Ocho hombres murieron, uno fue secuestrado. Personas que estaban ahí, haciendo su trabajo, un trabajo que implica riesgos, a veces más grandes de lo que se puede imaginar. A los pocos días, ya habían asignado a otros ocho hombres a cubrir sus puestos. No me imagino lo que pasaba por sus mentes. Es decirle a alguien “vaya y párese ahí, ahí donde mataron a alguien justo como usted”. Mientras tanto, el Presidente, que tanto se ufanó en prometer seguridad y paz, andaba del otro lado del mundo, recibiendo distinciones. Y los demás ¿qué hacemos con el sentimiento que se reafirma cada vez más, de que no hay ninguna garantía de vida?, que si se mata descaradamente a quienes tienen el deber de protegernos, ¿qué nos queda? ¿Rezar? ¿Resignarnos?
Si algo le ha salido mal al gobierno, ha sido el plan de seguridad. Llenar el país de soldados y policías dio a muchos, al inicio, una sensación de mayor seguridad. Hace apenas unos días, el gobierno presentó a cientos de soldados para los denominados Escuadrones de Seguridad Ciudadana, cuya función, dijeron, es “cooperar temporalmente” en tareas de seguridad. La PNC, en medio de esto, cada vez se ve más empequeñecida e inútil. Hay 175 agentes por cada 100 mil habitantes en el país, cuando el estándar internacional de seguridad es de 350 por cada 100 mil. Ya hemos llegado al momento en que hay más guardias de seguridad privada que agentes de Policía. Adicionalmente, las malas acciones de unos han desprestigiado a la institución entera, mucha gente desconfía de la PNC y ser Policía no es un oficio de excelente reputación. Exigimos que nos cuiden, pero ni siquiera se les respeta. Hay miles de chistes de desprecio hacia la Policía. Cuando ponen retenes en los caminos y carreteras, todos jugamos a evadirlos; hemos escuchado tantas historias de terror que nos da pánico que nos detengan. Pero es que es difícil respetarlos y confiar en ellos, si hay algunos que son corruptos y violentos. Pero entonces, ¿cómo van a hacer su trabajo? Es un círculo sin fin. Y luego ocurre algo como lo de Salcajá y no puedo evitar pensar, ¿con qué cara les pedimos a estos hombres y mujeres que se jueguen la vida por nosotros, todos los días, a cambio de casi nada?
Qué fácil es para los cárteles del narco, para las estructuras del crimen organizado, incorporar a policías como aliados, cuando éstos piensan que no tienen nada que perder. Incluso, eso les podría garantizar un poco más de seguridad, cuando ocurren casos como el de Salcajá. ¿Cómo competir con los sobornos, las amenazas, las ofertas que hacen los criminales? ¿Cómo devolver, entonces, la dignidad a los agentes, para que se sientan identificados con su misión, para que la pongan por encima de lo demás? Ese objetivo se le fijó a la mentada reforma policial y hasta el momento, no se ha logrado. La reforma policial ha sido un pozo sin fondo, donde se han gastado millones y no se miran resultados. Han desfilado los ministros, los comisionados, los directores y nadie lo ha logrado. El manejo de la policía se ha politizado (como tantas otras cosas en este país), al punto de volver inútiles los esfuerzos de quienes si tienen buenas intenciones. Al punto de que ya nadie confía en que el Estado puede garantizar ni lo más básico: la seguridad y la vida.
Crímenes como el de Salcajá, prueban que hay fuerzas aún más grandes con las cuales lidiar, que el problema no es sólo de forma sino de fondo. Empecemos por exigir la reforma y dignificación de la PNC.
Que en paz descansen los agentes fallecidos.
Amílcar Wosbely Castillo De León
Rodolfo Herrera Solís
Juan García Chún
Leonel Estuardo Fabrel López Hules
Omar Esduardo Tomas Mérida
Héctor Bocel Tún
Oseas Pérez López
Selvin Roderico Fuentes Miranda
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