Sin perjuicio de esos propósitos, hoy quiero referirme a la plaga desde otro enfoque. Quiero argüir acerca de las voces de advertencia que nos está enviando la madre Tierra, esas voces que nos reclaman la depredación que hemos provocado sobre la naturaleza y su entorno (incluidos nuestros semejantes).
De momento, no se tiene información de que la covid-19 esté diezmando a otras especies (como sí ha sucedido durante otras pandemias). Hasta ahora, el objetivo del virus hemos sido los seres humanos. Esta condición (de blanco de la pandemia) debe obligarnos a repensar nuestra relación con los entornos naturales y sociales donde nos desenvolvemos. Nosotros, los Homo sapiens sapiens (vaya nivel de petulancia), no hemos pasado de ser unos destructores de la biodiversidad, devastadores de los sistemas agroforestales y arrasadores del paisaje. Convertimos las biósferas en monstruos de cemento y sustituimos las acuarelas naturales por enormes vallas publicitarias que anuncian negocios efímeros.
También hemos sido perniciosos para los entornos sociales. Donde sentamos reales —con ínfulas de promotores del progreso— arremetemos contra los tejidos sociales ya existentes, despojamos de sus tierras a los pueblos originarios y empujamos a estos hacia las periferias de tal manera que provocamos cinturones de miseria, migración endógena y éxodos más allá de nuestras fronteras. Así, las agresiones que les hemos provocado al planeta y a nuestros congéneres no pueden calificarse sino de inconmensurables. A causa de ello, la madre Tierra está protestando.
Por esas razones (las advertencias de la madre Tierra) es importante que caigamos en la cuenta de ciertos escenarios que deberían provocar en nosotros, los ciudadanos de a pie, tajantes posturas de inaceptabilidad. Revisarlas nos proveerá mejores elementos de juicio para nuestro pensar, ser y actuar. Escrutemos dos en los siguientes párrafos. Nos atañen en toda su dimensión.
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En el orden internacional, es inaceptable que cerremos los ojos ante la denuncia que Leonardo Boff (teólogo, filósofo y ecologista) puntualiza en su artículo del 21 de junio de 2021 con relación a la marginación y la exclusión: «Los números fríos esconden un mar de padecimientos, por vidas perdidas, por amores destrozados, por proyectos destruidos. No hay suficientes pañuelos para enjugar las lágrimas de los familiares queridos o de los amigos muertos, a los cuales no pudimos darles un último adiós, hacerles el duelo y acompañarlos a la sepultura. Como si no bastase el sufrimiento producido a gran parte de la humanidad por el sistema capitalista y neoliberal imperante, ferozmente competitivo y nada cooperativo, que ha permitido que el 1 % de los más ricos posea a título personal el 45 % de toda la riqueza global, mientras que el 50 % más pobre queda con menos del 1 %, según un informe reciente del Credit Suisse. Oigamos a quien más entiende de capitalismo en el siglo XXI, el francés Thomas Piketty, refiriéndose al caso brasileño. Aquí, afirma, se verifica la mayor concentración de renta del mundo: los millonarios brasileños, entre el 1 % de los más ricos, están por delante de los millonarios del petróleo de Oriente Medio. No sorprenden los millones de marginados y excluidos que esta nefasta desigualdad produce».
En el orden nacional, es inaceptable que sigamos consintiendo porque sí el pésimo actuar de nuestros gobernantes con relación al manejo de la pandemia. Se nos está volviendo insoportable el mal sabor que nos han dejado el affaire de la vacuna rusa, la incertidumbre provocada por la posibilidad de que muchas personas no sean inmunizadas completamente (a falta de segunda dosis) y la irascibilidad en las declaraciones de la ministra de Salud cuando la citan los diputados (otros que mal bailan) y del presidente de la república cuando lo aborda la prensa.
Brasil es, hoy por hoy, uno de los países más golpeados por la pandemia de covid-19 en América Latina, y nosotros, los guatemaltecos, vamos por el mismo camino.
Ante semejantes escenarios, bien vale recordar el dicho popular «Tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe». Y la madre Tierra nos está advirtiendo que no está dispuesta a seguir tolerando la destrucción de las bases biológicas y sociales de la vida. Ni aquí ni en Brasil ni en otro lugar del planeta.
Entiéndase: el blanco de la pandemia somos nosotros, los Homo sapiens sapiens.
Al entendido, por señas.
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