Varias horas después, los bomberos, al borde del agotamiento, siguen peleando con varios focos del fuego, mientras algunos vecinos de mi condominio aprovechan para sacar selfis.
El paisaje del día siguiente es desolador. Árboles que siguen de pie entre tierra calcinada, que me traen a la mente los versos de Caroline (Kill It Kid, 2009): «Now I’m flirting with the dark, / raising my glass to unsettled hearts».
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Varias horas después, los bomberos, al borde del agotamiento, siguen peleando con varios focos del fuego, mientras algunos vecinos de mi condominio aprovechan para sacar selfis.
El paisaje del día siguiente es desolador. Árboles que siguen de pie entre tierra calcinada, que me traen a la mente los versos de Caroline (Kill It Kid, 2009): «Now I’m flirting with the dark, / raising my glass to unsettled hearts».
La fascinación conceptual con el fuego de la Alejandra en llamas de Sábato en Sobre héroes y tumbas o del Charly García de Estaba en llamas cuando me acosté no puede añadir más desdicha a la colina calcinada que antes se poblaba de nidos de oropéndolas colgando de los encinos.
Hace un par de semanas trazaba unos garabatos en un bar de Tegucigalpa sobre la leyenda de Robert Johnson y trataba de construir, a partir de los acordes de Rambling on my Mind, una historia medianamente coherente sobre el legado de uno de los bluesmen más influyentes.
Además de uno de mis lugares comunes favoritos, el de repetir a los Stone Foxes con I Killed Robert Johnson, había tropezado con la página web de la Robert Johnson Blues Foundation, uno de cuyos alumnos galardonados es Tyler Bryant, a quien otra leyenda cuenta que Roosevelt Twitty había enseñado a tocar el blues. Y por eso Bryant compuso Rosie: como un homenaje a la muerte de Mr. Twitty, como un reflejo de esa amistad entre un adolecente talentoso, su guitarra y un venerable bluesman.
Esos garabatos no llegarán ya a ser una columna. Sin embargo, a la visión del paisaje gris de la colina calcinada le hacen compañía I’m a Steady Rollin’ Man y Love in Vain mientras conduzco en silencio y me indigno conmigo mismo.
Un incendio forestal puede no ser la gran cosa si ningún ser humano ha muerto en él, pero la colina gris traerá pronto otros problemas. Problemas que no son parte de la narrativa de un blues, sino de nuestra propia imprevisión.
Anoche otra vez había fuego en la colina, esta vez en dirección a los pinos y las casas que están en la cima. Las sirenas de bomberos y las voces de quienes trabajaban en apagar el fuego se escucharon hasta tarde en la noche. Mi reconocimiento a los Bomberos Voluntarios y a los Bomberos Municipales, que siempre dan la talla ante las circunstancias.
A mí se me amanece escuchando a Savages con You’re my Chocolate. La colina calcinada será aún más gris hoy. Es sin duda el inicio del verano.
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