Y con la indignación y la rabia surgen la búsqueda de explicaciones y de culpables, las zafadas de culpa y, luego, el inexorable olvido y el acostumbrarse.
Que el maltrato infantil parece ser una parte del folclor de este país es algo evidente y a lo cual precisamente ya parecemos habernos acostumbrado. A veces me da curiosidad saber si hubo juicio y castigo para los asesinos del niño que falleció creo que en 2012, cuando sus compañeros de trabajo (era un niño trabajador) en un taller ...
Y con la indignación y la rabia surgen la búsqueda de explicaciones y de culpables, las zafadas de culpa y, luego, el inexorable olvido y el acostumbrarse.
Que el maltrato infantil parece ser una parte del folclor de este país es algo evidente y a lo cual precisamente ya parecemos habernos acostumbrado. A veces me da curiosidad saber si hubo juicio y castigo para los asesinos del niño que falleció creo que en 2012, cuando sus compañeros de trabajo (era un niño trabajador) en un taller de mecánica de Huehuetenango le aplicaron aire comprimido por la vía anal, ejemplo para quien lo quiera tomar como abuso sexual y como crimen en combo. O bien, cuando viajamos a occidente y entre Chimaltenango y Sololá encontramos niños pidiendo dinero en la carretera, ¿ya pensamos cuándo llegará el día en que no nos pidan el dinero, sino que nos lo quiten?
Que tenemos un altísimo número de madres solteras y de población migrante que generan, entre otras cosas, hogares disfuncionales o inexistentes es otro tema sabido. O sea, dejen de estar pidiendo que cada padre cuide a su hijo y que los niños estén abrigados por familias felices como en las fotos y los anuncios de la publicidad. Esa no es la realidad. Y a la realidad hay que enfrentarla como sociedad, que es lo que nos toca. Los hechos son los hechos, y demasiados niños están desamparados o en camino de delinquir. ¡Ah! Pero, eso sí, no es permitido ni viable discutir ningún tipo de control de la natalidad como parte de alguna política pública. Hasta la educación sexual es cuestionada y resistida. Además, ¿cómo les puede extrañar ahora a los pueblos del mundo que seamos un país en el que puede suceder un hecho como el del hogar seguro si supongo que hemos de ser vistos como una sociedad de nivel troglodita luego de mostrar nuestras posiciones en las cumbres de población?
Que la semana pasada hayamos encontrado paseando juntas la indolencia, la infamia y la muerte no es casual. Es causal. Porque el incidente en el cual murieron las jovencitas pudo ser evitado. Al menos desde 2007, cuando me tocó formar parte del gabinete de gobierno, recuerdo cómo la Secretaria de Bienestar Social de esa época advertía del problema que ocasionaba juntar en un mismo centro a menores que venían de delinquir con menores bajo la custodia del Estado por otras diversas pero más inocentes causas. E incluso ahora ha surgido evidencia de que, solo el año pasado, más de una institución competente estableció que existía un problema. Pero hasta allí llega la indolencia y se pasea con toda su majestad. La indolencia definida es el no sentir o el que no importe, y el diccionario la identifica como sinónimo de pereza. Y la infamia es definida como descrédito o deshonra e identificada como sinónimo de maldad y de vileza. Y a la muerte no se la define. Solo se siente su presencia. Las tres juntas nos señalan. No hay excusas y es vil buscar justificaciones. Esas jovencitas no estaban solas o abandonadas. Estaban bajo la protección y la responsabilidad del Estado, que es el culpable del hecho sucedido la semana pasada sin más discusión. Pero el hecho de sentir y de que nos importe lo sucedido y el saber que estamos desacreditados y deshonrados como conjunto social nos van a ayudar a no ser perezosos ni malvados y a empezar a hacer lo que corresponde para salvar a nuestros niños y jóvenes en lo que nos toca hacer. Y no hay que zafar bulto. Eso es vileza.
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