Aunque apenas ha iniciado el año electoral, los partidos políticos madrugan para inscribirse. Afuera de la sede del Tribunal Supremo Electoral (TSE), se acuartelaron representantes de los partidos Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y Valor. El contagio no tardó en llegar y en la primera semana del mes, al menos ocho partidos hacían fila en el lugar. Al afán madrugador de la UNE y Valor se han sumado hasta el momento en la fila de los madrugones, representes de los partidos, Azul, Todos, Humanista, Cabal, Vamos y Podemos.
Ese madrugón pudo evitarse si el TSE hubiera mantenido la medida de asignar por sorteo la ubicación en las papeletas. Sin embargo, la presión de los partidos políticos logró que aquel diera marcha atrás con las reformas. De tal suerte que se abrió la puerta para que quienes aspiran a proponer candidaturas para las elecciones generales quieran tener el control del espacio en la boleta.
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Pero, por qué tanto afán para madrugar y tener opción de elegir el lugar en la papeleta electoral. Teóricamente, el ojo humano es atraído hacia un punto al momento de ubicar la mirada en un objeto. De allí que los partidos políticos busquen votos con su posición en la papeleta y no con su programa de trabajo. Un afán que podría no ser tan útil si se toma en cuenta que de acuerdo con los registros del TSE hay 29 partidos políticos inscritos para participar.
Considerando las alianzas y el que no todos inscriban candidatura presidencial y vicepresidencial, podemos imaginar que al menos habrá 20 propuestas inscritas. Así las cosas, o el TSE imprime sábanas en lugar de boletas o en el mejor de los casos, a la hora de los comicios las personas electoras tendrán ante sí algo peor que un cartón de la lotería que, como máximo tiene nueve figuras impresas. Ya no digamos las boletas con candidaturas a diputaciones y corporaciones municipales cuya apreciación gráfica será casi imposible.
En 2015, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), presentó el informe temático sobre el, financiamiento de la política en Guatemala. En este, la CICIG explicaba cómo los partidos políticos funcionaban como franquicias puesto que se armaban en torno a un cacique y su círculo cercano que cumplía con los requisitos mínimos para el registro. Con suerte participaba en elecciones o bien lo subastaba para el proceso. Aunque el comprador o participante perdiese la elección y eventualmente el registro, igual seguía buscando nueva ficha pues, según indica el informe, se termina el partido pero sigue el político. Para ejemplo, Alfonso Portillo que ha pasado por más seis partidos políticos en el país.
En el ámbito local, los partidos hacen parte de las Redes Político Económicas Ilícitas (RPEI) que a la larga, son la base de los carteles que controlan el sistema en el país. Por ello les importa más madrugar y montar un espectáculo a las afueras del TSE que presentar propuestas programáticas con base ideológica y política.
No es casual que los madrugadores sean precisamente integrantes de partidos políticos vinculados a candidaturas más que cuestionables como la de Sandra Torres con la UNE o Zury Ríos con Valor y el Partido Unionista de la dinastía Arzú. Torres ha logrado salir impune de las acusaciones que ha enfrentado. Ríos, además de que desafía el artículo 186 constitucional, va acompañada de Enrique Degenhart y Sandra Jovel, funcionarios del gobierno de Jimmy Morales y se alió al arzuismo. Un cartel familiar que por más de tres décadas ha detentado el poder en la ciudad capital sin resolver los problemas que afronta y que ha usado la alcaldía como botín económico y trampolín político.
Así que, lejos de representar una acción inteligente en materia de campaña electoral, el madrugón es en realidad una pequeña muestra de lo que en realidad son los partidos políticos en Guatemala: un conjunto de empresas criminales organizadas para asaltar el poder.
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