Entre muchos de los temas que se abordan en la encuesta, el tema de la religión me llama de sobremanera la atención por la importancia e incidencia que tiene en la vida de las personas. Sin lugar a dudas, lo religioso es un elemento importante en la construcción de la identidad de la juventud, especialmente de las identidades de género.
Las prácticas religiosas forman parte de la actividad de toda sociedad. A través de ellas, los grupos humanos proporcionan a sus individuos un referente de pertenencia e identidad, un código moral de normas y conductas y una particular visión del mundo. El aprendizaje de la religión se inicia de manera informal dentro del núcleo familiar y se aprende y practica de modo sistemático y formal en el espacio público, es decir, dentro del templo o del lugar de reunión de los fieles de una religión.
En el caso de la religión católica, los discursos y los símbolos, en sus variantes populares y oficiales, tienen un peso enorme en la construcción de las identidades, especialmente las femeninas. Los modelos identitarios de las mujeres han sido permeados a través de la historia por la figura de la virgen María y todo lo que esta representa: la castidad, la honestidad, la pureza y la devoción. Sin embargo, además de esta figura simbólica, se encuentra el personaje opuesto, la dualidad María/Eva ha colocado los polos en que oscilan las representaciones femeninas: de lo limpio a la sucio, de lo puro a lo perverso, de la virgen a la prostituta.
Por su parte, la religión evangélica ha tenido un impacto también significativo en la construcción de las identidades tanto femeninas como masculinas. En la misma línea de la religión católica, lo femenino se vincula a la mujer virtuosa, laboriosa, maternal, abnegada. Lo masculino por su parte, se vincula con la sobriedad, la responsabilidad y la confiabilidad.
Tanto en la religión católica como en la evangélica, las diversas variantes o prácticas pueden poner mayor o menor énfasis en algunos o varios de los aspectos antes mencionados, pero siempre reforzando las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.
En Guatemala, se ha pasado de un sistema casi único de creencias, ofrecido por la Iglesia católica, a una gran oferta proveniente de diversas iglesias, de nuevas espiritualidades, de movimientos y de grupos religiosos. Aunado a lo anterior, el lugar de lo religioso en el mundo actual ha sido modificado en relación a lo que representaba en décadas pasadas. Hay algunos cambios, como por ejemplo la forma en que las personas expresan públicamente el fervor religioso, el nivel de las prácticas, las formas de adscripción, las aperturas a la mezcla de tradiciones, pero sobre todo el descenso de las adscripciones y prácticas religiosas. Estos cambios son más evidentes dentro de los jóvenes.
Sin embargo, los datos de la ENJU 2011 en relación a las creencias religiosas de la juventud guatemalteca, son muy interesantes y reveladores. El primer dato que llama la atención es el elevado nivel de religiosidad de la juventud, 88% de los jóvenes profesan una religión frente a un 9.5% que no profesa ninguna religión. Este dato refleja que la gran mayoría de la población joven del país se ha construido y desarrollado bajo la influencia de alguna religión, es decir, ha incorporado dentro de sus principios, valores y prácticas, elementos de la religión que profesa.
En relación a las principales religiones que profesan los jóvenes, 47.9% son católicos, 32,5% son evangélicos y 7.5% se definen cristianos. Es importante resaltar que dentro de los indígenas, la adscripción religiosa es mayor que entre los ladinos, especialmente en relación a la religión católica y evangélica.
Por tanto, no deben extrañarnos ciertos rasgos aún muy importantes en nuestra sociedad: el machismo, la doble moral y el conservadurismo, entre otros. Y ni hablar de temas como la salud sexual y reproductiva, tan fundamentales para el desarrollo de los jóvenes, pero tabú en la mayoría de religiones.
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