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De la esperanza a la decepción: venezolanos se desencantan de la revolución y aspiran a un cambio político

«No te voy a negar que me sentí atraída por el lenguaje de Hugo Chávez por muchos años, llegué a idealizarlo, pero poco a poco me fui desencantando. Me di cuenta de que esa justicia social que pregonaba no existe. Hoy estoy arrepentida»: Cristina Lozada, vecina de los Valles del Tuy, estado Miranda
«Cuando Maduro ganó me iban a dar una nevera que nunca llegó. Con Freddy Bernal de gobernador me prometieron arreglarme las goteras del techo y tampoco. Me llega el Clap y solo me como las sardinas, porque el arroz tiene animales y la harina es incomible»: Luis Chacón, empleado público del estado Táchira
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De la esperanza a la decepción: venezolanos se desencantan de la revolución y aspiran a un cambio político

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Ciudadanos que se desilusionaron de la revolución nos cuentan qué los decepcionó del socialismo del siglo XXI. Cristina Lozada, una exvocera de un consejo comunal de los Valles del Tuy, estado Miranda, afirma que está arrepentida de apoyar ese proyecto; lo mismo sienten un empleado público del estado Táchira y un taxista del Zulia.

1998, 1999, 2000, 2006 y 2012… En las elecciones celebradas esos años, Cristina Lozada votó por la revolución. A Hugo Chávez lo veía como un líder; acataba al pie de la letra sus órdenes, por eso en el año 2013 no dudó en votar por Nicolás Maduro. Hoy su visión política es distinta; ya no cree en el socialismo del siglo XXI y quiere un cambio para su país.

Lozada tiene 54 años; es secretaria y vivía en el urbanismo Ciudad Betania 2 de Ocumare del Tuy, estado Miranda. Se trata de un conjunto residencial construido por la Gran Misión Vivienda Venezuela, donde el chavismo ganó con 88,17% al sumar 3.019 votos en los comicios presidenciales de 2018. Para entonces, Cristina seguía «rodilla en tierra».   

Aunque Lozada se mudó del urbanismo en el año 2022, su mamá sigue viviendo en el lugar. Por ello, todos los fines de semana visita la urbanización y se reencuentra con quienes eran sus vecinos.

«Me mudé para evitar problemas políticos, porque pensar diferente trae muchos inconvenientes. Hay voceros radicales que no aceptan que puedas cambiar de opinión», señaló Lozada a El Pitazo.

Hubo un tiempo en que ella también fue radical. Su apego a la revolución la llevó a enfrentarse con vecinos y familiares que no coincidían con sus ideales. Llegó a amenazar a quienes recibían las bolsas que comercializaban los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), porque no asistían a los actos políticos. Cuando había elecciones iba apartamento por apartamento para que los electores votaran. Luego los registraba en una lista.

«Ejercía control social, era la orden. No te voy a negar que me sentí atraída por el lenguaje de Hugo Chávez por muchos años, pero poco a poco me fui desencantando. Me di cuenta de que esa justicia social que pregonaba no existe. Hoy estoy arrepentida», afirma. 

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Su punto de quiebre fue en agosto de 2020. Sus dos hijos decidieron irse del país, por la inseguridad y arropados por una crisis económica que se acentuó con la pandemia por Covid-19. Para entonces llevaban dos años sin trabajo y sus únicos ingresos eran los bonos que da el Gobierno.   

«A partir de ese momento entendí que los jóvenes no tienen futuro en este país. ¿Cómo se compran una casa? ¿Cómo se independizan? Ahora sueño con que vuelvan, pero ellos tienen la estabilidad que no encontraron aquí y temen regresar», señala con añoranza.

Cristina Lozada también vivió en carne propia la falla de los servicios de salud. En febrero de 2021 llevó a su sobrino de 24 años al hospital de Ocumare del Tuy con un principio de neumonía. No había insumos para hacerle una placa; tampoco los medicamentos requeridos, así que lo refirieron a Caracas.

Acudieron a cuatro hospitales y en ninguno lo atendieron. Finalmente logró ingresarlo en el Hospital General Dr. José Ignacio Baldó, también conocido como El Algodonal. Allí falleció dos días después.

La inflación, la escasez, los bajos salarios, la corrupción, el empobrecimiento de los venezolanos, depender de una bolsa Clap para comer y los malos servicios públicos también decepcionaron a Lozada. Tanto en Ciudad Betania, como en la parroquia Nueva Cúa del municipio Urdaneta, donde vive actualmente, recogen la basura cada tres meses; el agua no llega con regularidad y la luz se va todos los días.  

El cierre de la frontera lo quebró…

La misma decepción de Cristina la siente Luis Chacón*, un empleado de la alcaldía del municipio Bolívar, en el estado Táchira, frontera con Colombia.

Chacón apoyó a Hugo Chávez y acató todas las decisiones políticas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); pero mientras hacía ese trabajo, fue testigo de lo que calificó como una injusticia en 2015.

Ese año, Nicolás Maduro ordenó el cierre de la frontera que dejó a más de 1.500 personas deportadas, entre ellas, a los padrinos del hijo menor de Chacón, quienes tenían al menos 40 años viviendo en Venezuela.

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«Eran dos personas trabajadoras y honestas, que no causaban problema alguno en su comunidad, aunque vivían en una invasión. Al ser deportadas, llegaron a dormir en las calles de La Parada, en Colombia, hasta que alquilaron una habitación», recuerda con indignación.

Ese fue el primer golpe que recibió de la revolución. Luego vinieron otros más. Porque desde el cierre de frontera, la situación económica en esa zona empeoró y muchos comerciantes, algunos de ellos, familiares de Chacón, se vieron obligados a cerrar sus negocios, debido a la crisis que causó esa decisión tomada por el Ejecutivo nacional desde Caracas.

Pero el golpe final llegó en octubre de 2021, cuando el entonces alcalde del municipio Bolívar, William Gómez (PSUV), fue detenido y obligado a renunciar a su cargo para ser sustituido por otro dirigente que el mismo partido quería.

Para Chacón se trató de una arbitrariedad y un abuso de poder, porque Gómez fue electo por voto popular y, a su juicio, la gestión era buena. Desde entonces, su apoyo a la revolución desapareció, porque, en paralelo, se sintió defraudado por el incumplimiento de las promesas oficiales.

«Cuando Maduro ganó me iban a dar una nevera que nunca llegó. Con Freddy Bernal de gobernador me prometieron arreglarme las goteras del techo y tampoco. Me llega el Clap, pero solo me como las sardinas, porque el arroz tiene animales y la harina es incomible», afirmó.

Chacón ya no se identifica como chavista. Aunque la frontera fue reabierta, las secuelas están latentes y esta zona de Venezuela no ha vuelto a ser lo que fue alguna vez.

Sigue trabajando en la alcaldía chavista y, a sus 57 años, tiene la esperanza de un cambio de gobierno en el país, que le permita tener una jubilación que mejore sus últimos años de vida.

Hoy forma parte de un comandito en el barrio Pinto Salinas de San Antonio del Táchira, con el que apoya activamente a Edmundo González Urrutia en su candidatura presidencial por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD).

«No voy a votar más por ellos»

Basilio González votó cinco veces a favor de Hugo Chávez para que fuera presidente de la República y dos veces por Nicolás Maduro. Trabajó en cada una de las contiendas electorales para lograr la victoria del chavismo hasta que sintió que se empobreció.

Era de los que se vestía de rojo, usaba gorras y franelas del PSUV, participaba en cada mitin del chavismo e integraba los CLAP como líder de calle, cargo al cual renunció en 2023.

«Siempre voté por Chávez buscando una esperanza, como ahora que estoy buscando una salida, porque no se aguanta la situación», dijo a El Pitazo el taxista de 60 años.

La corrupción y la pérdida del poder adquisitivo son las dos razones por las que González botó su indumentaria del PSUV. «Yo trabajé como chofer en una empresa privada hasta 2012 y con mi sueldo de chofer llegaba al supermercado y llenaba dos carritos, ahora ni que seas ingeniero. ¿Cómo es posible que un ministro que tenéis al lado, que es como tu mano derecha, se te vaya a llevar 23 mil millones de dólares y vos no sabías?», cuestionó González en alusión al exministro Tareck El Aissami, detenido por una trama de corrupción.

González reside en el barrio Las Marías, al oeste de Maracaibo, una zona tradicionalmente oficialista. Fue propietario de dos empresas, una de vigilancia y una charcutería, ambas cerraron por la inflación, la devaluación de la moneda y las fallas en los servicios públicos.

«Fue una decepción que comenzó en 2015 cuando cerré mi empresa de vigilancia. Los sueldos eran miserables y no alcanzaba para mantenerla a flote. La ruptura fue en 2019, cuando cerré la charcutería con el apagón; los créditos eran de tres días y el apagón duró cinco, tuve que rematar todo lo que tenía para pagar. Y además el desastre que hizo Omar Prieto (entonces gobernador de Zulia)», aseguró mientras tendía en el patio de su casa una bandera de Venezuela y otra de Zulia.

González votó en las regionales de 2018 por los oficialistas Willy Casanova para la alcaldía de Maracaibo y Omar Prieto con la esperanza de que habría mejoras en el estado, ya que los tres niveles de gobierno eran del mismo partido. “De esos votos sí me arrepiento, aquí lo que hubo fue destrucción”.

—¿Y de haber votado por Maduro?
—Claro que sí. De Chávez no me arrepiento.

Basilio recibe todos los bonos que da el gobierno de Maduro y la bolsa CLAP, pero la regala. «Yo recibo todo, pero no voy a votar más por ellos. Hay mucha corrupción. Ellos sacaron que las sanciones nos afectan, pero uno no los ve a ellos como al pueblo, ellos sí están bien; gordos, bien vestidos”, reclamó.

El taxista lavó el jueves 4 de julio una Bandera de Venezuela y otra de Zulia para sumarse a una concentración en el arranque de campaña a favor del opositor Edmundo González Urrutia.  «Yo veo en María Corina lo mismo que vi en Chávez cuando voté por él la primera vez: una esperanza, un cambio», aseguró convencido de que el madurismo perdió seguidores.

Sin embargo, Basilio ya tiene previsto su plan B y antes de finalizar la entrevista lo soltó: «Si gana Maduro, me voy para los Estados Unidos. Me voy por seis años hasta las próximas elecciones».

* El nombre del entrevistado se cambió por motivos de seguridad.

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Escrito por Rosanna Battistelli, Lorena Bornacelli y Nataly Angulo

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