Pero más tarde o más temprano la calamidad pasará. Y quienes sobrevivan o sobrevivamos habremos de reconstruir en esta Guatemala tan golpeada nuestro tejido social, porque, como bien dijo el papa Francisco, «todo el sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad».
La pregunta es por dónde empezar.
A mi juicio, hay dos puntos de partida que bien vale la pena considerar para reflexionar en nuestros entornos familiares y sociales.
Uno es el conocimiento de nuestra verdadera historia so pena de repetirla, como ahora nos está sucediendo. Me refiero a esa historia que nos escondieron en los planes y programas de toda la educación preuniversitaria, esa que fue sustituida por otra en la cual nos enseñaron a llamar próceres o héroes de la patria a no pocos felones de quienes deberíamos sentirnos avergonzados, y no orgullosos.
Otro, devenido del conocimiento de nuestros orígenes, es la recuperación de nuestra identidad. Y sobre este punto de partida quiero argumentar en este artículo.
En la página 1 del monumental tratado Historia general de Guatemala, Lionel Toriello Nájera afirma: «Cosa complicada eso de rescatar la identidad nacional en un país como Guatemala. Crisol de razas y culturas, de climas y continentes, de acendradas bellezas e inocultables fealdades, Guatemala despierta, en quienes a ella se acercan, las más encontradas reacciones y estados de ánimo, con excepción de la indiferencia. Pero es precisamente en esa ubicua pasión tanto de liberales como de conservadores, de izquierdistas y derechistas, de indios y ladinos, de civiles y militares y, en fin, de tirios y troyanos que ciframos nuestra esperanza de rescatar la identidad guatemalteca. Porque, aun entre nuestras más bizantinas facciones políticas, sociales y culturales, entre sus muchos odios y pocos quereres, sobresale un manifiesto amor por esa apasionante tierra llamada Guatemala» [1].
Estos contrastes reseñados por el prologuista de la obra citada nos recuerdan el agradable embrujo de nuestros pueblos, pero también la aspereza de sus acontecimientos, nuestras ilusiones, nuestras terribles realidades y, para muchos (yo incluido), el agridulce aguijón que nos avisa: «Solo el amor por tu tierra ha influido para que permanezcas en ella».
[frasepzp1]
Por esas razones, amor e identidad, es que tendremos que reconstruir nuestra patria.
Así, la Guatemala pospandemia no habrá de tener políticos que, mientras un promedio de mil guatemaltecos se contagian de coronavirus por día (y muchos mueren por esa y otras causas), ellos coluden con el mismísimo infierno para defenestrar el orden institucional en beneficio del crimen organizado.
Por esas razones, amor e identidad, es que la Guatemala pospandemia habrá de tener en su presente y en su futuro una sociedad que privilegie la vida sobre la muerte y, en consecuencia, una seguridad social que provea una paz y una tranquilidad que no sean las de los cementerios.
Por esas razones, amor e identidad, es que la Guatemala pospandemia habrá de tener una sociedad donde el respeto al pensamiento del prójimo genere sinergias, puertos de contacto y consensos, y no discordias en aras de orgullos mal entendidos.
Por esas razones, amor e identidad, es que la Guatemala pospandemia habrá de tener una sociedad que privilegie el conocimiento de nuestra verdadera historia y una educación integradora e inclusiva porque, para vergüenza propia y ajena, estamos exactamente igual que durante la pandemia de 1918-1920. Es decir, en 100 años nada aprendimos acerca de cómo prevenir o mitigar el impacto de un desastre.
Por esas razones, amor e identidad, es que la Guatemala pospandemia habrá de tener una sociedad que exija a sus gobernantes respeto y aprecio por su personal de salud (médicos, enfermeras, técnicos y profesiones conexas) y que no permita que muñecos de ventrílocuo lleguen incluso a amenazarlos mientras ese noble personal arriesga su vida en favor de los más desposeídos.
A manera de colofón: la pandemia, como era previsible, puso al desnudo a los unos y a los otros, al bien y al mal, a los ángeles y a los demonios. Y también puso a ojos vistas la Guatemala que tendremos que reconstruir.
Nos toca ahora, a todas las personas de buena voluntad, encender la llama que alumbre en la oscuridad.
[1] Toriello Nájera, Lionel (1994). «La historia de esta Historia». Historia general de Guatemala (tomo I). Guatemala: Asociación de Amigos del País, Fundación para la Cultura y el Desarrollo. Pág. 1.
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