Asesinos de sueños

Los datos son contundentes: El 51% de la población vive en condiciones de pobreza y el 15% en condiciones de pobreza extrema.

Como consecuencia, la mitad de la población infantil sufre de desnutrición crónica, lo que incide directamente en su desarrollo físico e intelectual. Es decir, la mitad de nuestra población está limitada de por vida en términos de su desarrollo humano. Aunado a lo anterior, el acceso y posibilidades reales de concluir la formación dentro del sistema educativo son muy limitadas. Desde la niñez se enfrentan graves problemas de deserción, rezago escolar y poco aprendizaje efectivo.

Una de las principales causas de la deserción escolar está relacionada con el trabajo infantil o mejor dicho con la explotación infantil. Cuando un niño o niña desarrolla actividades económicas, remuneradas o no, que afectan su desarrollo personal o el disfrute de sus derechos, se encuentra en una situación de explotación. La marginación social y extrema pobreza llevan a las familias que carecen  de las condiciones necesarias de subsistencia, a hacer que los niños trabajen para mantener la economía familiar.

En Guatemala, como en el resto de América Latina, el trabajo infantil es bastante común y aceptado, especialmente en las áreas rurales. Sin embargo, lo que no es aceptable es que el Estado y la sociedad en su conjunto no estemos haciendo lo necesario para erradicar este crimen.

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de conocer a un grupo de niños y niñas trabajadores del municipio de Santa Apolonia. Estos niños y niñas, entre los 7 y los 14 años, se dedican a actividades que van desde el trabajo en el campo, la fumigación, venta de helados, cuidado de otros niños, trabajo doméstico y en restaurantes. Sus actividades laborales empiezan a las 6 de la mañana y terminan alrededor de las 5 de la tarde, de lunes a sábado, en la mayoría de los casos.

¿Cuándo juegan? ¿Cuándo estudian? ¿Cuándo son niños?

Al regresar a sus hogares, especialmente las niñas, continúan aportando a las actividades del hogar y por lo tanto sus jornadas son aún más largas.

¿Cuáles son las posibilidades reales de desarrollo humano de estas niñas y niños?

Si entendemos el desarrollo humano como el goce y disfrute de la vida a través del empoderamiento que nos da  educación, la salud y  el trabajo, es evidente que el trabajo infantil veda de entrada estas posibilidades de empoderamiento y creación de capacidades. Las niñas y niños trabajadores sobreviven, no viven.

Esta situación solo puede resolverse con una decidida voluntad estatal de erradicar la pobreza a través de la distribución de la riqueza y del fortalecimiento institucional del Estado. Pero también, la sociedad es responsable de aceptar o no este tipo de prácticas. Cuando una sociedad acepta que sus niños y niñas en lugar de estar jugando, aprendiendo, creciendo, formándose, estén, además de desnutridos, trabajando, es una sociedad inhumana y sin futuro. 

Como sociedad sabemos que la mitad de la población es pobre, sabemos que el trabajo infantil existe y que es una práctica común, ¿Qué hemos hecho hasta el momento para cambiar esta realidad? Nada o casi nada. Esto nos convierte en asesinos, sí, asesinos de sueños y  esperanzas de niños y niñas inocentes. ¿Qué les queda a estos niños y niñas a los que les hemos asesinado sus sueños?