—Terminé de leer el libro, vos. Joseph K. se muere —dijo secándose el sudor con un pañuelo.
—No, hombre. No me contés el final. Ya sabés que no leo como vos, apenas unas páginas antes de dormir—. Se afloja la corbata.
—Ahora ya entiendo la vigencia de Kafka, pues el nuestro es un universo kafkiano, como debe ser. La mara está insatisfecha a pesar de que tenemos elecciones, poderes separados, alternancia. Deberían leer esta novela para entender de una buena vez cómo funciona el sistema.
—Justo eso te iba a preguntar. Por tus años de experiencia, ¿cómo entendiste que funciona?—. Se acomoda en un balcón.
—Pues así como decía el libro: oculto. Los vericuetos del sistema son laberínticos por una razón: para que la gente se pierda cuando entre allí.
—Cabal, lo mismo creo.
— En las sombras, los poderes están separados, pero no porque emanen de la misma fuente. Hay elecciones, es cierto, pero no totalmente libres, como viste en las últimas presidenciales. O en la pugna de ahora por las cortes, cuyos resultados están parcialmente decididos de antemano, de manera que se anula la poca alternancia que hay. Así, como sugiere el caso Comisiones Paralelas, nuestro sistema es uno paralelo. Y, ya te digo, ojalá estuviéramos más cerca del ideal en El proceso. Ahora mismo están cada vez más cerca de levantarnos la falda que haría visible el sistema para cambiarlo. Llevan años intentando exponernos, lo cual dificulta mucho nuestro trabajo. Pero será temporal porque, al igual que el pobre diablo de K., la gente palidece durante la lucha. Así dice en el mismo libro: que el enorme aparato es eterno en sus contradicciones y que cambiarlo sería como precipitarse al vacío. Y nadie quiere pensar el vacío.
—¿Y conocés a los de arriba?
—Sabemos quiénes son, pero no podría decirlo con exactitud.
—¿Y entendiste el proceso de K.?
— Claro que lo entendí. ¿Acaso soy mula?
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— No, hombre. Claro que no. Pero, como nadie lo nombró… El caso es que leyendo la novela recordé lo que decía el profe de la U cuando hablaba del derecho como una limitación del poder, tanto de los particulares como del Estado, para que nadie abuse de nadie. Y yo creo que se pasaron un cacho con K.
—Ideología, vos. Nada más que idiotología. Hay profes que no agarran la vara. Se les sale lo activistas en clase. Mirá: el derecho, así como aparece en el universo kafkiano, es un instrumento de opresión y de coacción. Nada más. Nuestro trabajo es mantener el orden establecido. Si no, olvidate. Esto sería la pura anarquía.
—Vos, pero nunca estuvo claro si K. era culpable.
—K. tuvo la libertad que el pintor resumió muy bien: la inalcanzable absolución plena, la absolución aparente o la prórroga infinita. Nuestro cuate, Tavo, ese es experto. Tiene varios procesos abiertos y ahí lo ves: en camino de recuperar las cortes de apelaciones para revocar de manera definitiva los procesos. Pero es que es parte del sistema. Lo conoce mejor que nadie, aunque nadie lo termina de conocer. A nosotros, en cambio, se nos ha confiado la ardua tarea de mantener el orden social. No tenemos elección, sino una misión. Normalmente somos impecables, a no ser que sea gente de influencia. Como los güiros de la fiesta de O3.
—Pero ¿no somos todos iguales ante la ley?
—Más idiotología. Y de la peor clase. ¡Patrañas! Somos distintos desde que nos concibe nuestro Señor, y quién soy para contradecirlo. Por nuestra ardua tarea, los que trabajamos en el sistema somos superiores, como bien se lo refrendó el sacerdote a K. en la catedral. Y lo justo es, desde tiempos de Platón, dar a cada quien lo suyo.
—¿Y qué es todo este revuelo con las cortes?
—Una panda de resentidos, como Joseph K., que quieren cambiar el fondo y se acercan. Casi lo logran con la Cicig y ahora con la pujanza de los gringos. Quieren traerse abajo el imperio de la ley que tenemos. La ley debe imperar, y tenemos jueces idóneos y honorables para hacerlo.
—¿Como Moto?
—Por ejemplo. ¿Qué juez más valiente se ha enfrentado a estos descarados que buscan dejarnos desnudos? ¿Cómo pueden decir que no es idóneo u honorable? Además, es perfecto porque está en contacto con los de arriba.
—¿Arriba de dónde?
—No has entendido mucho lo que expliqué.
—Es algo confuso.
—Es el sistema.
—¿Y si K. era inocente?
—¿Importaba?
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