orgánica ni mejoran la funcionalidad; segunda, la cirugía es realizada sin el apropiado consentimiento informado porque los pacientes son muy jóvenes y sus padres no están al tanto de que los procedimientos son experimentales y riesgosos; tercera, la cirugía puede herir a los pacientes en maneras que causan aflicción e inconveniencia de por vida, como dolor genital y daño de nervios; y cuarta, incluso la cirugía tecnológicamente exitosa es moralmente dañina en su intento para determinar, a través de la construcción de genitales y género, los modos en que los individuos se encuentran a sí mismos en el mundo –incapacita la “autenticidad” de uno, como ha sugerido el filósofo Herman Stark.[x]
La ley alemana, que entrará en vigor el 1 de noviembre, también permitirá que los individuos adultos sean libres de elegir una tercera opción, aparte de M o F, cuando el registro de su sexo sea requerido. Alemania sigue los pasos de Australia y Nepal.
Por otro lado, considero que el término intersexual no es el más adecuado. La razón radica en que está anclado entre los dos sexos históricamente predominantes, M y F. Que esté situado entre los dos términos históricamente aceptados, podría hacer ver a la intersexualidad como “aquello que no llegó a ser”, como un defecto intrínseco irremediable por no haber alcanzado a ser hombre o mujer. Por lo que, se corre el riesgo de menospreciar a los seres humanos intersexuales basándose en una característica biológica.
Así pues, con el propósito real de respetar la dignidad y autonomía de todo ser humano, es necesario recurrir al principio de no-maleficencia. Este principio bioético exige primum non nocere, es decir, ante todo no hacer daño. Y no hacer daño, en el caso de los seres intersexuales, es nunca menospreciarles ni discriminarles.
En adición al principio de no-maleficencia, se podría recurrir al principio de justicia el cual afirma que hay que darle a cada quien lo que le corresponda. Contrario a cualquier intento de discriminación, la justicia exige la sincera aceptación fraterna de un ser humano tan similar y tan distinto a mí. Diferencias y convergencias en que radica su valor y esplendidez humana ilimitada.
Por lo tanto, a través del principio de no-maleficencia y del principio de justicia[xi], es posible respetar a todo ser humano como también valorar su humanidad tanto a lo interno y externo, como en su dimensión trascendente. Por medio de estos principios es posible la aceptación y respeto de cada ser humano incluyendo sus peculiaridades físicas, pues todo ser humano es peculiar al no existir modelo humano de perfección biológica. Asimismo, posibilitan la valoración de toda unicidad[xii] humana desde su concepción.
[i] Yamuna Menon, "The Intersex Community and the Americans with Disabilities Act." Connecticut Law Review43, (1 de mayo, 2011): 1221. LexisNexis Academic: Law Reviews, EBSCOhost p. 1225.
página vista el 29 de septiembre de 2013.
[v] ibid., pp. 1228 – 1229.
[vi] Robert Graves, Los mitos griegos I, Madrid: Alianza Editorial, 1985. p. 73. Versión digital.
[vii] Menon, "The Intersex Community and the Americans with Disabilities Act." p. 1227.
[ix] Iain Morland, "The Injured World: Intersex and the Phenomenology of Feeling." Differences: A Journal Of Feminist Cultural Studies 23, no. 2 (Summer 2012): 21-41. Academic Search Complete, EBSCOhost p. 23.
página vista el 30 de septiembre de 2013.
[xi] Tom Beauchamp y James Childress, Principles of biomedical ethics, NY: Oxford University Press, 1994.
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