El jefe político superior de Guatemala, brigadier Gabino Gaínza, sustituyó al presidente Carlos Urrutia y Monroy en marzo de 1821, y una de sus primeras acciones fue declarar que Agustín de Iturbide, proclamador del Plan de Iguala en México, era un traidor al rey, ingrato, extraviado y perverso.
Pero, sin perjuicio del Plan de Iguala, la independencia de México se veía venir a corto plazo y a las autoridades guatemaltecas, españolas y realistas les quedaron dos opciones: entrar en ruta de colisión con el México independiente o seguir su ejemplo. Pues asústese usted, estimado lector. Don Gabino, fiel hasta la muerte al rey Fernando VII, optó por una salida muy cómoda: «Declarar la independencia adhiriéndose al Plan de Iguala y uniéndose con México».
El proceso en mención lo hizo público en agosto o septiembre de 1821, y el 28 de agosto, para desagraviar al de Iguala, consiguió que algunos de sus amigos colocaran luminarias en obsequio de Iturbide. Era el día de san Agustín. Ah, pero él, feo que era, se quedó a la espera de las reacciones de los nobles, quienes veían en el Plan de Iguala la posibilidad de una emancipación unidos a México y de una monarquía borbona.
No contó don Gabino con que Juan José y Mariano Aycinena, Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia habían pactado el Plan Pacífico de la Independencia para la Provincia de Guatemala y, viendo los titubeos, inseguridades, temores y devaneos de Gaínza (quien, no obstante dichas fluctuaciones, seguía manteniendo hegemonía sobre las tropas, principalmente sobre las que capitaneaba Félix Lagavra, comandante del poderoso Batallón de Veteranos), le ofrecieron la guayaba (que ya tenía dueño) y, muy patriota, don Gabino la aceptó de buen gusto. Así, anocheció jefe político superior (entre Jerez y la frontera) la noche del 14 y amaneció presidente del Gobierno superior político y militar el 16 de septiembre de 1821.
[frasepzp1]
¿Qué pasó con don Gabino el día 15? ¡Mmm...! Para su coleto: el arzobispo Casaús y Torres se opuso abiertamente a la independencia (¿?) y, manteniendo su convicción realista, declaró que era necesario esperar las reacciones de España al Plan de Iguala. Por supuesto no se hicieron esperar los insultos, las voces gritándole el equivalente de lo que ahora sería ¡sho!, y, para sufrimiento del prelado, su canónigo José María Castilla y su deán Antonio García Redondo se le rebelaron y votaron a favor de una independencia más allá del Plan de Iguala: Una propia. Prevaleció de momento la idea de una independencia absoluta.
Y le cuento que don Gabino se asustó. No era para menos tener en contra al arzobispo don Ramón Casaús y Torres: opositor a la sublevación de San Salvador en 1811, quien redujo al orden a José Matías Delgado, proclamador de una Iglesia salvadoreña independiente, adepto y cofrade de la aristocracia criolla y, como si fuera poco, particular amigo del capitán general José de Bustamante y Guerra. De esa cuenta, Gaínza otra vez se quedó entre Jerez y la frontera: Se decantaba por la independencia, pero adherido al Plan de Iguala, no por una propia.
La multitud, que en gran parte llevó de los barrios pobres doña Dolores Bedoya, no abandonó el salón del real palacio hasta que don Gabino juró la independencia como la propusieron los Aycinena y sus amigos. Total, sería el nuevo mandamás.
Cuentan las malas lenguas que, cuando llegó a su casa, su mujer le preguntó: «¿Qué pasó en el palacio? ¡A ver, Gabino! ¿Qué fue lo que sucedió?».
Dígame, estimado lector. ¿No será tiempo ya de replantearnos el significado de próceres y padres de la patria? Nuestro terruño merece más respeto.
Más de este autor