Cada año acostumbro, en este primer día de Cuaresma, elegir algunos temas que me servirán para meditarlos en el transcurso de los siguientes cuarenta días. Desgrano uno semanalmente y hago acopio de aquellas lecciones que del mismo pueden ser extraídas. Los temas escogidos para los periodos cuaresmales de los años 2020 y 2021 giraron alrededor de la necesidad de la esperanza y la solidaridad en nuestras sociedades. El momento pandémico así lo exigía.
Pero ahora las condiciones de la pandemia han cambiado en Guatemala. Los escenarios son: Un pequeño segmento de la población debidamente inmunizado en contraste con miles de personas no vacunadas, una terrible campaña de desinformación acerca de la efectividad de la inmunización, el veto presidencial a la Ley de Vacunación y de colofón, el insólito vencimiento de más de un millón de dosis de vacunas.
Se colige entonces que suficientes temas hay para discernirlos apegados al aquí y ahora de Guatemala. Me referiré a dos de ellos que generan preguntas tan elementales como: ¿Por qué sucedió? ¿Cómo pudo pasar?
1. El vencimiento de más de un millón doscientas mil dosis de vacunas Sputnik. Suceso innombrable, terrible, desquiciado. El solo hecho de no haberse tomado las medidas necesarias cuando se recibieron en un solo envío durante el mes de octubre del año pasado tendría que ser motivo de un análisis, más allá de lo administrativo, para deducir responsabilidades que podrían incluso alcanzar el orden penal. Si a semejante dislate aunamos la falta de planes educacionales para convencer a la población de los beneficios de las vacunas, la falta de medidas para afrontar a los detractores de las inmunizaciones cuyos actos podrían ser constitutivos de delitos en contra de la salud pública y la insensata actitud de las autoridades ministeriales al no asumir su responsabilidad bien podría considerarse como hipótesis una programada sucesión de perversidades cuyo remate fue el veto de la Ley de Vacunación por el presidente Alejandro Giammattei.
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2. Hospitales desabastecidos y médicos sin recibir su salario. Ni comentario debiera merecer semejante escenario, pero allí está y no puede negarse. Debo entonces recordarle al presidente y a los ministros responsables que no haber gestionado de manera correcta la pandemia (incluido el debido equipamiento y la debida retribución al personal de salud) y haber permitido que miles de dosis de vacuna se perdieran sin considerar siquiera una donación urgente a países más pobres que nosotros, podría tipificarse como una conducta que se acerca a la comisión de delitos contra los deberes de humanidad. Debo también traer a su memoria que sus periodos son finitos y que más temprano que tarde estarán sentados frente a un juez competente.
Esos dos temas, convertidos en escenarios reales y tangibles, me hicieron recordar un segmento del numeral 5 de la Homilía de Juan Pablo II, en el Campo Marte, el 7 de marzo de 1983. Textualmente dijo: «La fe nos enseña que el hombre es imagen y semejanza de Dios (cf. Gen 1, 27); eso significa que está dotado de una inmensa dignidad; y que cuando se atropella al hombre, cuando se violan sus derechos, cuando se cometen contra él flagrantes injusticias, cuando se le somete a las torturas, se le violenta con el secuestro o se viola su derecho a la vida, se comete un crimen y una gravísima ofensa a Dios; entonces Cristo vuelve a recorrer el camino de la pasión y crucifixión en el desvalido y oprimido»[1].
Sí, recordé esa homilía hoy, Miércoles de Ceniza del año 2022. Porque las injusticias, la violación al derecho a la vida y la conculcación de los derechos de los guatemaltecos son hechos abominables que están de regreso en nuestro suelo (como venidos de los años 80 del siglo pasado) y se han convertido en una rutina.
El análisis sesudo de las causas de esas malas acciones podría darnos respuesta a esas preguntas de: ¿Qué sucedió? ¿Cómo pudo pasar?
Así las cosas, gobernantes que debieran estar unidos con su pueblo por la crisis pandémica, no olviden la advertencia que la Iglesia nos hace en el inicio de la Cuaresma: «recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo volverás».
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