Afanes académicos, procesos solidarios, inquietudes identitarias, luchas ancestrales por territorio en Estados Unidos (se habla de la existencia de más de 50 pueblos indígenas), sufrimientos de los migrantes y algunos éxitos son el contexto de esta gira, que abarcará otras universidades y otros estados. Sin embargo, la expectativa de los distintos públicos es conocer el aporte que han dado y pueden dar los pueblos indígenas a las luchas anticoloniales, además de entender la historia de las raíces y de la preocupación por el futuro en medio del apoyo y la solidaridad mutua entre culturas, pueblos y colectivos.
Antes de partir a otros estados tuve la oportunidad de visitar el museo de La Brea, antiguamente un gran rancho en pleno centro de Los Ángeles donde el petróleo brota a flor de tierra y donde desde aproximadamente 1915 comenzó la explotación de cientos de pozos de dicho recurso fósil. Según el informativo de dicho museo: «En La Brea, el asfalto líquido y pegajoso sube desde las capas subterráneas en forma de burbujas. Comenzando hace 50,000 años, todo tipo de seres vivos, desde enormes mamuts de Columbia hasta insectos diminutos, quedaron atrapados en el fango de La Brea. Durante más de 100 años [y esto es para mí lo importante] los científicos han realizado excavaciones para recuperar sorprendentes fósiles de los pozos y develar los misterios de la Edad de Hielo en Los Ángeles».
Es un museo que cinco millones de fósiles de los últimos 50,000 años vuelven único. Las fotos de principios del siglo XX exponen dos situaciones que caracterizan la lógica de los colonialistas europeos que llegaron a exterminar o a expulsar a los dueños originarios de los territorios, les declararon la guerra y se apropiaron de extensos y ricos territorios mientras los tratados entre el Gobierno y los pueblos (como los acuerdos de paz en Guatemala) eran violados e irrespetados permanentemente en el afán de consolidar el colonialismo que determinaría el futuro capitalismo.
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La primera situación: la bonanza económica de los invasores a través de la explotación de cientos de pozos petroleros, recurso estratégico que iba a dar poder para dominar el mundo. Paralelo a esta, el afán de estudiar los vestigios prehistóricos encontrados en las excavaciones, que han develado una inmensa presencia de flora y fauna que se sigue encontrando y analizando con laboratorios de la más alta tecnología y que son expuestos en el museo. El colonialista, aparte de la producción material y de la apropiación violenta de los recursos, se interesó en ampliar el conocimiento, la ciencia y la tecnología. Y eso ha consolidado la matriz colonial que impera actualmente en la división mundial Norte-Sur. No basta con tener el poder político y el control de los territorios. También se monopoliza el conocimiento que afianza la expansión colonialista-capitalista.
Frente al visitante, los laboratorios estudian distintos fósiles de lobos gigantes, caballos americanos, mamuts, mastodontes, insectos, aves y tigres dientes de sable. En la medida en que Los Ángeles se fue construyendo, la explotación y la indagación científicas apuntalaron los procesos coloniales que aún siguen vigentes. Recordemos que los primeros antropólogos surgieron por la necesidad de la expansión colonial, que abarcó la búsqueda de riquezas y el asentamiento de la ideología occidental.
En una de las fotografías gigantes del museo (véase la imagen al final de este artículo) se ilustra esa lógica colonial de unir la explotación y la producción con la investigación técnica y científica. A la par de los pozos petrolíferos en plena producción, los arqueólogos y otros expertos recuperan y sistematizan toda la variedad de fósiles que van encontrando.
A la luz de lo expuesto, puedo concluir que las luchas anticoloniales deben orientarse desde la cosmovisión de los pueblos hacia la producción material, pero también, y de manera paralela, sostenible y justa, hacia el fortalecimiento de prácticas y saberes ancestrales de modo que estos se articulen con el conocimiento universal y la liberación de los colonizados.
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