Un problema de los números es que le restan concreción a todo aquello que está conformado por cuerpos y rostros, relaciones perdidas, proyectos rotos. Las más de 3,000 muertes por covid-19 son, en primer lugar, una tragedia que afecta individual y familiarmente. Cada vida es valiosa, y su pérdida supone dramas personales y familiares, pero también efectos sociales, como en el caso de la pérdida de médicos y de personal sanitario, lo cual influye en las capacidades de respuesta del sistema de salud frente a la pandemia [1].
No obstante, las cifras son importantes para conocer y comprender la magnitud de lo que está pasando, lo cual podría ayudar a revisar las políticas que se están implementando para hacerle frente a la pandemia.
Se pueden hacer algunos cálculos sobre el comportamiento que han tenido los fallecimientos. Del 15 de marzo, fecha en la que se registra la muerte del primer paciente por covid-19, al 25 de septiembre se han producido 3,229 muertes, lo que significa un promedio de 16.39 muertes por día. Es una cifra preocupante. Similar, por ejemplo, al número de homicidios en años de mucha violencia (se utiliza esta comparación porque es un problema que ha preocupado por ya varios lustros).
Sin embargo, es posible hacer una línea divisoria en términos temporales. Si se considera el período del 15 de marzo al 31 de mayo (78 días), cuando se producen 108 fallecimientos, se verifica un promedio de 1.38 muertes por día. Hay que recordar que es durante este período cuando se tienen las mayores restricciones relativas al confinamiento y a la locomoción.
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Asimismo, encontramos que del 1 de junio al 27 de septiembre (119 días) se produjeron 3,121 muertes, lo que representa un promedio de 26.22 muertes por día. Esta cifra supera el promedio de muertes por violencia en 2009, cuando se registra el máximo de muertes violentas [2].
Con estos datos, la tasa de muertes por cada 100,000 llega a 18.7. La cifra de contagiados sobrepasó los 90,000, con la sospecha de que existe un fuerte subregistro. Estos datos exigen un llamado de atención para el Gobierno y para la sociedad respecto a la magnitud del problema.
Aunque simplifican la realidad, lo que se quiere resaltar es que el manejo político de la crisis resulta clave para las cifras que se tienen sobre la pandemia.
Lo terrible es que, de haber tenido 1) un mejor sistema de salud, 2) un mejor manejo político de la crisis (incluyendo medidas no erráticas en la contención de la crisis) y 3) un mayor apoyo y una mejor gestión del sistema de salud, es posible haber prevenido contagios y, sobre todo, muchas muertes [3].
La responsabilidad del Gobierno por el manejo de la crisis es irrecusable. El gobierno de Giammattei tiene las manos manchadas de sangre.
[1] Estas muertes pueden atribuirse, en parte, al poco equipamiento y a la desatención que ha mostrado el gobierno de Giammattei.
[2] La cifra es de 6,498 muertes, de acuerdo con información de la PNC. Es un promedio de 17.8 muertes por día.
[3] En otra columna se presentarán datos comparativos de otros países que sustentan de mejor forma estas afirmaciones. Basta con decir que el manejo de la crisis en los países centroamericanos y en otros como Estados Unidos y Cuba permite aseverar que la responsabilidad de los Gobiernos y de los sistemas sociales es innegable.
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