Pero, por otro lado, entender que esa es una idealización que raya en lo irreal no quiere decir que no sea una meta legítima y, para Guatemala, urgente.
Me angustia pensar en la posibilidad, muy real por cierto, de que ya hayamos perdido la gran oportunidad del incipiente movimiento ciudadano que logró tumbar el régimen corrupto de Pérez Molina y Baldetti; de que la desconfianza estructural, la apatía y la frustración sean de nuevo lo que caracterice a la ciudadanía guatemalteca. Cada ...
Pero, por otro lado, entender que esa es una idealización que raya en lo irreal no quiere decir que no sea una meta legítima y, para Guatemala, urgente.
Me angustia pensar en la posibilidad, muy real por cierto, de que ya hayamos perdido la gran oportunidad del incipiente movimiento ciudadano que logró tumbar el régimen corrupto de Pérez Molina y Baldetti; de que la desconfianza estructural, la apatía y la frustración sean de nuevo lo que caracterice a la ciudadanía guatemalteca. Cada día que pasa y cada metida de pata de Jimmy Morales parecen consolidar el tránsito de su gestión de un gobierno de esperanza a uno de frustración e inutilidad. El riesgo justamente es que la ciudadanía haga caso omiso de los pocos aciertos y logros ante el abrumador enojo que generan los abundantes errores y las promesas incumplidas.
En este espacio he sido un crítico abierto de la gestión de Morales y ciertamente me siento insatisfecho por lo que ha logrado. Pero sí que les reconozco a algunos miembros de su gabinete esfuerzos en la dirección correcta y la percepción de una gestión proba, pero que ha demostrado ser insuficiente para frenar el crecimiento de la ola de frustración y enojo ciudadano. Ante esta situación es obligado plantear una pregunta: ¿qué les exige la ciudadanía a las autoridades concretamente? O, de manera equivalente, ¿con qué acciones y resultados la ciudadanía guatemalteca se sentiría satisfecha con el Gobierno?
Para esta pregunta hay respuestas generales obvias como poner fina a la corrupción, que los servicios públicos sean de buena calidad o que las autoridades hagan bien su trabajo. Pero, lamentablemente, decir esas respuestas es como no decir nada. Buscar una agenda mínima de resultados y condiciones para darle el visto bueno al Gobierno es algo más complicado. De hecho, me recuerda que la falta de un conjunto de demandas específicas, además de las renuncias de Pérez y Baldetti, ciertamente fue algo que caracterizó a las manifestaciones del año pasado.
¿Qué, en concreto, le exigimos al Gobierno? Me parece que tolerancia cero a la corrupción encabezaría cualquier agenda de exigencia ciudadana al Gobierno. Pero aun este punto, que se entendería obvio, no está tan claro. ¿Cómo evaluamos una lucha efectiva contra la corrupción en el Gobierno? ¿Cuáles serían los indicadores y sus resultados, con los cuales nos declararíamos satisfechos? Si se piensa despacio el asunto, no es tan sencillo. Hay quienes incluso sostienen que simplemente no es posible erradicar la corrupción.
Otro punto que seguro aparecerá en una agenda de estas es la calidad de los servicios públicos. Creo que acá hay elementos mucho más concretos: transporte de pasajeros, salud, educación, seguridad e infraestructura, entre otros. La insatisfacción ciudadana con estos deberes del Estado es cotidiana, y sin duda es posible elaborar una agenda concreta y específica. Sin embargo, esta agenda debe reconocer las dificultades, incluyendo la magnitud de los problemas y de los costos financieros (sí, debemos entender y aceptar que combatir la corrupción no es gratis), entre otros muchos. Es decir, debe ser un pliego de exigencias realista, con plazos, responsables y costos.
Y, bueno, si aceptamos que este pliego de exigencias es posible, ¿quién lo elabora? ¿Cómo se garantiza que el autor goza de la legítima representatividad del movimiento ciudadano? ¿El ejercicio unificaría o dividiría a la ciudadanía?
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