Uno. Hace unos días necesité los servicios de un plomero. Hablé con él una noche antes para confirmar la hora en que llegaría a realizar el trabajo. Le pareció que lo cité muy tarde e insistió en que fuera más temprano. Eso, más o menos a las nueve de la noche. Al día siguiente, un poco antes de la hora acordada, me llamó por teléfono para disculparse porque llegaría tarde. Le pregunté por qué y me dijo literalmente: «Llegó el esposo de la señora y salimos a cotizar el tinaco, pero parece que ya se van a decidir por uno. Solo lo compran y me voy allá con usted». Así como se asombró quien lee estas líneas, de igual manera me asombré yo. ¿?
Llegó un poco más tarde de la nueva hora acordada por teléfono y, cuando le pregunté sobre el hecho, volvió a explicarme lo mismo, solo que un poco más extenso para darme el contexto completo. Lo cierto es que vive en un municipio cercano, pero, para que el día sea fructífero, sale de su casa a las 3:40, camina 20 minutos y a las 4:00 a. m. toma el bus para la capital, donde va de un lugar a otro según los trabajos que le salgan, me dijo. Cuando le pregunté si no le daba temor enfermarse, me dijo, con la mascarilla debajo de la nariz y de la boca, que en realidad no creía que esa enfermedad existiera.
Dos. Un problema real que afecta a la clase media urbana que desea vacunarse por estos días. Ante la falta de efectividad de las actuales autoridades para proporcionar las vacunas, la vacunación se ha realizado ya sea de manera privada o mediante grupos que hacen viajes rápidos a Tapachula o a Estados Unidos para vacunarse. Eso, siempre y cuando se tenga, además del dinero, la visa correspondiente. Para la frontera con México, según narran en las redes, si no se cuenta con visa, hay que comprar un pase de casi 100 dólares. Ello, además, ha generado una crisis en Migración por la necesidad de renovar los pasaportes vencidos, tomando en cuenta que las fechas de las citas están muy espaciadas. Subterfugios o no para obtener la renovación, la burocracia en su apogeo.
Tres. De nuevo parece que la selección de futbol, creo, no clasificó. Sin comentarios.
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Cuatro. Hospitales públicos, privados y emergentes, colapsados. Negociaciones surrealistas para la obtención de las vacunas. Autoridades que se contradicen o expresan comentarios, además de irresponsables, absurdos. ¿Dónde está el dinero?
Cinco. ¿Realmente hay quienes creen que en las próximas elecciones habrá un cambio para mejorar? Si bien esta idea cabe en el mundo de la esperanza no conseguida, es un deseo poco objetivo. Según una frase que atribuyen a Einstein: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo». Como ciudadanos, ¿estamos haciendo algo diferente?
Seis. Urge una ética del autocuidado. Ante la falta de políticas públicas que protejan de manera mínima a los ciudadanos de a pie, e incluso a los otros con más privilegios, urge la práctica del autocuidado. Este implica que nos cuidemos de manera individual, pero también cuidar y proteger a los otros. Es decir: uso de mascarilla, sana distancia y no lugares encerrados. Asumir, aunque sea de manera mínima, el rol que nos corresponde como miembros de una comunidad. No habrá ningún cambio para mejorar nuestra situación actual si seguimos como estamos. Eso sí, podemos empeorar.
Vale la pena recordar las palabras de la filósofa española Adela Cortina cuando habla de la importancia de la ética: «Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad». Eso es corrupción, que no se da solo en el plano del dinero. En parte, también somos corresponsables porque incluso hemos perdido, en mucho, la capacidad de reaccionar.
Siete. La incertidumbre de estos tiempos, pareciera, está generando esta especie de disolución colectiva y en cada uno de nosotros.
¿Haremos algo al respecto?
Ocho. Mientras tanto, somos espectadores pasivos del derrumbe de nuestros sueños, de los monstruos que nos acechan. Ya lo dijo Tito Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».
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