Me parece que, en Guatemala, quienes hemos ido a la plaza, quienes hemos estado en las resistencias tanto tiempo, deberíamos decir más seguido un par de abracadabras. Los últimos acontecimientos nos han mostrado que la coyuntura está en constante cambio; que, cuando pensábamos que habíamos abierto una puerta para dar un paso más en la lucha contra la corrupción, alguien se encargaba de cerrarla, y parece que con todo y pasador.
He escuchado a tantas personas decir que quieren un país d...
Me parece que, en Guatemala, quienes hemos ido a la plaza, quienes hemos estado en las resistencias tanto tiempo, deberíamos decir más seguido un par de abracadabras. Los últimos acontecimientos nos han mostrado que la coyuntura está en constante cambio; que, cuando pensábamos que habíamos abierto una puerta para dar un paso más en la lucha contra la corrupción, alguien se encargaba de cerrarla, y parece que con todo y pasador.
He escuchado a tantas personas decir que quieren un país digno, que desean trabajar por que este país sea uno en el que se pueda vivir. Los he visto en la plaza manifestándose, queriendo sacar a los ladrones, a los mentirosos, a los corruptos, a los vendepatrias (y acá sí que vale el nacionalismo porque se trata de las personas que somos este país). He visto lo que quieren, de qué hablan. Queremos reformas a la Ley Electoral y Partidos Políticos (y nunca mínimos, sino los máximos que nos merecemos y que por lo tanto exigimos). He sido testigo de los hombres y las mujeres que se han reunido, a veces varias veces por semana, para discutir qué rescatamos, qué proponemos, adónde salimos a compartir nuestra indignación para que se convierta en esperanza que construya realidades diferentes. Han convocado. Han creado espacios para discusión. Han trabajado en articularse.
No hay ningún abracadabra que sea por arte de magia. No al menos en la realidad en que vivo. Pero crear como hablamos —como soñamos, como deseamos, como valemos— depende de dos cosas: de saber qué es lo que queremos y de trabajar por ello. Y sé que, aunque hay muchas dudas, muchas incertidumbres, muchas desilusiones y decepciones diarias, sabemos qué queremos y estamos caminando hacia ello.
A diferencia de los políticos, de los diputados, de muchos presidenciables, de los magistrados, nosotros no mentimos. Son ellos mismos quienes no creen en lo que dicen. Saben que no dicen la verdad. Saben que tienen otros intereses. Sobre la mentira no se puede construir nada. Todo está por derrumbarse. Con la mentira solo nacen el rechazo y el desprecio bien ganado.
¡Abracadabra, que no muera la indignación! ¡Abracadabra, que seamos muchos más!
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