Van a ser tres semanas desde que miles de hondureños y posteriormente guatemaltecos y salvadoreños decidieron emprender un camino que los condujera a rehacer su vida, aun cuando el camino es largo, peligroso y hostil.
Los más de diez mil que emprendieron esta travesía avanzan agotados, enfermos y desgastados por los miles de kilómetros recorridos. Pero les falta la etapa quizá más difícil: enfrentarse a la barrera del Gobierno de Estados Unidos.
Mientras las necesidades afloran, los riesgos son mayores y las fuerzas de seguridad con efectivos militares en la frontera entre Estados Unidos y México se preparan. El presidente Jimmy Morales está más preocupado por dar con el responsable de organizar y promover la caravana que por atender la crisis humanitaria de los miles de mujeres, niñas, niños, jóvenes, hombres y personas de la tercera edad, y que por hacer un llamado enérgico al presidente Trump para que cesen las amenazas de represión militar, pese a la vergüenza que deberían causarnos las imágenes que circulan por el mundo y las críticas sobre las causas de fondo que obligan a las personas a abandonar sus países.
¿Cuáles son los posibles escenarios que pueden responder la inquietud de Morales? Por lo menos hay tres. Dos de ellos guardan relación con las elecciones legislativas en Estados Unidos del pasado 7 de noviembre:
- Los opositores de Trump. En este escenario, ellos serían los patrocinadores de la caravana de hondureños con el fin de usarlos como carne de cañón, provocar lástima en los espectadores y sacar réditos políticos.
- El mismo gobierno de Donald Trump. La caravana de pobres centroamericanos es una oportunidad que él aprovecha y favorece para generar miedo, incrementar la xenofobia en la población estadounidense y convertirla en capital político.
- Los opositores del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Se acusa a Bartolo Fuentes, periodista y exdiputado opositor del actual gobierno, de ser promotor de movimientos migratorios irregulares. El presidente Hernández también dejó entrever sus conjeturas de que la caravana era impulsada por factores de la izquierda financiados con dinero de Venezuela.
Estos son solamente posibles escenarios. Solo hay indicios, sospechas, temores. Son hipótesis. Sin embargo, hay un hecho objetivo, visible, que no puede dejarse de lado y que por supuesto no excluye la posibilidad de alguno de los anteriores: los Gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras son los responsables de este éxodo de centroamericanos porque se olvidaron de su población y se encargaron de enriquecer a presidentes, vicepresidentes, diputados, alcaldes, gobernadores y demás funcionarios públicos; de favorecer a financistas de campañas electorales, a contratistas del Estado, a empresarios nacionales y extranjeros.
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Este éxodo lo están pagando los miles de familias y de personas que decidieron abandonar la tierra donde nacieron, independientemente de si en algún momento fueron manipulados por algún incitador para que se sumaran a la caravana. El hecho es que, ante la necesidad, la miseria, la falta de oportunidades de vida digna, prefieren abrazar la esperanza que les dan el o los manipuladores. Nadie sale corriendo por unos cuantos lempiras para caminar miles de kilómetros, solo aquellos que no tienen nada que perder.
Día a día salen de Guatemala, Honduras y El Salvador cientos de personas: solo durante el año fiscal 2018 de Estados Unidos, la Patrulla Fronteriza detuvo a 39,439 unidades familiares hondureñas y 50,401 guatemaltecas, así como a 10,913 menores no acompañados provenientes de Honduras y 22,327 provenientes de Guatemala. Los 10,000 u 11,000 centroamericanos que muestran su rostro en esta denominada caravana son una muestra pequeña de los miles que año tras año, día tras día, cruzan o intentan cruzar las fronteras mexicanas y estadounidenses.
Buscar responsables conlleva asumir responsabilidades, pero seguramente llevaría a un laberinto del que se buscará escapar y culpar a otros. Por ello lo mejor que puede hacer el Gobierno es ponerse a trabajar y atender esta vergonzosa situación.
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