Es el centro educativo donde yo me gradué como maestro de educación primaria urbana en 1972 y donde, a pesar del aislamiento geográfico de Cobán, recibí una educación de nivel básico y diversificado que me permitió remontar sin problemas mis estudios universitarios.
De tal manera, este escrito tiene como propósito hacer vida el pensamiento de Juan Martini, ensayista venezolano que pondera la organización de la historia (por venir) a partir de los mismos materiales de los que está hecha la historia ya vivida: «Con los mismos materiales, con estos mismos materiales, la historia puede organizarse de otra forma. […] Con el mismo elenco, y con los mismos temas, me dice el hombre, no solo es posible organizar muy diversas versiones de la historia, sino también, a partir de cualquiera de sus elementos, internarse en otras historias, en un número inimaginable de relatos que, en la medida que se desarrollan, se alejan del corazón de estos hechos y configuran otros núcleos, otros sistemas, otras historias…» [1].
Porque así sucedió con el Instituto Normal Mixto del Norte. Con el mismo elenco que lo ideó creó otra historia, otras historias y otros sistemas sociales en el norte de Guatemala.
Revisemos dos contextos poco o nada conocidos de su historia.
1. Una versión del Pacto de las Catacumbas
Se trata de un documento que firmaron 40 obispos católicos el 16 de noviembre de 1965. Fue durante la cuarta sesión del Concilio Vaticano II. En él se comprometieron a llevar una vida de sencillez, sin riquezas y con una apertura sin precedentes orientada a los pobres y desposeídos.
Treinta años antes, un núcleo de la sociedad cobanera integrado por profesionales, ciudadanos de bien y maestros graduados en otros departamentos se comprometió a gestionar la fundación de un centro educativo que formara maestros de educación primaria con el propósito de parangonar estas latitudes a otros departamentos como Guatemala, Sacatepéquez, Chiquimula y Quetzaltenango. Casi un lustro les tomó la gesta. Y así lograron que el 4 de junio de 1945 se diera paso al ingreso de las alumnas y los alumnos que conformaron la primera promoción del instituto, cuyo ciclo de estudios duró cinco años.
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Pero hubo un pacto. Los maestros fundadores se comprometieron a no dejar la cátedra, salvo por fuerza mayor, hasta que estuviera consolidado el proyecto. Y gestionaron becas y un internado para personas de escasos recursos (donde tuvieran alojamiento y alimentación) a fin de que pudieran graduarse y regresar a sus comunidades a impartir los cursos que correspondían a la escuela primaria. Y se logró el propósito, no sin algunas consecuencias devenidas de personas que no querían el proyecto porque llevar educación a la población más necesitada tenía y tiene ingratas consecuencias. No obstante, los fundadores cumplieron el pacto y se mantuvieron firmes frente a los vendavales (políticos principalmente).
2. Una educación de nivel universitario
A falta de maestros de enseñanza media, algunos profesionales que ejercían en la región fueron llamados a servir como docentes. De esa cuenta, las primeras cátedras de Química, por ejemplo, fueron impartidas por químicos farmacéuticos graduados en la Facultad de Ciencias Químicas de la USAC, y los profesores de nivel primario que servían otras cátedras fueron enviados en diversos lapsos a capacitaciones servidas en la capital guatemalteca y en Tegucigalpa. Estas formaciones les valieron como equivalencia para ser docentes de nivel medio. De tal manera, quienes egresaban del Instituto Normal Mixto del Norte no tenían dificultad alguna al ingresar a las aulas universitarias. Los docentes, sin dejar su lado humano, eran académicos rigurosos.
Y así se creó otra historia, se crearon otras historias y otros sistemas de historias.
A mediados de los años 60 del siglo XX se le nominó Instituto Normal Mixto del Norte Emilio Rosales Ponce.
Y de los compromisos (similar al Pacto de las catacumbas) puedo dar fe. Mi padre fue uno de uno de los fundadores.
[1] Martini, J. (1997). «La máquina de escribir». Sujetos, actos y textos de una identidad: de Palmarote al Sacalapatalajá (Colección Cuadernos; Rivas Rojas, R.). Caracas: Fundación Celarg. Pág. 3.
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