Esta enfermedad produjo más de 50 millones de infectados en los últimos 20 años y ha cobrado 25 millones de vidas. Diariamente, alrededor de 7,000 personas en el mundo contraen ese virus y por su causa mueren más de 3,000 personas diarias. En términos sanitarios, estamos ante una grave pandemia muy lejos aún de ser vencida.
Covid-19: enfermedad muy reciente causada por el SARS-CoV-2, aparecido primeramente en China, que causa síntomas respiratorios. En algunos afectados, dichos síntomas pueden complicarse y ocasionar trombosis pulmonar, que lleva a la muerte. Si bien su tasa de letalidad es baja (3 %), dado su alto grado de transmisibilidad, hoy día está produciendo más de 10,000 muertes diarias, por lo que es una pandemia de alta peligrosidad.
Aunque se sabe claramente qué es el sida, no se han generado las políticas necesarias para revertirlo. En algunos lugares, como en el África subsahariana, la infección llega a casi la mitad de la población total de algunos países. Serían necesarios 7,000 millones de dólares para revertir esta calamidad sanitaria, pero los presupuestos destinados por los países desarrollados rondan los 5,000. No alcanza el dinero, y el problema crece.
Respecto al covid-19, si bien es una dolencia muy reciente, las estructuras sanitarias de todo el mundo se han movilizado. En el mundo capitalista, inundado de planteos neoliberales privatistas, los sistemas de salud públicos están al tope, colapsados en muchos casos. La investigación virológica se apuró en forma extrema, y en un corto tiempo aparecieron vacunas para generar inmunización colectiva. Las vacunas conseguidas —impulsadas básicamente por laboratorios privados— quedaron acaparadas en lo fundamental por el Norte rico. El Sur abandonado dispone de pocas dosis, y la vacunación va muy lenta.
Desnutrición: falta de nutrientes en el organismo. Sigue siendo la principal causa de muerte en el mundo: no menos de 20,000 personas diarias. Si bien existe comida para alimentar bien a 11,000 millones de habitantes (actualmente no llegamos a 8,000), la desnutrición o los trastornos directamente asociados a esta siguen matando a infinita cantidad de población.
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Terrorismo: aquí es más difícil dar una definición. Se han aportado varias, pero los mismos ideólogos que debaten sobre el tema no encuentran una versión convincente. Se dice que «se constituye, tanto en el ámbito interno como en el mundial, en una vía abierta a todo acto violento, degradante e intimidatorio, y aplicado sin reserva o preocupación moral alguna». En esa definición puede entrar de todo: extremando las cosas, mantener una relación sexual sin protección, principal vía de acceso al VIH.
Según datos disponibles a nivel mundial, ese mal definido terrorismo mata a 12 personas diarias, contra las 3,424 muertes que produce el sida, las más de 10,000 del coronavirus y las 20,000 del hambre.
O hay un error en los cálculos o evidentemente la apreciación de los estrategas militares que formulan las hipótesis de conflicto se equivocan, puesto que ven una mayor amenaza a la seguridad de la especie humana en el impreciso terrorismo que en estas enfermedades o en el hambre. O más crudamente: el negocio armamentístico no permite objetividad.
La política exterior de la gran potencia capitalista que marca el rumbo del mundo, Estados Unidos —ahora seriamente cuestionada por el avance de la República Popular China en alianza con Rusia, superpotencias menos dañinas que Washington—, no es fijada por parámetros de diplomacia y de coexistencia pacífica. Es impuesta por el gran complejo militar-industrial. Esta industria, de ganancias estratosféricas —¡primer gran negocio del planeta!—, necesita guerras, necesita que se muevan sus stocks de mercaderías, necesita violencia. Dato curioso (e igualmente alarmante por su patetismo): uno de los pocos rubros comerciales que en 2020 cerró con beneficios pese a los encierros por la pandemia fue la fabricación de armas. ¿En qué invertir entonces?
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