Pero las gallinas sí son malvadas. Si a un grupo llega una con manchas de sangre, el resto la picotea hasta matarla. Lo cómico/grotesco es que, al hacerlo, todas se manchan de sangre, de modo que la violencia se riega entre todas hasta que quedan un par medio vivas. Además de malas, son estúpidas.
Cuando uno llega a las redes sociales con una opinión personal que difiere de la de la mayoría, la experiencia es similar. He visto cómo a una amiga la insultaban por criticar la película de moda, como si ellos la hubieran producido. A mí misma me tocó hace poco que me dijeran que estoy equivocada en mi gusto personal en una cosa tan banal como el color de unos uniformes de futbol americano. Y esto es solo la superficie: podemos seguir con la comida, la forma de vida, la política y hasta a quién demonios uno quiere querer.
Siempre hemos discriminado lo diferente. Es parte del tribalismo que nos permitió sobrevivir en las cavernas y distinguirnos de los otros grupos de humanos contra los que competíamos por comida. Luego, adoptamos una forma de colaboración entre más y más seres humanos que nos permite tener relaciones exitosas con personas que no conocemos de nada y que implica confianza. En forma muy burda, Harari dice que para eso se inventó el lenguaje: para poder hablar de los demás.
Pero seguimos con la mentalidad tribal, aun ahora, y lo peor es que parece que nos sentimos superiores a los demás solo por pertenecer a nuestros respectivos grupos. Nos clasificamos por características absurdas como el ejercicio que hacemos, la comida que no comemos y los libros que decimos que leemos. En este ciclo valorativo en el que el grupo está por encima del individuo, pero en el cual también rechazamos nociones de pertenencias religiosas, nacionales, de gremio y hasta de raza, las cuales está perfecto que rechacemos porque también son ridículas, nos hemos atrincherado en clasificaciones aún más excluyentes, que guardamos como el fuego de la caverna.
[frasepzp1]
Tal vez pasamos por un momento en el que no tenemos identidad propia, fuera de las ideas comunes que sentimos que nos unen con los demás. Y cuando alguien nos presenta algo que nos las interpela, creemos que nos atacan directamente a nosotros. Necesitamos alejarnos un momento de nuestros gustos, que no nos definen, de lo que hacemos, que no es lo que somos, y del grupo con el que nos identificamos, que no es perfecto, y aprender a considerar que hay más ideas que pueden no estar equivocadas.
Una de las mayores ventajas que tenemos como seres humanos es la capacidad de retener en el cerebro dos ideas que se contradicen, pero que son igualmente válidas. Nos movemos entre la justicia y la misericordia, la honestidad y la amabilidad, y eso no nos hace menos congruentes. Solo nos enseña que no hay nada absoluto, y menos aún nuestras ideas del mundo. Si así fuera, seguiríamos creyendo que la Tierra es plana a pesar de todas las evidencias en contra.
Está bien que nos guste algo, pero está bien que a la otra persona no. Está bien tener ideas acerca de cómo funciona el mundo, pero no creer que son las únicas ideas válidas. Y está muy pero muy mal abalanzarse en grupo a apedrear a gente que no comparte nuestras ideas porque, si nos ponemos demasiado puristas, vamos a terminar atacando a todos, hasta a nuestro propio grupo. Creo que podemos ser mejores que eso.
Más de este autor