Creo en esa justicia porque sé que es una de las pocas formas que tiene una persona para poder reconciliarse con su sistema social y volver a creer en él.
Y sin lugar a dudas, creo que todos aquellos crímenes de lesa humanidad ocurridos en el marco del conflicto deben ser castigados, sin importar de quién de las dos partes vino. Así lo ordena la ley.
Miles de víctimas del Ejército de Guatemala han presentado en este y otros países, denuncias contra militares que, abusando de su poder frente a comunidades enteras desarmadas, mataron a sus familiares y violaron sus derechos humanos. Y los victimarios de entonces, hoy, tienen derecho a un debido proceso, a un juicio justo, algo que le negaron a cientos de miles de guatemaltecas y guatemaltecos asesinados.
Hasta hace unas semanas, los únicos que habían reclamado, desde hace décadas, que se les hiciera justicia eran las víctimas del Ejército. Hoy, las otras víctimas han empezado a hablar. Sin embargo, las denuncias a los ojos de mucha gente no parecen buscar justicia, parecen buscar revancha.
Cuando Ricardo Méndez presentó una denuncia por su secuestro en los años ochenta, él me dijo que su intención era clara: buscaba blindar a su padre, del mismo nombre, de un posible arresto supuestamente señalado de violaciones a los derechos humanos, sindicación que ha negado el Ministerio Público. Me pareció honesto que me contara su intención. En el caso de las denuncia hecha por la Asociación de Viudas del Ejército de Guatemala, el tono de la denuncia me hizo cuestionar su verdadero objetivo.
Cuando llegó el turno de la denuncia presentada por Theodore Michael Plocharski Rehbach contra 52 personas, el pasado martes, acusándolas de actos terroristas en el marco de la guerra, terminé confirmando mis dudas. Las inconsistencias de su denuncia, señalando a personas muertas, algunas por los mismos aparatos de Estado o personas que apenas eran niños cuando la guerra, pero peor aún a columnistas que expresan sus opiniones en defensa de los derechos humanos y en defensa de las víctimas del genocidio, me hizo ver que la pretensión de esto es: formar una cortina de humo frente al avance de las investigaciones, procesos judiciales y juicios iniciados contra militares. Esto me parece irrespetuoso ante el dolor y la dignidad de miles y miles de víctimas que sí buscan saber la verdad.
Cuando Méndez hizo su denuncia pensé que era el comienzo de un momento importante para la justicia en este país, para discutir, para conocer la historia de una de las otras víctimas, pero con la denuncia de Plocharski la idea terminó. ¿Por qué no buscar una víctima que realmente lo fuera para iniciar la denuncia, porque en su demanda no aparece como víctima, y no cualquier persona que quisiera abanderar una lucha ideológica desfasada propia de su edad? ¿Y no se supone que hay tantas víctimas de la guerrilla?
Me llama la atención que las tres denuncias presentadas tiene la misma tonalidad, el mismo lenguaje: “terroristas, comunistas, marxistas, patria, campañas terroristas, delincuentes terroristas, grupos criminales clandestinos de terroristas” parecido a los panfletos de los grupos clandestinos y escuadrones de la muerte de la época y de los mensajes del Ejército de entonces.
Estas acciones contra los columnistas me hacen pensar en un poema escrito por Guadalupe Navas, asesinada el 30 de agosto de 1980, que se llama “Aquí donde es delito pensar”:
“Amigos, ahora no me pregunten por el amor, el pan o la rosa, aquí donde es delito pensar, soñar y decir lo que se siente; aquí donde asesinan cada día la esperanza.
Sucede lo inesperado, lo brutal, lo inadmisible, en mi angustiada Patria: Resuenan tiros. ¡Balas en el corazón, en la cabeza! Ríos de sangre corren por las calles desenfrenados hasta el martirio.
Víctimas, cómplices, testigos. No preguntes por los derechos humanos, por la justicia, por la paz social (son violados constantemente, se les ignora). Aquí, tan sólo nos basta sentir el golpe del frío en las entrañas o arder con el bosque de los sueños para entender la devastación del hombre.
Por eso no me pregunten ahora, por el amor, el pan o la rosa aquí donde nos circunda el fuego de los bárbaros y crece la matanza como un desolladero. No me pregunten por los vivos, no me pregunten por los muertos en tanto no se levanten los puños de la cólera y el odio del pueblo”.
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