Poco habría sucedido si el ladrón no lo hubiera atacado. Pero se le abalanzó con una cadena en mano al tiempo que le gritaba: «¡Dame tu chequera!». El profesor llevaba su portachequera a la vista. Ante la acometida, reaccionó como lo que era, y el malhechor terminó con un severo trauma de rodilla, algunas costillas lastimadas, un golpe contuso en la espalda y un pisotón en la nuca. Recibió todos los golpes en unos diez segundos.
Este hecho nada grato (ni para el ladrón ni para quien se...
Poco habría sucedido si el ladrón no lo hubiera atacado. Pero se le abalanzó con una cadena en mano al tiempo que le gritaba: «¡Dame tu chequera!». El profesor llevaba su portachequera a la vista. Ante la acometida, reaccionó como lo que era, y el malhechor terminó con un severo trauma de rodilla, algunas costillas lastimadas, un golpe contuso en la espalda y un pisotón en la nuca. Recibió todos los golpes en unos diez segundos.
Este hecho nada grato (ni para el ladrón ni para quien se defendió) deja varias lecciones que bien vale la pena considerar.
- El profesor llevaba su chequera en la mano. No debió portarla así. Mostrar carteras en la calle incita a los asaltantes.
- Atrás de él iba una pareja de ancianos (cada uno apoyándose en su bastón), y el profesor iba delante de ellos guiándolos porque la banqueta donde transitaban era muy estrecha. Y esta fue la situación que el atracador aprovechó en una mala apreciación de las circunstancias que tenía enfrente: tres sexagenarios en total vulnerabilidad. Pero, si lo vemos desde otro enfoque, se trató de un acto de maldad contrapuesto a un hecho de bondad.
- El profesor no era conocido de la pareja. Aquel vio la dificultad de estos para caminar sobre esa acera y se prestó para ayudarlos y evitarles riesgos. Porque un experto en artes marciales siempre pondera el bien por el bien mismo.
- Si el ladrón solo le hubiese exigido su dinero, el profesor posiblemente le habría entregado el monto que cargaba. En las artes marciales se enseña que ningún valor material puede equipararse a la vida. Pero el ladrón lo atacó. Le lanzó un cadenazo que pudo haberle provocado serias lesiones en la cabeza. En consecuencia, la reacción del profesor fue un reflejo condicionado, ya que en las artes marciales nobles nunca hay ataque, solo defensa.
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- Luego del suceso, el profesor se dedicó a calmar a la pareja de ancianos. Estaban muy asustados. Todo indica que ellos también constituían un objetivo del malhechor. Ese momento fue aprovechado por dos desconocidos que estaban cerca del lugar para llevarse en zopilotillo al asaltante. Es decir, no estaba solo. Si no intervinieron en el momento de la batahola, fue porque vieron, en diez segundos o menos, lo que podría haberles pasado a ellos.
- Para sorpresa del maestro —devenida de un diálogo que tuvo con la pareja que apoyó—, los ancianos resultaron ser más jóvenes que él. Tenían ocho años menos de edad y unos veinte de no hacer ejercicio. De esa cuenta, sus condiciones no eran las mejores. Se colige entonces que mantener el cuerpo activo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
La persona que vivió esa experiencia (el profesor de artes marciales) ya dejó este plano de vida. Dos años antes de morir me compartió: «Ladrones como el que nos atacó hay muchos y son peligrosos, pero los hay peores. Hablo de los ladrones vulgares que se visten de cuello blanco para atracar a todo un pueblo cuando el pueblo más los necesita. Usted sabe: me refiero a los políticos de turno».
Recordé entonces una lección que nos dio en el convento de Santo Domingo de Cobán un venerable anciano q’eqchi’ que fue invitado a dialogar con nosotros por el sacerdote que nos impartía la catequesis (yo tenía 11 años): «El ladrón siempre escoge mal. El ladrón siempre termina mal. Para el ladrón, solo hay inframundo, allí donde reina la oscuridad. Tarde o temprano en ese lugar termina».
Pasados los años, me he dado cuenta de que se trataba de una actividad fomentada por el religioso en la que concurrían la filosofía maya y la moral cristiana.
¿Son aplicables estas lecciones a los políticos de hoy? Yo creo que sí. Que entiendan es otro cantar. Pero algo es seguro: el aj elq’ (ladrón en q’eqchi’) o eleq’on (en kaqchikel) siempre termina mal porque escoge mal. Aunque tenga mucho cuello y su cogote sea de color blanco.
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