Llevaba haciéndolo nueve meses y sigue haciéndolo ahora a pesar de los sinsabores. Pienso en todas las madres y en lo poco que hablamos sobre ellas. Hace pocos días la mía tomó un vuelo para despedirse de la suya, pues a esta el tiempo se le agota de manera definitiva. Y vuelvo a pensar en todas las madres, en ese misterio que me es tan ajeno e incomprensible, del que jamás formaré parte más que como hijo. Entre lo que cabe, tanto mi mamá como la abuela son mujeres afortunadas porque ambas quisieron y pudieron ser madres sin novedades, aunque, también hay que decirlo, no es que hubiera mucha opción en ese entonces. En cualquier caso, distan mucho de las que lo son por fuerza —cuántas por violación—, donde el enigma se encierra más aún, pues, si no entiendo nada sobre la maternidad, menos aún sobre la forzada o sobre las niñas madres. Pero mi corazón no necesita entender para encogerse por el sufrimiento ajeno.
No recuerdo las palabras exactas, pero pudieron haber sido más o menos estas: «Pensaba que nacer mexicano era una tragedia hasta que leí este libro y supe que nacer mujer en Guatemala era aún peor». Las pronunció Paco Taibo durante la presentación de Réquiem por Teresa, de Dante Liano. Y no se trata de ninguna hipérbole. Por lo menos así lo sugieren los últimos números de este año, hasta septiembre, cuando se asesinó a 350 mujeres y se abusó de más de 2,000 niñas y niños. Solo en la región, más de 215,000 niñas y adolescentes fueron madres en el 2019. Si quieren continuar con más cifras, me hago eco de las recientes columnas de Marielos Monzón y de Carolina Vásquez, pero solo con decirles que la semana pasada —por lo que todavía no forma parte de las cifras– una mujer apareció degollada en Morales, Izabal, dimensionamos la crudeza de lo que hablamos.
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Recuerdo el caso del hogar seguro, las niñas que perecieron en el fuego, y pienso que no puede haber más infierno que ese, que aún quema a las sobrevivientes y a las víctimas, sobre todo porque los responsables siguen por ahí sin consecuencias. Como dijo Carolina Escobar Sarti en el pequeño reportaje Niñas, producido por Nómada, impresiona el silencio cómplice que se produjo después de la tragedia, que permanece impune y constituye síntoma de la enfermedad con la que vivimos.
A pesar de los avances significativos en asuntos de equidad alcanzados por muchas mujeres valientes, aún no es suficiente. La solución de fondo empieza por resarcir a las víctimas, por hacer pagar a los culpables, porque, si no, ¿cómo cambiaremos? Hay que entender que no son casos aislados, sino un fenómeno sostenido y continuado, que encuentra sus desagradables justificaciones en una sociedad enferma. A ratos pareciera que estuviésemos leyendo 2666, de Roberto Bolaño, con la pequeña diferencia de que esta vez las muertas son reales y de que, por si fuera poco, superan a las que imaginó Bolaño en ese novelón. Muertes que no son tan imaginarias. Bastaría con preguntarle a Marisela Escobedo o a su hija allá en Ciudad Juárez para saberlo, pero ya no se puede. Es demasiado tarde para ellas.
Al fondo del asunto llegaremos cuando adquiramos conciencia colectiva. Cualquiera que lea Réquiem por Teresa se percatará de que ese mal es nuestro y de que hace falta asumirlo como propio. Así como la maravillosa y cruda novela de Arnoldo Gálvez, Los jueces, donde la pericia del autor nos hace vivir de primera mano los horrores por los que pasa la muchachita de la colonia, esa colonia que es Guatemala y donde los vecinos somos nosotros.
Creo que la literatura es otro camino. No la pedagógica ni la moralina, sino la que nos permite adueñarnos de otras experiencias. Hace poco celebré con emoción el día de las escritoras y recordé de manera singular Con pasión absoluta, de Carol Zardetto, un libro maravilloso que traigo a colación porque sus protagonistas nos interpelan a los lectores desde sus contextos, nos muestran desde su mirada femenina la complejidad de lo que ha sido y es Guatemala. Quisiera decir más, pero solo queda implorar desde mi impotencia que se detenga la violencia contra las mujeres. No necesitan más ruido. Lo que corresponde es silencio para poder escucharlas y leerlas cada día más.
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