El Cordero

Sin embargo, en medio de esta brevedad, el mensaje del padre en la Homilía me quedó dando vueltas en la cabeza, como aquellas ideas que uno sabe que puede exprimirlas un poco más.

El sacerdote hizo una comparación de Cristo con la figura del cordero sacramental del Antiguo Testamento. Parece ser que los judíos tenían una tradición de sacrificar corderos para expiar los pecados del pueblo y agradar a Dios. El punto del sacerdote era que Jesús vino a encarnar este concepto de cordero sacramental pero para toda la Humanidad, de manera que los pecados de cualquier persona puedan ser perdonados a través suyo. Literalmente, el sacerdote dijo que no importaba cuál fuera el pecado cometido, si uno se arrepentía y confesaba, Dios vería el pecado en el Cordero y lo perdonaría.

“¡Qué interesante concepto!” –me dije a mis adentros. Una capacidad ilimitada de redención. Más allá de interpretarlas de forma literal, siempre he pensado que las enseñanzas religiosas son una especie de poemas, llenas de figuras retóricas. Quizás por eso he permanecido al margen de los agarrones virtuales que la religión suscita en redes sociales, con igual capacidad de simpatía hacia creyentes y no creyentes. Por eso mismo, me intrigó explorar qué hay detrás de la metáfora del cordero redentor.

Esta idea de una fuerza redentora también la he oído en los discursos políticos, otros grandes refugios de las metáforas. En Estados Unidos, por ejemplo, la idea de los valores de los padres fundadores permea el discurso tanto de demócratas como republicanos y se suelen usar para justificar las propuestas más disímiles y mutuamente excluyentes que se pueda imaginar. Los valores de los padres fundadores suelen ser “el cordero” que redime y legitima las acciones políticas. En los países escandinavos, cuando uno lee los discursos de los jefes de gobierno –no importando si son conservadores, liberales o socialistas– se topa con un concepto similar: “los valores nacionales” que suelen ser una vaga amalgama de comunidad, solidaridad y responsabilidad que todo lo justifica y dentro de la cual todo cabe.

¿Cuál será le necesidad del cordero sacramental que todo lo redime? Viene a mi mente una charla que tuve en la universidad sobre mediación de conflictos. Ante una pregunta de la audiencia sobre qué hacer cuando los valores de las partes en conflicto chocan, el expositor argumentó que se debe buscar un valor más elevado, capaz de aglutinar a ambas partes. En ausencia de este valor, sería imposible resolver el conflicto de otra forma que no fuera a través de la fuerza.

El valor del cordero sacramental está, entonces, en su capacidad de propiciar la cohesión social, no importa si éste es Cristo, un cordero, un texto del siglo XVIII o alguna idea vaga de valores nacionales construidos a través de las décadas. Me pregunto entonces, ¿cuál será el cordero de los guatemaltecos? ¿Habrán sido las iglesias cristianas, que ahora están en crisis? Cada vez que veo los conflictos nacionales y nuestra incipiente capacidad de diálogo –deteriorada con respecto al año pasado– no puedo dejar de pensar que nos urge encontrar un cordero, uno tan efectivo como los que otros pueblos han construido, un cordero sobre el cual podamos echar nuestros pecados “para que Dios nos los perdone”.