Con el negocio sucio de insumos como mascarillas y pruebas para Covid-19, Martínez y su círculo cer-cano se llenaron los bolsillos. Con la compra fraudulenta de vacunas rusas, acrecentaron su fortuna. En tanto que Giammattei se benefició de la transacción de la alfombra rusa (el rollo de tela relleno de dine-ro) que le fue entregada en su casa a cambio de favores a empresarios de dicho país.
Pero no solo esas transas fueron evidenciadas: elPeriódico, fundado por José Rubén Zamora, denunció casi a razón de uno por semana desde el inicio de gobierno, los bisnes de Giammattei y su camarilla. De igual forma, Marvin del Cid y Sonny Figueroa, desde Vox Populi, expusieron los turbios arreglos de quien pretendía no ser recordado como «un hijueputa más», pero se ganó a pulso el mote de eleqo’on.
Cuando faltaba menos de una semana para culminar su mandato, Giammattei utilizó los espacios de comunicación de la presidencia para victimizarse. Entre otras sandeces afirmó que integrantes del cuer-po diplomático le habían amenazado para que entregara el cargo. Como si hacerlo no fuera su harta obligación so pena de incurrir en delito. Giammattei también se quejó de que las autoridades electas para sustituirlo le habían señalado de liderar el intento de golpe de Estado que se fraguaba desde el Mi-nisterio Público y las cortes.
El pronto exgobernante, con ojos aguados cual plañidera, aseguró que había sufrido, y en soledad, en la presidencia. A tal grado que asegura haber sufrido y superado un cáncer del que nadie, insiste, se ente-ró. No obstante, fue un secreto a voces que padecía serios quebrantos de salud, pero que, incumpliendo la ley, se negó a entregar el cargo al desaparecido vicepresidente Willy Castillo.
Acostumbrado a los montajes, Giammattei pretendió hacerse víctima antes de dejar el puesto. Sin em-bargo, más que alguien golpeado por el ejercicio de la presidencia, el médico inhumano fungió como verdugo de la democracia y con ello de la sociedad. Su gestión de la pandemia de Covid-19 se caracte-rizó por el abandono de la red hospitalaria que, a lo largo de su gobierno, fue saqueada y reducida a las ruinas.
No es casualidad que a pocos días de que concluya su gobierno, uno de los principales hospitales nacio-nales de referencia, el San Juan de Dios, quedara a oscuras y sin suministro de agua por falta de energía eléctrica. El personal sanitario, tal y como lo hizo durante la pandemia ante el abandono oficial, casi con las uñas protegió, hasta donde pudo, la vida de las personas internas, mientras debió cerrar la puerta a la consulta externa. Siete personas murieron por la falta de agua y energía, lo que es responsabilidad del gobierno.
Los edificios públicos tales como el palacio legislativo o la casa de gobierno se mantuvieron amuralla-dos con agentes de policía y estructuras metálicas para impedir el acceso de las personas. La fuerza pú-blica fue usada para reprimir manifestantes, como en noviembre de 2020, y agredir y aprehender a per-sonas que ejercían sus derechos.
De manera que Alejandro Giammattei no es una víctima porque no sufrió atropello alguno. Alejandro Giammattei es y será recordado como el verdugo del Estado de Derecho, el ladrón con título de doctor y el depredador de la democracia.
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