Que jóvenes de clase media y alta salgan a las calles como voluntarios a pedirle al resto de clase media que colabore para comprar materiales de casas, y que otros guatemaltecos de clase media y alta sean voluntarios para construir casas en barrios o zonas marginales es una idea brillante. Une a clases sociales en un país en el que hay muy pocos espacios públicos para relacionarnos con nuestros conciudadanos de otros estratos. Ya no tenemos transporte público común, ni hemos tenido nunca parques, ni hay actividades culturales gratuitas, ni vamos a las mismas escuelas, ni a la USAC. Aquí sólo sabemos de los demás por prejuicios o por relaciones puntuales, muy desiguales y en muchas ocasiones bañadas de desconfianza.
Los techeros están equivocados en que el principal clavo de este país es la pobreza. Porque tal vez sea el segundo; el primero son la desigualdad y el egoísmo, que son responsables de que exista tanta pobreza en un país medianamente rico, en el que el 1 por ciento más rico se queda con más del 25 por ciento de la producción nacional.
Pero lo importante en este artículo es una cosa: reconocer que el esfuerzo de Un techo para mi país es muy valioso, y merece todos los aplausos. Estos patojos se quitan de prejuicios y salen a la calle a pedir dinero y luego van a buscar a familias en barrios marginales y construyen. Con sus manos. Y construyen espacios públicos de cooperación voluntaria e interacción entre clases sociales. Eso es mucho en un país tan desconfiado y prejuicioso como Guatemala.
Lo que me preocupa es que los más analíticos de nuestra sociedad, y sobre todo los jóvenes que hacen más análisis crítico, los encasillen junto a otras iniciativas superficiales, por el mero hecho de venir de jóvenes de clase media alta que no reconocen que el principal problema del país es la desigualdad.
Una parte elemental de la democracia es la crítica, el análisis crítico y cierto escepticismo de lo que se nos dice, en especial cuando viene de actores de poder. Esa crítica en Guatemala, por lo general, viene sólo desde pensamientos más progresistas (es una pena que se le dé poca atención desde conservadurismos). Pero los progres en nuestro país heredamos una idea de que aplaudir cualquier cosa es traicionar a la causa. O decir que en algo mejora este país es ser un inconsciente. O que sólo lo que se hace desde abajo es bueno. O que creamos que sólo con cambios estructurales cambiará el país. Y no. También empiezan a cambiar el país iniciativas como las de los techeros, que tal vez sin saberlo logran que muchos adquieran conciencia social del país injusto y desigual en el que viven.
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