Al inicio era una cuestión de “buenas costumbres” el evitar contenido controversial en redes sociales. Se usaban mayormente para compartir fotos personales, de viajes, deportivas, familiares, etc. Pero los chapines no tardaron mucho en descubrir su potencial profesional y político.
Las primeras “movidas políticas” en las redes fueron por parte de sectores cercanos al empresariado tradicional. La campaña electoral del 2007, el Caso Rosenberg, el Decreto 19-2009 y la candidatura presidencial de Sandra Torres fueron algunos de los temas que lograron mayor movilización ciudadana a través de estos medios.
Durante este período, podría afirmar que –contrario a lo que sucedía en los países desarrollados– el advenimiento de las redes sociales corrió el balance político nacional a la derecha, pues fueron primero descubiertas y aprovechadas por estudiantes de universidades privadas. Los políticos alineados con la izquierda o con el capital emergente –acostumbrados a lidiar con un ambiente mediático más o menos controlado- recibieron unos buenos golpes en este período.
Un símbolo certero de la Política, sin embargo, es el del péndulo. Durante 2012 –y luego con más fuerza en la primera mitad de 2013–, la balanza en redes se movió decididamente a favor de otros sectores: grupos urbanos más críticos, académicos y políticos no alineados con el empresariado tradicional.
La época demandó un cambio de este tipo. El balance político nacional en muchos sentidos está corrido a la derecha con respecto a la media mundial, lo cual naturalmente hace de la exposición a la lupa internacional una de sus vulnerabilidades. También la ampliación del espectro de usuarios de redes sociales –especialmente la incorporación de generaciones mayores– trajo consigo un contrapeso inmediato a los impulsos más radicales de las cohortes universitarias. Entre otras causas, por supuesto. Por lo que fuere, durante esos dos años se dieron importantes transformaciones en el clima de opinión urbano y estos cambios fueron más proclives a visibilizar a grupos vulnerables de la sociedad.
Esta era, sin embargo, me parece que también está agotando sus posibilidades. Por dos motivos principalmente:
- El uso incremental de los filtros de contenido, los cuales restringen qué tipo de noticias le aparecen a cada quien en el News Feed.
- La desarticulación de las demandas sociales guatemaltecas.
Sobre este último punto, Carolina Vásquez Araya bien describía una “estrategia política/psicológica de fraccionar la realidad en miles de pequeñas esferas, en innumerables casos aislados”. Ella señala correctamente como responsable a un fino hilo de intereses ajenos al bien común; sin embargo, yo agrego también la incapacidad generalizada que hemos mostrado los guatemaltecos a la hora de dialogar y negociar agendas comunes que permitan construir una línea conductiva y priorizar acciones.
La prueba más contundente del estancamiento al cual estos problemas nos han conducido es justamente el que señalaba Vásquez Araya: que ante los incidentes en Alta Verapaz no se genere ya ninguna ola de opinión pública comparable a la gravedad de los hechos.
¿Significa esto que el péndulo nuevamente se ha corrido hacia la derecha como en 2007 o 2009? No necesariamente. El balance de influencia en la opinión pública más bien parece haber regresado a una situación como la que existía antes de las redes sociales, en la cual son los grandes conglomerados mediáticos y los líderes políticos los que controlan el flujo de la conversación, una forma más indirecta de democracia. Este arreglo de las cosas favorece las posiciones intermedias, pues aleja la conversación de las bases tanto de izquierda como de derecha, pero invisibiliza temas cruciales cuando escapan al radar del liderazgo, como señalaba Carlos Mendoza.
Es cuestión de tiempo, sin embargo, que el tablero vuelva a moverse. Me parece que las expresiones sociales muestran más energía que las bases conservadoras, la cual podrían capitalizar en un futuro no tan lejano. Para lograrlo, sin embargo, creo que deben articularse mejor y definir prioridades. Es urgente para todos los sectores avanzar más allá de las discusiones cáusticas en que las redes sociales tienden a encerrarnos –como esas discusiones sobre qué muertes son más valiosas. Las redes sociales pueden y deben ser una herramienta de acompañamiento, pero no la estrategia principal.
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