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El jornalero Rafael Jacinto Menchú, entierra parte de la cosecha de apio dañada por las intensas lluvias en un intento por resembrar lo perdido. Foto

Los dilemas del agricultor: clima, consumidores enojados y amenazas de la Diaco

«Cuando hay mucha producción, el mismo mercado bota el precio, sin importar la inversión del productor» José Gallina, productor de Sumpango
«La queja de los productores es que los gobiernos trabajan con las municipalidades, cuando llega el apoyo, lo distribuyen entre el mismo partido político, no entre quienes lo necesitan» Daniel Machic, productor de Almolonga
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Reportaje

Los dilemas del agricultor: clima, consumidores enojados y amenazas de la Diaco

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Los agricultores reciben las críticas por el alza en las verduras y la amenaza de ser investigados por presuntamente inflar los precios, pero enfrentan los golpes del clima y las insuficientes políticas agrícolas para apoyo en los cultivos. La especulación también apareció acechando los precios finales al consumidor.
 

 
En un terreno cubierto con tela para proteger el cultivo de tomate, de plagas y del clima, José Gallina narra lo difícil que ha sido la cosecha de este año.
 
Es martes 16 de julio de 2024, son las 10:30 de la mañana en Los Planes, Sumpango. En el terreno ubicado a 61 kilómetros de la capital sobresalen tomates rojos pequeños, algunos son grandes, pero lucen verdes o manchados.

La cosecha debió resistir a las intensas olas de calor y luego a una copiosa lluvia. Desde finales de 2023, los agricultores fueron afectados por el clima, hubo heladas que dañaron las plantaciones, luego llegó «un verano exagerado, tanto que un mes bajé siete libras de tanto sudar», recuerda José Gallina.  

En 2024, algunas regiones del país registraron temperaturas máximas hasta 43°C entre marzo y mayo, según el Insivumeh. De acuerdo con los registros del sitio AccuWeather, la más alta en Sumpango este año ha sido 32°C, cuando en promedio la reportada es de 27°C.  De acuerdo con la medición de los productores la temperatura máxima alcanzada dentro del espacio de siembra fue de 38°C. 
 
Esto provocó que la producción de verduras como el tomate sufrieran daños. Según José, hay áreas donde la cosecha ha mermado 20% y hasta 50%. Quienes no tenían acceso a riego, perdieron todo. Otros recurrieron a comprar pipas de agua, lo que duplicó el presupuesto; incluso los repartidores tuvieron problemas para proveer el líquido.

Esa falta de agua y luego el exceso de lluvia provocaron estrés en las plantas que se trasladó al fruto, dejando daños. Lo mismo ocurrió en otros cultivos de chile, ejote y güicoy.
El principal efecto fue el alza en el gasto de alimentos de las familias guatemaltecas durante junio y julio. Además del clima, se sumó el estado de las carreteras que incrementaron el precio de las hortalizas y frutas.

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Los dilemas del agricultor

«La siembra es complicada, lastimosamente nadie lo entiende», expresa José Gallina, cuyos cultivos están cada vez más expuestos a efectos climáticos.
 
Los agricultores son los últimos que miran si tienen ganancia, se queja. El distribuidor agrícola obtiene su utilidad al vender los insumos, lo mismo ocurre con el que vende el agua para el riego. José Gallina lo logra después de invertir y debe esperar hasta sacar su cosecha. 
 
José recuerda que, en febrero y marzo pasado, el precio del tomate bajó, pero ahora por factores del clima, se elevó. Incluso, influyó que, en lugares de Oriente como Jalapa, las correntadas de agua arrasaron con plantaciones y sus estructuras. Eso provocó menor oferta y empujó el valor hacia arriba.
 
«Nadie nos entiende. Aquí el tomate, el chile, el ejote, ellos mismos se ponen el precio. No ponemos el precio a nada. Uno lo lleva (a vender) y está a un precio. Al día siguiente puede que esté más caro o barato». Como productores no piden un determinado precio, es algo que quisieran. A veces no sacan lo que invirtieron, explica.

​​​​​Y es que entre junio y julio el precio de la caja de tomate alcanzó los 390 quetzales. Para agricultores como José representa una oportunidad de recuperarse de la pérdida. Incluso el producto de menor calidad se puede vender a un precio bajo. Pero si en la cosecha de febrero y marzo hubiera tenido ese producto, no lo vendería, porque estaba barato.

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Una hortaliza dañada

A 204 kilómetros de la capital, se ubica Almolonga, Quetzaltenango, también conocido como «la hortaliza de América». Allí Julio Siquiná, gerente de la cooperativa La Llave de Almolonga, acompaña el recorrido desde las 7:00 de la mañana del miércoles 17 de julio, para mostrar el estado de las siembras. La primera parada es frente a un tablón (menos de una cuerda de tierra) a la orilla de la calle. Se trata de un pequeño terreno lleno de monte con cebolla que no desarrolló el tallo.

Pide permiso para caminar entre un terreno con apio para mostrar otro tablón con plantas secas de cilantro. La causa del daño es el exceso de calor y luego la lluvia pudrió la raíz. Estima la pérdida en 2,000 quetzales. La cebolla le produjo un déficit de 3,000, mientras que para el brócoli calcula los 4,000.

La historia de Sumpango se repite en Almolonga, de marzo a mayo hubo calentamiento del suelo, la temperatura llegó a34°C. Se secaron los nacimientos, ya no corría el agua entre los tablones. Luego con la lluvia de junio, vino «el argeño de las verduras».
 
Algunos de los trabajadores resiembran las parcelas. Todo el trabajo anterior se perdió. Los terrenos que lucen abandonados, asumen Julio, es porque el dueño no tiene capital de trabajo. En el trayecto se repite, más cultivos marchitos, son de brócoli, apio, lechuga, perejil, cilantro, coliflor.

 

«El cilantro se arruinó, no hay. Por eso está caro», dice Pascuala Cotoc, vendedora del mercado de Almolonga.
 
Muchos de los agricultores de Almolonga arriendan terrenos en otras partes de Quetzaltenango, también reportaron pérdidas por la falta de lluvia en esas áreas. Algunos compraron pipas, pero no fueron suficientes. Por factores de clima, «la cosecha del segundo trimestre del año se perdió».

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«La Diaco quiere fregar a los campesinos»

 

Detrás del turicentro Valle Paraíso de la cooperativa, espera Daniel Machic, otro productor de Almolonga. Comenta que el agricultor está pasando momentos muy difíciles con su capital de trabajo. Muestra un tablón de apio dañado. «Se perdió no solo en estos tablones, sino en muchas de las parcelas de aquí del valle», lamenta.
 
A eso se suma que los agricultores enfrentan el aumento del costo de semillas importadas, de fertilizantes, de insumos agrícolas y del transporte. «Esto afecta a la canasta básica. Todo esto no lo mira el Gobierno, solo mira que el producto que llega al mercado está caro, pero no se ha estudiado desde la raíz», cuestiona.

A pocos metros, un jornalero entierra lo que quedó del apio dañado, intenta resembrarlo. A un costado, José Sánchez fumiga su siembra. Detiene su trabajo. «La Diaco está mal, quiere fregar a los campesinos que trabajan en el campo», alza la voz. «No es que uno quiera vender la verdura al precio que quiera. La Diaco dice que nos va a multar. No salen a ver cómo están las cosas», recita como una letanía todas las penurias que ha pasado.
 
El agricultor vende en la costa sur y narra cómo la gente critica el precio al que vende la verdura. José Sánchez es la tercera vez que siembra apio, perdió dos veces su trabajo y busca cubrir los gastos familiares. Su esperanza es que esta vez, «primero Dios se compone el tiempo», y todo se nivela.
 
Julio Siquiná reitera lo dicho por José Gallina en Sumpango: «No es porque el agricultor quiso elevar esos precios, sino que la lluvia arruinó las verduras (…) No es el agricultor el que pone el precio, si no los mercados». Agrega que «cuando hay mucha producción, el mismo mercado bota el precio, sin importar la inversión del productor». 
 
En una citación de la bancada Voluntad, Oportunidad y Solidaridad (VOS), la directora de Diaco, Karina Donis, reconoce las alzas por el clima y el estado de las carreteras, pero, dicen que a finales de junio e inicio de julio fueron injustificadas. Un caso es el tomate que subió 100%, ya que la libra pasó de 4.50 y 5 a 10 y hasta 12 quetzales.

 

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Diaco considera que es especulación porque se aprovecharon de factores reales como el clima y las carreteras, «sin embargo, se aprovechó eso para hacer un alza totalmente desmedida».
 
Por ello, luego de un operativo desarrollado con otras autoridades, Diaco presentó una denuncia en el MP para que se investigue a la cadena de comercialización.
 
El operativo también evidenció que la mayoría del transporte de verduras surte a La Terminal y el Cenma; y que a estos llegan compradores departamentales a abastecerse, lo cual encarece los productos.
 
Según Gilberto Ruiz, defensor de las Personas Consumidoras y Usuarias de PDH, existe necesidad de dotar de más recursos a Diaco para detectar esas alzas injustificadas. Aparte, en Patzicía, Chimaltenango, los productores se quejaron del incremento de precio de semillas y fertilizantes. Pero, según Donis, este año se reportan variaciones a la baja en fertilizantes.
 

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Ayudas repartidas entre partidos
 

Hasta el 25 de julio de 2024 se reportan 114,605 familias impactadas por daños en cultivos, y 52,308.30 hectáreas dañadas, según la Dirección de Coordinación Regional y Extensión Rural (Dicorer) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga). En el reporte no figuran Almolonga ni Sumpango.
 
De acuerdo con el estudio de Determinación de la Cobertura Vegetal y Uso de la Tierra a escala 1:50,000 de la República de Guatemala de 2020, el cultivo de hortalizas en Almolonga representa el 34.57% del área del municipio, con un total de 433.98 hectáreas. Para Sumpango, representa el 38.05% del área del municipio, con 1,940.55 hectáreas.

 
A pesar de la relevancia de las hortalizas, los productores entrevistados en Almolonga no reciben apoyo estatal.  «Hemos recibido las noticias de la televisión, pero que el gobierno o alguna dependencia del Estado venga, jamás ha venido», responde Daniel Machic en tono sarcástico.
 
Respecto al apoyo técnico del Maga o el Seguro Agrícola, aseguran que «hemos escuchado el nombre, pero no hemos recibido. A lo mejor trabaja en algunas áreas del pueblo», responde.
 
Según datos del Maga, el Seguro Agropecuario para Pequeños Agricultores beneficiará a 60,000 productores en 2024. Este programa tiene destinados 39.1 millones de quetzales. Sin embargo, en Sumpango solo hay 26 beneficiados y ninguno de Almolonga.
 
Miriam Suyuc, analista del Instituto por la Democracia de la Coordinadora de ongs y cooperativas (Congcoop), refiere que en el país existen alrededor de 900,000 campesinos que producen desde la agricultura familiar, pero ese seguro no cubre a todos. «Un porcentaje muy alto está en riesgo de que su producción sea afectada» por la temporada de lluvia o sequía.
 
La queja de los productores es que los gobiernos trabajan con las municipalidades, pero cuando llega el apoyo, lo distribuyen entre la misma gente del equipo o del partido político, no entre quienes lo necesitan, agrega Machic.
 
Las demandas de los agricultores es que el Gobierno les ofrezca incentivos para que los precios de los insumos agrícolas, semillas o fertilizantes bajen. «Quizá eliminar impuestos para que el consumidor final no sufra tanto… es un problema para el país, el agricultor sufre una parte, pero también la población».
 
Según Suyuc, el Maga está para resolver la producción de alimentos, pero su presupuesto es pequeño. Este año representa sólo el 1.5% del presupuesto nacional. Además, para mediados de junio, cuando se le consultó, la cartera mostraba baja ejecución.

 
«El Ministerio de Agricultura es de los ministerios que ha servido para favores políticos», refiere. Esto se ve en los extensionistas rurales contratados, que son parientes o amigos de los candidatos de los gobiernos de turno, sin tener el perfil adecuado.
 
Esta cartera tiene dos programas, el 11 —sobre acceso y disponibilidad alimentaria— enfocado a agricultura familiar, y el 13 —apoyo a la producción agrícola, pecuaria e hidrobiológica— con enfoque comercial. Según el portal Sicoin, tienen una asignación vigente de 486.1 millones y Q356.3 millones de quetzales respectivamente.
 
El programa 11 se enfoca principalmente en la entrega de alimentos, indica Suyuc. Le siguen los huertos familiares y el fortalecimiento campesino a través de extensionistas. Sin embargo, ha implicado que el gobierno «tiene un botín para la entrega de alimentos, que no son con pertinencia cultural». Aunque el gobierno actual ha dicho que priorizará la producción de alimentos.
 
Suyuc coincide en que las ayudas se quedan en lugares céntricos como las cabeceras o áreas urbanas, pero no llegan a las comunidades. En otros casos son insuficientes, como una agricultora que le indicó que les entregan una bolsita de semilla de rábano o cilantro.
 
Aparte, aunque el programa 13 se encuentra presupuesto como el fideicomiso para los cafetaleros, Fonagro, el seguro agrícola y sistemas de captación de agua. No implica que llegue a todos.
 
Mientras que en el programa 12 -investigación y restauración y conservación de suelos- tiene previsto trabajar con 370 entidades para temas vinculados con el cambio climático.

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Lugar de productores e intermediarios

Almolonga también es una central de abasto. Allí llegan productos de San Marcos, Huehuetenango y Quetzaltenango. Luego los intermediarios o comerciantes los trasladan a mercados locales, a El Salvador y Tapachula, México.
 
Pero ni así, el mercado de «la hortaliza de América» se escapa de alzas. Los precios de las verduras son parecidos a los de la ciudad capital. Según Pascuala Cotoc, el tomate que vende en su puesto es llevado por proveedores que llegan de la capital, por ello vende la libra a 10 quetzales.

 
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El cilantro de los cultivos de más alto costo
 

Micaela Dolores Siquiná compra el manojo de cilantro, de menor calidad y tamaño, a 50 quetzales; por ello vende una ramita a 5. Hay agricultores que de un tablón de cilantro solo obtuvieron 15 manojos, comenta, mientras que en una cosecha normal obtienen hasta 800.
 
También se queja de que, en los puestos de venta, los consumidores los insultan por el alto precio. Reconoce que, tanto a ellos como agricultores y vendedores, así como a los compradores ya no les alcanza el dinero.
 
Micaela es una productora de 63 años, viuda y tiene más de 20 años de vender en el mercado y siembra desde los diez años. No está asociada a la cooperativa porque cultiva poco y debe pagar un mozo que prepare la tierra y luego ella se dedica a su cultivo.
 
Ahora tiene rábano, espinaca y acelga en un tablón. Ella sabe que, si planta sólo un tipo de cultivo y viene un temporal, pierde su capital. Por ello, aprovecha diversificar sus cultivos para garantizar ingresos en diferentes momentos.

 
 
Pronósticos que no se atienden 

Según Raúl Maas, coordinador del Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad (Iarna) de la Universidad Rafael Landívar, hubo un tiempo en que las condiciones ambientales tenían un comportamiento más o menos normal, pero por los efectos del calentamiento global está cambiando. Esa variabilidad climática se ha mostrado en la afectación de la actividad agrícola porque depende del ciclo de la lluvia.
 
Los agricultores están supeditados a los vaivenes de las condiciones ambientales: temperatura, lluvia, humedad, y el problema es que no tienen disponibilidad de los pronósticos.
 
Para el experto, existe como un agujero negro en los procesos de comunicación de los pronósticos, ya que el Insivumeh los hace, el Maga realiza las recomendaciones, pero es probable que la gente no los siga o no tome en serio la información.

Considera que se requiere hacer comprensible el mensaje, idealmente en el idioma de las y los productores, así como de un proceso de sensibilización de las instituciones estatales sobre la importancia de los pronósticos y el impacto que puede tener atender la variabilidad climática y los pronósticos.

Los productores confían en que los próximos meses de 2024 las lluvias no sean tan fuertes. De eso dependen sus cosechas y los precios estables. Mientras trabajan con la incertidumbre y con la previsión de que los años siguientes los precios podrían seguir esta tendencia.
 
 
 
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