De mal en peor en tanto los desaparecimientos continúan y los casos más recientes han concluido de forma macabra: los jóvenes secuestrados han aparecido muertos y encunetados o flotando en las aguas del río Cahabón. Y la histeria colectiva ha comenzado a sentar reales no solo en los cascos urbanos, sino en el área rural.
Esta vez la población no se ha quedado callada. Varios colectivos sociales han protestado y presionado fuertemente a las autoridades locales para que se esclarezcan los hechos sin que haya habido, hasta el día de hoy, una respuesta positiva.
Una de las organizaciones que más se ha hecho oír es Comunidad Esperanza, organización presidida por el presbítero Sergio Godoy Peláez. Uno de los objetivos primordiales de este colectivo es el acompañamiento integral de niños y jóvenes en riesgo. Pretenden —más con hechos que con palabras— la dignificación de la vida. Y vaya que sí lo han logrado. De tal manera, si hay una persona con aval para protestar y una organización con crédito moral para exigir, ellas son precisamente el presbítero Godoy Peláez y Comunidad Esperanza. Quien desee saber más y mejor de ellos puede consultar su página web.
Con fecha 20 de octubre del presente año, Comunidad Esperanza publicó en las redes sociales: «A nueve días de la muerte de nuestros jóvenes Norman Alejandro y Josué David, rogamos por el eterno descanso de su alma. Exigimos a las autoridades respuestas concretas y efectivas que lleven a la captura de los responsables, pues a la fecha no hemos obtenido más que falsas promesas de justicia. Exigimos la pronta aparición con vida de los jóvenes que continúan desaparecidos, especialmente de Alex Otoniel Alvarado Chiquín de 16 años. Cumplan con su deber o renuncien! [sic]».
Y razón tienen. Las respuestas de las autoridades gubernamentales han sido vagas. Ello ha provocado que el padre Godoy, en otra publicación en redes sociales, exprese de la gobernadora de Alta Verapaz: «Muchas de sus declaraciones denotan: […] falta de interés auténtico por responder a las demandas de seguridad y justicia, incapacidad para sentir como mujer o como madre el dolor ajeno o falta de competencia para desempeñarse en el cargo…». Y le recuerda con pelos y señales que, «cada vez que desaparece un joven o una muchacha, o cada vez que aparece “un muertecito”, SU DEUDA MORAL AUMENTA [sic]».
Vale decir que esta deuda moral no es solo de la actual gobernadora de Alta Verapaz. Es también de los funcionarios del Ministerio de Gobernación que han hecho oídos sordos a las protestas, de los diputados de Alta Verapaz —vulgares especímenes que solo sirven para ponernos en vergüenza— y de aquellas personas que, lejos de manifestarse como gente de bien, han optado por la comodidad del prejuicio. Se cobijan en frases como «a saber en qué estarían metidos» (en relación con los desaparecidos) o «se fue con el novio» (en relación con las desaparecidas). Y no se dan cuenta estos habladores de que tales obcecaciones solamente los retratan a ellos tal como son: cobardes y pusilánimes.
Cargan también esta deuda ciertos asesores de funcionarios actuales, quienes, en un maridaje perverso, se dicen de la izquierda cuando se han atiborrado —como asquerosas ratas— en las pestilentes cloacas de la derecha.
Las anteriores categorías tienen un denominador común: el baño de probidad con que se exhiben. Pues bien, sépanlo. Esa ablución les queda del tamaño de sus primeros zapatitos ante la sentencia bíblica: «¡Ay de ustedes […] hipócritas, que son semejantes a sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están lleno de muertos y de toda inmundicia» (Mateo 23, 27).
El presbítero Godoy Peláez ha hecho un llamado muy importante: dejar la comodidad de los púlpitos. Es un hito porque, con frecuencia, muchos laicos nos sentimos como llaneros solitarios ante la anodina actitud de algunos apóstoles de asfalto a quienes pareciera importarles solo la esperanza del más allá sin vivir las angustias del más acá.
No obstante la indiferencia de los estamentos descritos, el 21 de octubre recién pasado se inició una vigilia en el Parque Central La Paz, de Cobán, Alta Verapaz. Uno de los carteles que se alzaban decía: «Oración por Isaac y por los 165 desaparecidos de Alta Verapaz en el 2016».
Así las cosas, hoy como nunca aceptamos la invitación del padre Sergio Godoy a no guardar silencio. Bien cita en otra de sus publicaciones: «… porque si nosotros callamos “gritarán las piedras” (Lucas 19, 40)».
Sabemos que no contamos con el Estado. Sabemos que no contamos con las autoridades, a las que sí les pagamos jugosos salarios. Sabemos que el presidente de la república está en su realidad irreal comparándose con el doctor Juan José Arévalo Bermejo (de quien dista años luz en cuanto a calidades y condiciones). Empero, también sabemos que nos asiste la razón y el amor de Dios.
Esta última creencia, la del amor y la misericordia de Dios, nos aportará la fuerza necesaria para hacer frente a semejante ventolera que parece venida de los albañales del mismísimo infierno.
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