Si uno fue estudiante de secundaria pública en la segunda parte de la década de 1970, casi seguro participó en marchas y protestas, la mayoría contra el alza del pasaje de los buses urbanos y, eso sí, todas reprimidas violentamente.
Aunque, claro, la mayoría de las protestas no eran pacíficas. Se rompían vidrios y asientos de las unidades de transporte y se incendiaban estas. Incluso, los protestantes y los represores violentaban la situación, los propietarios escondían los autobuses y...
Si uno fue estudiante de secundaria pública en la segunda parte de la década de 1970, casi seguro participó en marchas y protestas, la mayoría contra el alza del pasaje de los buses urbanos y, eso sí, todas reprimidas violentamente.
Aunque, claro, la mayoría de las protestas no eran pacíficas. Se rompían vidrios y asientos de las unidades de transporte y se incendiaban estas. Incluso, los protestantes y los represores violentaban la situación, los propietarios escondían los autobuses y la autoridad municipal intervenía judicialmente. Los dueños de los buses inutilizaban estos mecánicamente, y el estira y encoge seguía hasta que se solucionaba mediante el otorgamiento de un subsidio, lo que ponía fin al martirio de la mayoría de usuarios, que se habían quedado sin transporte durante mas o menos una semana y viajaban en microbuses improvisados, palanganas de picops y cualquier medio que les resolviera el problema.
En esta época, a lo que no le encuentro sentido es a los famosos bloqueos. No le encuentro sentido a que se proteste impidiendo el paso de forma generalizada e indiscriminada, aduciendo que se protesta contra situaciones menos definidas y certeras como falta de presupuesto para un ministerio en general o exigiendo que renuncien los diputados que tienen un proceso de antejuicio. Y encima se las llevan de grandes estrategas al ubicar sitios estratégicos de la red vial que causan el mayor daño posible a la movilidad de la población.
Los actores de hace treinta y tantos años son los mismos: un grupo que protesta, un grupo que no atiende y un grupo de inocentes que padecen las consecuencias y que pareciera que no tienen derechos. La diferencia es que el libreto ahora ha pasado de ser una gesta épica o trágica a ser una comedia vulgar y despreciable. Bueno, falta uno de los actores, a decir verdad. Ya no está el que reprime. El final de la historia antes tenía un resultado. Ahora no. O al menos no es del conocimiento público que los problemas contra los que se protesta bloqueando la libre circulación de los ciudadanos hayan sido resueltos, y eso no les importa a los que protestan porque se quedan sin materia ni les importa a los protestados porque las demandas son tan etéreas que las respuestas que corresponden son igual de pajeras, si no es que resulta más fácil comprar un par de voluntades y dejarlo todo para el siguiente ciclo de bloqueos.
Si se quiere llamar la atención pública sobre un tema y ponerlo en la agenda de discusión política, se hace una marcha. Si es masiva, puede demostrarse fuerza y colocarla en la agenda política. Si se protesta para obtener cambios administrativos en una institución, pues se supone que se centran las acciones de protesta en esa institución haciendo huelga o bloqueando el ingreso. Si quieren protestar contra un funcionario en lo individual, pues manifiesten frente a su oficina o casa. ¿Qué se gana con impedirles la movilidad a personas que no tienen nada que ver ni pueden influir en quienes toman las decisiones? Les digo lo que se ganan: la antipatía de la población, el desprecio de la gente para sus causas y organizaciones. La gente de a pie a veces lo demuestra. ¿Y qué es lo que recibe? ¡Sorpresa! Ya reapareció el actor represor. Los mismos organizadores de las protestas agreden a los inocentes, ajenos y sin derechos, que se atreven a reclamar lo que la Constitución les garantiza. Suena a comedia. Es una tragedia.
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