Autores romanos que describen la vida cotidiana en la Roma del primer siglo DC –consideremos la obra Noches Aticas de Aulo Gelio por ejemplo- son muy cuidadosos al hacernos notar que el mundo romano no conocía la noción del poseso, el poseído o el endemoniado.
El romano común y corriente manejaría la noción griega del daimón, el genio o sombra (fantasma) de la tierra y, claro, la del alma del muerto. Pero en concreto, el mal no tenía una forma de materializarse y afectar la conducta de los seres humanos. Sucede entonces, que estoicos de la talla de Tácito recrean la moral del balance, de la tolerancia, del acto de misericordia y de la justicia que restaura, sin ni siquiera considerar las nociones de cielo, infierno, o una lucha cósmica por las almas de los hombres. Era simplemente un deber de todo buen romano, conocer la religión del Estado, la de los poetas y la que nos dicta la justa y recta razón. (La Religione romana antica de Georges Dumézil).
Pero el mundo cristiano no funciona así.
Desde muy temprano en la era cristiana, la posibilidad de entidades malignas apropiándose del cuerpo humano ha sido una constante. De tal suerte que la historia cristiana no se comprendería sin la figura del exorcismo. El primer libro con fórmulas de exorcismo registrado es el Statua Ecclesiæ Latinæ del año 500, y el primer libro con contenido sistemático sobre la materia es el Malleus Maleficarum de 1494
Aquí aparece la otra cara de Jano al respecto del tratamiento del Mal, todo lo opuesto a una banalización del fenómeno. A lo largo de los años, el tratamiento de la figura del poseso y del exorcismo a recibido un tratamiento frío y desprendido, Antoine Vergote en su obra El exorcismo:punto de vista de la psicología religiosa muestra precisamente cómo el fenómeno que no se puede explicar en la sociedad atrasada, campesina, agraria y sin acceso a la medicina moderna ¨debió de sostener por siglos la creencia en la realidad de la posesión¨. Modernamente, casos de represión extrema, delirio y la esquizofrenia misma (el antiguo beso de los dioses) serían la forma moderna de referirse a la posesión.
Sin embargo, qué hacer con la evidencia empírica que, aunque es imposible de universalizar a otros espectadores, tiene validez para el observador? He podido ser testigo de rituales de santería afro-caribeña que tienen ´momentos´ claramente fuera de toda lógica. He sido testigo de santeros capaces de referirse a hechos que no han sucedido y posteriormente suceden, tal y cómo han sido descritos. Por no decir, del caso de santeros que llegaron a describir lo que amigos míos habían dicho y hecho ante el lecho de muerte de sus propios abuelos y lo que supuestamente era un secreto personal, era hecho público para el vidente. He también seguido con detalle el caso de un indígena guatemalteco habitante del altiplano, que en aparente caso de posesión demoníaca fue capaz de repetir fragmentos en griego de La Ilíada, a Virgilio en latín y discutir en dialecto napolitano con el sacerdote que lleva el caso. Si el demonio enseña griego y latín, en realidad no es problema –creo- pero, si el sujeto no ha tenido contacto alguno con dichas fuentes o entornos, entonces el caso presenta un rompecabezas para la mente lógica.
Hechos que no pueden explicarse bajo la lógica tradicional suceden, lo cual no significa abandonar inmediatamente el asidero a las leyes más fundamentales de la lógica.
Dejaré planteadas las obras que nos serán de ayuda en la próxima entrega.
El libro del exorcista principal del Vaticano, Gabrielle Amorth, Narraciones de un exorcista; el jesuita Juan Bautista Cortés con su obra Proceso a las posesiones y exorcismos; René Laurentin con su obra El Demonio, ¿mito o realidad? , y la obra Daemoniacum escrita originalmente como tesis doctoral del más importante exorcista español a la fecha, el sacerdote José A. Fortea. Para finalizar, mencionaremos a Corrado Balducci con su obra cumbre, La posesión diabólica.
Para concluir esta columna, lo invito a que escuche la pieza titulada Il Trino del Diablo en G menor del violinista italiano Giovani Tartini (se encuentra fácilmente en youtube).
Si Hanna Arendt banalizó el Mal al reducirlo a un proceso burocrático, Tartini nos muestra, de forma rara, su embellecimiento.
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