Poco a poco dejarían de serlo las personas en sus cuartos. Ante esta amenaza, la ciudad de Orán debe prepararse. Pero, para poner en marcha los preparativos antes de que sea demasiado tarde, deberán identificar lo que les sucede. Deberán nombrar el mal que los acecha. El doctor Rieux insiste en ello. Piensa que es importante reconocer que se trata de la peste cuanto antes para poder detenerla. Fue cuando el asunto ya estaba saliéndose de las manos con más muertos cada día —demasiado tarde para el doctor Rieux— cuando la ciudad argelina fue declarada en estado de peste y decidieron cerrarla. La lucha que iba a poner a prueba a la humanidad apenas empezaba: una lucha contra la peste metafórica que siempre está latente, que jamás termina, que forma parte de nuestra condición contra la que tenemos que rebelarnos.
Las referencias a las epidemias en la literatura son abundantes. En muchas obras, desde el Decamerón, de Boccaccio, hasta Outbreak, de Robin Cook, se ha tratado el tema directa o indirectamente. Como se hizo en La peste, de Albert Camus, que vimos arriba. Abundan porque las epidemias y pandemias nos han acompañado a lo largo de la historia. Están en nuestro imaginario y forman parte de nuestros más grandes miedos. Por nombrar algunas que se han llevado miles de vidas, podemos recordar la peste negra, el cólera, la gripe española, el ébola. Sin embargo, para Yuval Noah Harari, en su libro Homo deus, las epidemias son amenazas del pasado. Pronto formarán parte de los libros de historia. Porque, de los tres grandes enemigos históricos de la humanidad —la hambruna, la peste y la guerra—, ninguno es ya una amenaza incontrolable. El pulso, por lo menos a nivel técnico, lo hemos ganado nosotros. Nuestro próximo reto es vencer la muerte.
[frasepzp1]
Mientras escribo, el covid-19 se encuentra presente en casi 40 países y acumula casi 3,000 muertes. En el podcast de Vox sobre la posibilidad de que ya sea una pandemia se habla de por qué la OMS tiene sus reticencias en cuanto a nombrarlo así. Es más: ha denunciado cierta «presión» para declararlo así. El doctor Rieux, con su entereza moral, estaría de acuerdo en nombrarlo cuanto antes si eso ayuda a salvar vidas. Como el mismo podcast sugiere, tal vez esta reticencia se deba a la última experiencia que se tuvo con la pandemia de gripe A (porcina), cuando la entidad fue muy criticada porque, a pesar de haberse extendido rápidamente por todo el globo, fue poco letal y porque, al ser declarada pandemia, lo que terminó de extenderse fue el miedo, que afectó la economía global. A mí me da más miedo la reacción de la gente que el mismo virus. Como la del enajenado que envió al hospital a una inglesa por haber defendido a su amiga china. Las tragedias de esta envergadura sacan a relucir tanto lo peor como lo mejor de las personas. Thomas Mann, en su novela Muerte en Venecia, ilustró cómo los italianos —conscientes de lo que sucedía en la ciudad, en la que se extendía un extraño olor mefítico— hacían todo lo necesario para evitar que se nombrara, saliera a luz y espantara a los turistas con el dinero que traían. Fue entonces cuando Gustav von Aschenbach se alegró e imaginó que ese era el momento más oportuno para acercarse al chico, Tadzio. Incluso, ingenuo en su falso idilio, decidió visitar a un cosmetólogo en la ciudad enferma.
Lo que se ha visto estos días: medios de comunicación cubriendo la propagación del virus desde una aproximación alarmista que podría dar lugar a sospechar que están más pendientes del rating que de otro asunto, gobiernos autoritarios que mienten y toman decisiones desmedidas para evitar la propagación, líderes políticos y empresariales más preocupados por los daños económicos que por el coste humano, mascarillas en Amazon a más de 1,000 euros. El economista Branko Milanović comparte en su Twitter la historia de cómo en 1991 todos se seguían minuto a minuto la transmisión y las noticias sobre el intento del golpe de Estado contra Gorbachov. Cada minuto era decisivo. En cualquier segundo todo podía cambiar. Hasta que llegó un grupo de personas mayores y adineradas que pidieron que se cambiara de canal, pues querían ver cómo iba la bolsa de valores.
Más de este autor