Buscan transitar desde su tierra y recorrer los más de 10,000 kilómetros que las separan de la frontera con Estados Unidos, un país que tiene la migración irregular como uno de sus principales temas de seguridad y que ha logrado imponerlo a los Gobiernos de la región, los cuales, serviles a esa política, han aceptado, dóciles, organizarse para impedir el paso de quienes migran por necesidad.
Sin embargo, esta semana la masividad del éxodo hondureño venció la orden inicial del corrupto Gobierno guatemalteco de impedirle el ingreso. La solidaridad inmediata de la población guatemalteca en la zona oriental del país fue también un acto de rebeldía a esa orden inhumana. Las imágenes de hombres, mujeres, niñas y niños con los pies destrozados por la caminata, llevando apenas lo indispensable en la mochila llena de carencias, mostraron el drama de una población que huye de la miseria, la corrupción y la violencia.
A su paso por las rutas de Guatemala, las hondureñas y los hondureños han recibido un abrazo de solidaridad y de apoyo por su situación. Ellas y ellos caminan por miles, afirman, para llegar al norte, a Estados Unidos, como vía para asegurar un empleo que les permita ingresos básicos para sobrevivir. Con lo mínimo como carga, escapan del gobierno de Juan Orlando Hernández (JOH), quien ocupa el poder presidencial pese a las serias acusaciones de fraude en su contra.
Las protestas derivadas de la acusación de elecciones amañadas, que siguieron a las reacciones contra el golpe de Estado en 2009, fueron permanentemente reprimidas. El liderazgo social y político de Honduras cuenta por cientos a hombres y mujeres de su entorno asesinados sin que haya justicia por esos crímenes. La violencia política y la violencia criminal han hecho de Honduras uno de los países con los más altos índices de homicidios a nivel mundial. De ahí que sea perfectamente explicable y comprensible la necesidad de migrar de los hondureños, que ahora llegan masivamente a Guatemala en busca de la ruta hacia el norte.
Pero no solo el pueblo catracho ha llegado a nuestras tierras. Resulta que también empiezan a llegar hijas e hijos de la tierra de Sandino. Vienen a contar la tragedia de su patria, en la cual, como en Honduras, también hay una dictadura: la encabezada por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que tiene responsabilidad en la muerte de por lo menos 300 personas desde el 19 de abril. Al igual que JOH en Honduras, los Ortega Murillo en Nicaragua han utilizado la violencia para acallar las voces de la oposición.
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Desde uno y otro pueblo han llegado a Guatemala a contar sus angustias y a pedir nuestro apoyo. Y, pese a la situación de profunda crisis que se vive ante la instalación de la dictadura de corruptos encabezada por Jimmy Morales, ambos pueblos han encontrado un abrazo de hermandad en esta tierra del maíz.
Desde el sur de nuestras montañas, de nuestros volcanes, de nuestros ríos y de nuestras penas, los caminos guardan ahora la memoria de los pasos de la angustia: una angustia que le resulta indiferente al Gobierno guatemalteco, que, plegado a los intereses de su par estadounidense y en la mejor pose de tirano, ordena detener a quien camina por la vida. Para ello, sus burócratas de Migración se hacen acompañar de funcionarios estadounidenses, quienes en las redadas de seguro representan los intereses de su Gobierno.
Pueblo tras pueblo, la diáspora hondureña va ganando terreno a pesar de la indisposición de su Gobierno, que intenta cerrar fronteras para impedir que salgan más personas. A pesar de la indisposición del tirano guatemalteco, quien servil al Gobierno del norte intenta frenar el libre tránsito de personas en clara violación de los derechos humanos. Pueblo tras pueblo, también vienen las y los nicaragüenses a contarnos su tragedia y a pedir nuestro abrazo ante la crisis.
Mientras tanto, a la vez que extendemos solidarios nuestro cariño, contamos también nuestras miserias y pedimos igualmente su apoyo porque somos, al fin de cuentas, pueblos hermanados por la historia y por la vida. Porque, como dijo Edda con su voz rotunda del amor internacionalizado, «Nicaragua nos atraviesa el corazón. Honduras nos atraviesa el corazón. Guatemala, desde hace décadas, nos atraviesa el corazón».
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