Para mejor comprender a qué nos hemos enfrentado durante los últimos tres años con relación a la acometida del virus del Sars-CoV-2 es importante entender de manera clara y precisa la diferencia entre brote epidémico, epidemia y pandemia, y darnos cuenta que, una legislación en común para enfrentar las pandemias, es indispensable para la humanidad.
Recién iniciada la pandemia de COVID-19 (abril 2020) la Organización Panamericana de la Salud publicó un documento llamado COVID-19, GLOSARIO SOBRE BROTES Y EPIDEMIAS. Un recurso para periodistas y comunicadores. Tiene conceptos entendibles que permiten dimensionar a qué hemos estado expuestos y qué debemos esperar en el futuro mediato.
Así, para mejor lograr los propósitos de este artículo, reproduzco las definiciones de brote epidémico, epidemia y pandemia según la Organización Panamericana de la Salud.
«Brote: dos o más casos asociados epidemiológicamente entre sí. La existencia de un caso único bajo vigilancia en una zona donde no existía el padecimiento se considera también un brote. Un brote sucede por el aumento inusual del número de casos de una enfermedad más allá de lo normal. Puede tener una diseminación localizada en un espacio específico (por ejemplo, una comunidad, un pueblo, un barco, una institución cerrada) o extenderse a varios países. Puede durar unos días, varias semanas o varios años.
»Epidemia: Aumento inusual del número de casos de una enfermedad determinada en una población específica, en un período determinado. Los términos “brote” y “epidemia” se usan a menudo indistintamente. En general, una epidemia puede ser considerada como la consolidación simultánea de múltiples brotes en una amplia zona geográfica y, generalmente, implica la ocurrencia de un gran número de casos nuevos en poco tiempo, mayor al número esperado.
»Pandemia: Epidemia que se ha extendido por varios países, continentes o todo el mundo y que, generalmente, afecta a un gran número de personas»[1].
Puede deducirse entonces que una pandemia es una condición peligrosa y muy grave. Más de siete millones de personas fallecidas en el mundo y arriba de 20 mil decesos en Guatemala a causa de COVID-19 (sin contar los subregistros) indican de por sí la magnitud del desastre.
No obstante, la humanidad ha padecido unas 20 pandemias —documentadas y estudiadas—, se sigue tropezando con los mismos obstáculos: falta de planes educacionales para la debida información de la población y —excepción hecha de esta pandemia de COVID-19 con relación a los avances científicos—, la falta de generación de conocimiento nuevo para enfrentar desastres similares a corto y mediano plazo. Ni qué decirlo, las noticias falsas, el negacionismo y el aprovechamiento de los corruptos son las piedras recurrentes en el camino. El 1 de diciembre del año 2021 «los 194 miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alcanzaron un consenso para poner en marcha el proceso de elaboración de un convenio, acuerdo u otro instrumento internacional, con arreglo a la Constitución de la OMS, para reforzar la prevención y la respuesta ante pandemias»[2]. Y en los meses sucesivos se ha trabajado en los procesos jurídicamente vinculantes en apego al Derecho Internacional.
Mejor noticia no puede haberse conocido, especialmente cuando el convenio, acuerdo o instrumento se propone respaldar:
«La detección precoz y la prevención precoz de las pandemias; la resiliencia frente a futuras pandemias, en particular garantizando el acceso universal y equitativo a soluciones médicas como las vacunas, los medicamentos y las pruebas diagnósticas; un marco sanitario internacional más sólido, con la OMS como autoridad coordinadora mundial de las cuestiones sanitarias; y el concepto de “una sola salud”, que conecta la salud de las personas, de los animales y del planeta»[3].
Este último concepto, el de «una sola salud» que incluye a personas, animales y planeta es la primera vez que se menciona en la historia de las pandemias. Me empuja a creer que, por fin, los seres humanos estamos sacando provecho de un desastre tomando en cuenta a los otros seres que conviven con nosotros y a la madre Tierra. Ello nos permitirá apuntar a la reversión del cambio climático.
La humanidad debe entender que, para no ser tan vulnerables como lo somos ahora, no se debe situar por encima de la creación ni creer que la medicina lo puede con todo. En vía contraria, debemos entender que nuestra salud y la del planeta es una sola.
Bienvenida sea entonces una legislación internacional que nos permita enfrentar unidos las futuras pandemias y quién sabe si también, otros desastres de alcance mundial.
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